La economía argentina está rota. Su macroeconomía está tan profundamente enferma que deteriora toda la microeconomía, tanto de las empresas como de los agentes económicos individuales, dificultándoles hacer negocios y ganar dinero. En este escenario, los agentes privados no tienen incentivos a invertir, acumular capital y aumentar su frontera de posibilidades de producción. Los datos lo ilustran. Primero se dejó de invertir en forma neta, amortizándose sólo el capital existente entre 2008 y 2015. Después, a partir de 2015 se pasó a desinvertir y a destruir capital con objeto de reducir la exposición al riesgo macro argentino.
La desinversión privada conduce a la destrucción de capital, achicamiento de la frontera de posibilidades de producción y, por ende, a la reducción de la capacidad de producción. El PBI potencial se reduce. Menos capital no sólo implica menos producción, sino también menos puestos de trabajo y, con una oferta laboral creciente, peores salarios reales. Cómo consecuencia, la demanda agregada cae y se retroalimenta el círculo vicioso. O sea, como cae la inversión, se reduce la producción y la oferta, lo cual hace caer la demanda y agrava todos los problemas.
Argentina tiene un problema de oferta, no de demanda. Como todo problema de oferta, su origen no es otra cosa que una escasez de ahorro que no se direcciona hacia la inversión. Tenemos un sector público nacional que des ahorrará (déficit financiero) aproximadamente 6,0% del PBI en 2021. A este número hay que sumar el déficit cuasi fiscal generado por los pasivos remunerados (LELIQs y PASES) del BCRA, lo cual lleva la suma a 10% del PBI. Gran parte de esto es financiado con deuda, o sea; ahorro privado que no va a la inversión, sino que financia al Estado. Además, también habrá financiamiento vía emisión monetaria e impuesto inflacionario, lo cual también atenta contra la inversión privada y la acumulación de capital.
En este escenario en el cual el Estado se consume gran parte del ahorro privado, los agentes económicos individuales y las empresas privada (en la medida de sus diferentes posibilidades) deciden sacar de circuito la mayor parte del (restante) ahorro que el Estado les “deja”. El ahorro privado sale del circuito para preservarlo de la voracidad del Estado. Además, esto último se torna más verídico cuando se toma nota que el Estado argentino está para castigar al exitoso, creando cada vez más impuestos y regulaciones, avanzando en forma creciente contra la propiedad privada.
En este marco, está claro dónde se encuentra la madre de todos los problemas de la economía argentina que destruye capital y genera cada vez más pobreza: el tamaño del Estado. Argentina tiene un tamaño de Estado imposible de financiar y que ahoga al sector privado, dificultándole hacer negocios y ganar dinero. El tamaño del Estado es lo que dispara la destrucción del capital y el crecimiento (la caída) de la pobreza (generación de riqueza). Utilizando los datos del PBI y aproximando el tamaño del sector público (privado) por el consumo público (consumo privado y la formación de capital), entre 2012 y 2021 el tamaño del Estado aumentó +17,2%, mientras que la envergadura del sector privado se redujo -6,4% en términos reales.
A fin de año, muy probablemente el gasto público cierre en torno al 45% del PBI, es decir; un tamaño de Estado que no puede ser financiado con un PBI per cápita de u$s8.000. Es fácil de entender. El peso de las mochilas siempre deben estar acordes al físico de quien las transporta. Una mochila de 35 kg no puede ser transportada por una niña de 40 kg. Por el contrario, un hombre de 90 kg, sí la puede transportar; aunque indudablemente dejará de hacer muchas otras cosas y también se moverá más lento. Con la dimensión del Estado sucede exactamente lo mismo. Los países que tienen un Estado que pesa el 45% del PBI como sucede en Argentina, generan un PBI per cápita de entre 4 y 6 veces más que lo que se genera en nuestro país.
