No sólo el calor cambia el ánimo, las fiestas y las vacaciones también influyen en los hábitos. Y el disfrute del vino, no es ajeno a ello, más bien lo sufre, porque si de bebidas se trata, en esta época las frescas y livianas copan la parada. Cervezas y aperitivos, mandan.
Cuando hace calor y se quiere disfrutar el vino, el foco de atención no debe estar puesto en qué botella descorchar, sino más bien en la temperatura a servirlo. Por eso, en verano el vino siempre debe salir del frío, sea blanco, rosado, espumoso, dulce o tinto. Es cierto que algunos resisten mejor las bajas temperaturas y no pierden sus atributos, pero cuando calienta el sol lo más importante es refrescar el paladar. Por eso, hay que dejar los grandes vinos para otras ocasiones. Menos los tintos, los demás vinos pueden salir de la heladera, incluso del freezer, y volver ahí después de servir todas las copas. A los tintos hay que tratarlos de manera similar, pero estando más atentos, porque si se enfrían mucho se vuelven ásperos, más allá que sus aromas y sabores se sentirán más compactos. Mejor es optar por tintos jóvenes y livianos, como Pinot Noir y Malbec.
Pero en esta época es el turno de los burbujeantes, mientras que los rosados continúan con su impulso post primaveral y los blancos resucitan. Son los tintos los que quedan rezagados. Por suerte, hay algunos trucos que sirven para disfrutar el vino como siempre. En primer lugar, hay que tener en cuenta la ocasión de consumo, y cuán informal será. Pero más allá del cuándo y dónde, la temperatura de servicio marca la pauta del placer a la hora de beber un vino cuando hace calor. Espumantes, blancos, rosados y dulces naturales, salen de la heladera y aguardan su turno en las fraperas, sumergidos en agua y cubitos de hielo. Al tinto hay que tratarlo parecido. Tenerlo en la puerta de la heladera (colocarlo 2 o 3 horas antes) y mantenerlo fresco una vez descorchado es la solución. Pero a diferencia de los otros, a medida que la botella baja hay que tomarse el trabajo de sacarla de la frapera. Porque el frío potencia los taninos, y el tinto puede sentirse más astringente.
Otra clave es elegir bien el tipo de vino. El tinto más suave es el Pinot Noir, mientras que los Malbec y Merlot también suelen serlo; más allá de los estilos y calidades. Todos los demás, suelen ser más estructurados y por eso sufrir de más cuando se los enfría. El tinto debe entrar fresco a la boca, y más en verano. Si no, la sensación de calidez se potencia con la temperatura ambiente y el placer queda opacado.
Maridajes con vinos en verano
Cuando calienta el sol vuelven las ganas de comer esos platos que se cajonean cuando hace frío. Porque más allá de los que se disfrutan a temperatura ambiente, y de los productos de estación, vuelven las ganas de alimentarse más sano; aunque solo sea para lucir mejor el traje de baño. Y así como los guisos y las preparaciones de cocciones largas pasan al olvido, las ensaladas con todos los verdes posibles, renacen. Con pollo o camarones, o incluso con frutas cítricas o tropicales. Todas estas opciones van muy bien con un blanco de año, joven y sin madera. Puede ser un Chardonnay para los que buscan algo más austero, o elegir entre un Sauvignon Blanc y un Torrontés, para los que prefieren más ímpetu en sus copas. Eso sí, todos deben ser jóvenes.
Y así como las comidas casuales se multiplican, los sándwiches también. Y así, la creatividad gourmet aflora en muchas casas, combinando carnes frías, con quesos tipo Brie y hasta cebollas caramelizadas. Las opciones veggie también se destacan, con berenjenas, zucchinis y demás vegetales a la plancha. Para ellos, un vino rosado es la mejor alternativa para apreciar más todas esas delicias entre panes. De Malbec, Pinot Noir, Syrah, Merlot o Petit Verdot; todos valen, siempre y cuando se muestren vivaces y fragantes. Porque cada trago debe acompañar bien a todos los ingredientes.
A medida que se acercan las vacaciones, los frutos de mar vuelven a copar las mesas, más allá de los amantes del sushi y del salmón. Pescados y mariscos a la parrilla poco a poco van reemplazando a las carnes rojas. Lenguado, pejerrey, corvina, merluza y trucha suelen ser los más buscados. Juntos, con los langostinos, son delicias de mar y ríos que se disfrutan mucho más con vinos blancos austeros o tintos livianos. Un buen Chardonnay, elegante y sutil, o un Pinot Noir, equilibrado y fresco, serán las etiquetas que brindarán más placer. Pero sólo hay un tipo de vino que se acomoda a cualquier festín en las mesas veraniegas; y es el espumoso. Un Blanc de Blanc (puro de uvas blancas), un Brut o un Rosé, con sus burbujas finas y persistentes y sus sabores delicados, realzan los sabores y texturas de cada bocado, al tiempo que invitan a celebrar.
Qué tintos y qué blancos en verano
Las modas pasan y con ellas también muchos vinos, pero los que logran trascenderlas llegan a formar parte del selecto grupo de los preferidos. Y a su vez, los que se mantienen así por muchos años se convierten en clásicos. Hoy los vinos de moda son los tintos de verano, y seguramente un puñado de ellos (los mejor logrados) sobrevivirán. Son muy diferentes, siempre hablando de vinos con ciertas pretensiones, de esos que valen un poco más porque tienen más atributos.