De esta manera, la agenda para saber qué perfil debe tener un plan de negocios en 2022-2023 y en 2024-2025 debe responder las siguientes siete preguntas: 1) ¿se va a achicar o no el Estado?; 2) ¿se van a eliminar o no impuestos? 3) ¿se van a reducir o no alícuotas?; 4) ¿se van a eliminar o no regulaciones?; 5) ¿se va a levantar en forma total o no el CEPO?; 6) ¿se va a dejar de emitir o no desde el BCRA? Y 7) ¿se va a tener superávit primario o no? Si usted piensa que las respuestas a las siete anteriores preguntas son negativas para el período 2022-2023, entonces su visión coincide con la nuestra. Desde nuestro punto de análisis, no hay que esperar una reducción del Estado en 2022-2023, sino todo lo contrario. En 2022-2023 habrá más de lo mismo, pero con peores resultados, sea cual sea el resultado electoral de noviembre 2021.
En este marco, los planes de negocios deben ser conservadores. Su primer objetivo debe ser “cuidar lo que se tiene”. Es más, se debería pensar (dentro de la medida de las posibilidades de la firma que maneja) cómo aumentar la elusión impositiva. Además, también sería positivo tomar riesgo y gambetear más (dentro de la medida de sus posibilidades) al Estado, ya que se convertirá en la llave para ganar (mantener) mercado, facturación y rentabilidad. Este escenario en el cual el Estado no se achica, no quiere decir que no se pueda hacer ningún negocio, ni ganar dinero, sino que implica que hay que estar mejor preparados y atentos para aprovechar todas las oportunidades que surjan. De hecho, las intervenciones del Estado generan distorsiones de mercado que brindan oportunidades de negocios con muy buenas rentabilidades, pero siempre efímeras. Por eso hay que estar muy atentos. Para lograr esto último siempre hay que estar muy informado. Y habrá que estarlo cada vez más, y en forma creciente durante 2022 y 2023.
En 2022-2023 todos los dólares van a subir más que en 2020-2021. De acuerdo con nuestra visión, en la segunda mitad del gobierno de AF enfrentaremos probablemente el dólar más caro de la historia en términos reales. Punta a punta y en la tendencia, la inflación de 2022-2023 será mayor que la inflación de 2020-2021. La inestabilidad macro de la segunda mitad del gobierno de AF será mayor que durante la primera mitad del mandato. Luego del rebote estadístico del PBI per cápita del 2021, lo más probable es que el PBI per cápita retorne su tendencia declinante en 2022-2023. Más aún cuando prevemos que el escenario internacional a futuro también será más complicado que en el pasado. Pasado el rebote estadístico del 2021 y principios de 2022, el mundo se dirigirá a un escenario internacional con más inflación y menos crecimiento que en los últimos lustros.
La pregunta del millón es: ¿Qué hay que esperar para más adelante y a partir de 2024? ¿Hay chances de que la situación cambie? Su probabilidad se relaciona inversamente con la magnitud de las reformas necesarias. A mayor magnitud de cambio necesario, más baja su probabilidad de ocurrencia. A mayor necesidad de políticas de shock, también menor probabilidad de ocurrencia.
En este sentido, Argentina enfrenta el peor escenario. Primero, la envergadura del problema argentino hace que su resolución sea muy compleja, exigiendo reformas estructurales muy profundas, muy superiores a las que hizo Carlos Menem. Segundo, las reformas estructurales deben ser de shock, no graduales. Todo gradualismo está condenado no sólo a fracasar, sino a agrandar más los problemas. Tercero, los problemas son tan grandes, que las Reformas estructurales, que se necesitan para (primero) parar y (más tarde) revertir la actual dinámica deben atacar muchos frentes a la vez. En este sentido, nuestro sector privado necesita: 1) Reforma que achique el Estado; 2) Re-estructuración de la deuda; 3) Bajar el gasto, alcanzando superávit primario, pero bajando impuestos; 4) abrir el CEPO; 5) Reforma Fiscal impositiva; 6) Reforma monetaria para apuntalar la demanda de dinero y dejar de tener inflación, 7) Reforma Laboral y 8) Reforma Comercio exterior.
El gasto público debe bajar como mínimo -8 puntos porcentuales del PBI para que la deuda pública sea sustentable dinámicamente y tenga refinanciamiento voluntario. Pero esta reducción no desahoga al sector privado, ya que no “dice nada” de la presión tributaria, regulaciones, etc. O sea, hay que bajar el gasto público otros -5 puntos porcentuales adicionales para desahogar al sector privado, facilitarle hacer negocios y que pueda ganar más dinero; dos ingredientes indispensables para que haya inversión neta y acumulación de capital.