Hasta hace poco los buenos tintos eran aquellos de carácter frutal maduro, con crianza en barricas de roble y con estructura, dada principalmente por el alcohol y la concentración. Pero los tiempos cambian y con ellos muchos vinos. Porque los nuevos tintos de verano no temen a ser percibidos como ligeros o livianos, por su baja graduación alcohólica (más cerca de 12 que de 15 grados). Tampoco que los tilden de inmaduros, por sus sabores verdes, y mucho menos por no tener el cuerpo suficiente.
La mayoría opta por el Malbec, el cepaje emblema. Pero también hay de Cabernet Franc, Pinot Noir, Cabernet Sauvignon y, sobre todo, Red Blends. Los orígenes también pueden variar, pero se destacan más las zonas frías como Patagonia o el Valle de Uco.
En realidad, son vinos más pensados para beber que para guardar, aunque sus niveles de acidez permiten a muchos de ellos perdurar varios años. Sus taninos nunca son firmes ni duros, pero están presentes. Suelen ser de buen ataque, con volumen y muy expresivos. Y si bien no son muy profundos, cada trago llama a otro. Su gran ventaja es que pueden servirse refrescados, algunos directo de la heladera mientras que otros mejor entre 10 y 14 grados, y en lugar de perder gracia ganan, lo que Miguel Brascó llamaba “drinkability”. Por eso son ideales para disfrutar en verano.
Si bien los vinos blancos se beben todo el año, y son ideales con ciertas comidas, en verano se convierten en la mejor opción. Principalmente porque todos necesitan refrescar el paladar a la hora de disfrutar una bebida. Así, los blancos multiplican sus oportunidades y dan vuelta la balanza histórica del 80/20, aunque solo sea por un par de meses. Además, la diversidad en todos los segmentos que ofrecen hoy estos vinos es digna de apreciar.
Los Chardonnay siguen siendo los más pretenciosos de las bodegas, su carácter es más bien austero y equilibrado. Por eso, es mejor buscar las variedades más expresivas, ya que el frío suele atenuar un poco los aromas y sabores de los vinos. La floralidad de los Torrontés, Malvasía y Moscatel, es tan fácil de apreciar como de disfrutar. El Sauvignon Blanc, con su acidez marcada y notas cítricas, es muy vivaz. Pero también un Semillón o un Chenin, jóvenes y sin paso por madera. El Viognier ofrece una combinación de frutas tropicales y flores blancas, con cuerpo y paso consistente, ideal para llevar a la mesa. Y la gran cantidad de aromas y texturas que ofrecen los nuevos white blends invitan a servirlos como aperitivos con la picada. Hay que recordar que el paso por madera aporta más volumen, sin que ello signifique menor frescura, pero seguramente se trate de vinos más serios. En verano, el foco debe estar puesto en entretener el paladar con una bebida fresca, noble y natural, que se pueda disfrutar sola o en las comidas.
Al respecto, Juliana Del Águlia Eurnekian, de Bodega Del Fin Del Mundo, nos da su visión sobre los mejores vinos y cómo disfrutarlos en época estival.
¿Qué tipo de vinos se disfrutan más en verano y en qué situación?
Yo creo que lo importante es empezar por la temperatura del verano. En verano generalmente necesitamos algo que nos refresque, también estamos queriendo relajarnos, no pensar tanto. Disfrutar, probablemente con amigos o la familia, ahora que podemos juntarnos de vuelta, es una buena oportunidad para abrir una botella de vino y pasarla bien. Pensaría en vinos que se pueden tomar más fríos y que son refrescantes. Por ejemplo, en una tarde después de trabajar con amigos picando algo con un rosadito o un blanco con más cuerpo si después vas a comer algo más elaborado, tal vez pescados.
¿Cuáles son los platos preferidos en verano y qué vinos blancos recomendás para acompañarlos?
Ensaladas, hay grandes maridajes con ensaladas como un buen vino blanco bien fresco con buena acidez, como un Semillón o Chardonnay patagónico, por qué no. Está bueno pensar en esos elementos de las ensaladas alternativas como un cítrico o una manzana, esos sabores te van a marcar la pauta para elegir si va mejor un Chardonnay o un Sauvignon Blanc.
¿Cómo se pueden disfrutar tintos en verano?
Lo mismo, yo pensaría tintos que se llevan bien con la baja temperatura. Como un Pinot Noir patagónico, como el que hago yo un Reserva Del Fin del Mundo o un FIN Single Vineyard Finca Los Hermanos, creo que son vinos que se llevan muy bien con la heladera, se pueden enfriar porque tienen taninos mu suaves y delicados. Es ligero y no tienen tanta concentración de color ni de taninos, sino que es más amable. Por eso, con temperaturas más bajas no se va a poner rígido. Lo mismo va a pasar con un Malbec bien equilibrado, fresco y frutado, también se puede tomar fresco y disfrutar mucho. No tanto un gran blend de guarda, con bastante barrica porque son para tomar a otra temperatura, ya que si no pierden su equilibrio y estructura y no los llegas a disfrutar.
¿Además del vino, en verano qué hay que pensar para elegir mejor?
También pensar, cuál es la ocasión. Quiero sentarme a pensar en ese vino y ponerle cabeza, o quiero disfrutar relajado, y hasta ponerle un hielito si hace falta. Para mi siempre es el día para abrir el vino de tus sueños, pero a la temperatura adecuada. Salud.
Fuente: Infobae