En pocas palabras, se necesita bajar el gasto público -12 puntos porcentuales del PBI, lo cual representa exactamente el doble de todo lo que se gasta anualmente en salud. Esta reducción del gasto implicaría que el peso del Estado cayera aproximadamente de 45% a 33% del PBI. A priori, un ajuste fiscal de -12 puntos luce muy significativo, pero cuando observamos que dicho ajuste devolvería el tamaño del Estado a los niveles de 2009, no quedan duda que es el ajuste que hay que hacer. De hecho, dos años después la economía comenzó a derrapar.
Sin encarar esta profunda reforma que ajusta el Estado -12 puntos del PBI, no tiene el más mínimo sentido pensar en ninguna otra reforma. ¿Por qué? Porque sin esa reforma del Estado, la deuda no se va a poder re-estructurar, ni tampoco pagar. Menos aún se va a poder abrir el CEPO, y mucho menos bajar impuestos. También quedaría abortada toda reforma monetaria, ya que el Estado seguiría necesitando de la emisión monetaria (y cada vez más) como principal fuente de financiamiento. Y ni que hablar de la reforma del sector externo, que sería toda una quimera en una Argentina cada vez más condenada al aislamiento internacional.
En todo este contexto, pensamos que lo más probable sería que el gobierno que asumiera en 2024 tampoco entendiera el origen del problema y, en consecuencia, tampoco hiciera nada “de lo que hay que hacer”. Es casi seguro que ningún político pensará, diseñará y aplicará las reformas estructurales de fondo que nuestra economía, empresas e individuos necesitan. No sorprende. La mayoría de la sociedad sigue demandando Estado. Los políticos siguen hablando de Estado presente, pero eficiente; que es algo así como helado caliente y/o agua seca. No existe y es imposible.
En este escenario, a lo máximo que podremos aspirar es a algunas pequeñas correcciones y/o paliativos que nuevamente terminarán fracasando. Tampoco puede sorprender. Si TODOS es reelecto, habrá más de lo mismo, pero recargado. Si JxC gana, también habrá más de lo mismo, pero también peor; o sea, como 2016-2019, pero recargado. Nuevamente, tampoco puede sorprender. En 2024 los problemas estructurales serán infinitamente peores que los que había en 2016 cuando asumió Macri. Al mismo tiempo, tampoco puede sorprender que los resultados sean los mismos, ya que las alternativas políticas tampoco han cambiado. Rodríguez Larreta; Vidal; Patricia Bullrich; etc. Todos estos políticos han hecho y siguen haciendo todo lo contrario a lo que el sector privado necesita. Vidal y Larreta son ejemplos descarnados en este sentido. ¿Quién y basado en qué puede pensar qué será diferente a futuro?
Además, todo el mundo y todos los países se mueven hacia la izquierda, o sea; a más Estado y mayor intervención. ¿Alguien sensato puede imaginar a los políticos argentinos yendo contra la moda del mundo? ¿Alguien sensato puede imaginar a los políticos argentinos yendo contra sus privilegios de casta y sus bolsillos? De hecho, jamás lo hicieron. Siempre hicieron lo que hizo todo el mundo, pero en forma recargada. Desde el siglo XIX a la fecha. Incluso Menem diseñó y ejecutó un plan en línea con la moda del momento: caía el muro de Berlín y el mundo había pasado a tener un solo centro de poder; el consenso de Washington. Por el contrario, hoy en día todo el planisferio se mueve hacia la izquierda, incluido EEUU. No vemos a Argentina yendo a reformas promercado, ni con este gobierno, ni con el próximo.
Nosotros creemos que en 2024-2025 los planes de negocios de las firmas terminarán obligados a mantener su un perfil conservador y precavido, orientándose a cuidar lo que se tiene, y descartando políticas agresivas de expansión dentro del mercado doméstico. Por el contrario, los esfuerzos expansivos deben estar orientados a vender afuera y, si se puede, producir afuera también. Tanto la producción, como la facturación será negocio que estén lo más lejos posible de las garras del Estado argentino.
Por: DIEGO GIACOMINI
Fuente: El Cronista