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Entre cerros y viñedos, cómo es la Ruta del Vino de Tucumán

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Viñedos entre los cerros bajo el sol de la Pachamama. Ritos ancestrales, cultivos familiares y productores industriales. En los Valles Calchaquíescatorce bodegas dan vida, a lo largo de 100 kilómetros, a una floreciente propuesta turística del Noroeste argentino: la Ruta del Vino de Tucumán.

Con 350 días soleados al año, el área vitivinícola es unificada por la ruta provincial 307 y la mítica Ruta 40. Se trata de un recorrido que trepa desde los 1.750 hasta los 3.000 metros sobre el nivel del mar, con suelos arenosos y pedregosos y una gran amplitud térmica: estas características les imprimen a los vinos de altura una intensa concentración de aromas, sabores y colores.

Los vinos expresan el terruño, y cada bodega ofrece una experiencia única, entre paisajes espectaculares llenos de contrastes y una rica historia cultural. 

Artesanales o industriales, las bodegas tienen en común la calidez de los dueños, los servicios de calidad para los visitantes y los maridajes locales con nueces, aceitunas, pasas de uvas, quesos y dulces regionales”, afirma María de los Ángeles Aredes López, coordinadora de la Ruta del Vino, que depende de la Dirección de Desarrollo Turístico del Ente Autárquico Tucumán Turismo (EATT).

Estas experiencias permiten descubrir la variedad de los emprendimientos en tierras donde hay viñedos desde fines del siglo XVI y donde se elaboran vinos para el mercado desde fines del XIX. En general, esta tierra se trabaja en forma orgánica, con abonos naturales, mientras la forma de riego es por goteo con aguas de alta montaña o pozos profundos.

Y las variedades en la provincia son torrontés, malbec, cabernet sauvignon, tannat, cabernet franc, petit verdot, merlot, syrah y criolla.

Con un promedio de un millón de litros en una de las zonas productivas más altas del mundo, el circuito combina las degustaciones y la gastronomía típica con las artesanías, los paisajes y los sitios arqueológicos.

Para visitar los emprendimientos se sugiere contactarse previamente con los productores para acordar los horarios (www.tucumanturismo.gob ar).

A continuación, las propuestas de las bodegas para tener en cuenta.

Bodega Los Amaichas

Es el terruño de una comunidad originaria. En Amaicha del Valle se definen como “la primera bodega comunitaria de Sudamérica” por ser un emprendimiento administrado y dirigido por pueblos originarios.

Precisamente, el proyecto de la bodega y la plantación de los viñedos fueron pensados para atraer al turismo y desarrollar económicamente su territorio comunitario, ya que tras la llegada de los españoles lograron mantener la propiedad de sus tierras mediante la Cédula Real de 1716.

La obra comenzó en 2011 y fue inaugurada oficialmente el 1º de agosto (Día de la Pachamama) de 2016, siendo la tercera bodega en el mundo -después de Australia y Canadá- que pertenece a una comunidad originaria. Forma parte de un proyecto que incluye el desarrollo vitivinícola, la producción de artesanías, el turismo rural y la economía familiar y regional, entre otras cosas.

Son 40 productores de uva de distintos pueblos de los valles, como Amaicha del Valle, Los Zazos, Ampimpa, Encalilla, El Paso y Colalao del Valle hasta la Ciudad Sagrada de Quilmes. Ellos participan en esta bodega donde se procesan entre 16 mil y 18 mil litros por vendimia para elaborar “un vino muy natural”.

Una de las personas con más experiencia en este proyecto es Gabriela Balderrama, quien recibe a los visitantes y cuenta: “Los vinos se conocen con la marca Sumak Kawsay (en castellano significa ‘Buen Vivir’). Son elaborados con uvas criollas y malbec, con las características de la zona: aroma, sabor y buen cuerpo”.

La bodega fue diseñada con el concepto prehispánico de recintos circulares de piedra y cuenta con áreas de recepción y de degustación, sala de elaboración y cava.

“La gente que visita la bodega se emociona mucho con el trabajo de la comunidad Amaicha y con la celebración de la Pachamama en agosto. En estos tiempos difíciles vuelven a sentir una gran paz interior”, dice.

La bodega abre de lunes a sábados, de 10 a 18, y las visitas guiadas con degustaciones son gratuitas. Aplicando los protocolos que exige la pandemia, los visitantes pueden recorrer la finca, conocer los cuidados de los viñedos y el proceso del vino, y disfrutar de una degustación al aire libre (bodegacomunitarialosamaichas@gmail.com).

Bodega y Viñedos Luna de Cuarzo

Vinos naturales y de alta calidad y respeto a la Pachamama. Desde Colalao del Valle, Silvia Gramajo habla de su bodega Luna de Cuarzo con la pasión y el respeto que sienten por la Pachamama. “Decidimos implementar prácticas agrícolas de tradiciones ancestrales de los pueblos originarios americanos y de la Antigüedad: la implantación de la viña fue una tarea pesada pero la vivimos con alegría”.

A 1.800 metros de altura, las parcelas de viñedos de las cepas malbec y torrontés se inclinan hacia el río Santa María -en sus orígenes era el Yocavil-, enclave de culturas como los Quilmes, los Pichao y los Amaichas.

“Estas tierras se nutren de agua pura de los cerros, y la biodinamia se manifiesta con las hierbas aromáticas que crecen por doquier, por el cuidado personalizado a cada planta y por el cuarzo diseminado por todo el territorio calchaquí”, explican en la bodega, donde se considera cada ciclo lunar en el proceso de las vides: se cosecha en la luna llena de marzo, y en mayo, la cosecha tardía.

La ceremonia de la luna llena, el culto a la Pachamama y el uso de cuencos tibetanos que “con su vibración iluminan la viña y el vino estacionado” son algunas de las prácticas que lleva adelante Silvia, quien también hace meditaciones.

Nacida en San Miguel de Tucumán, Silvia dio un giro a su vida y hacia 2011 se instaló en estos suelos cubiertos de cuarzo: “Cuando sale la luna es blanca como el cuarzo. Por eso elegimos este nombre para la bodega”.

Y destaca: “Los vinos se elaboran en bodega subterránea y veneramos las propiedades de la tierra y de nuestra Pachamama. En estas condiciones óptimas de temperatura y humedad se guardan y estacionan los vinos, dice la dueña de Luna de Cuarzo, que ocupa 2,5 hectáreas.

La pequeña bodega familiar elabora los vinos Faustino del Pozo y Desata. Son productos naturales y orgánicos que resaltan el sabor, el color y el perfume de Colalao del Valle.

“Se logró un torrontés seco y con mucho perfume y un cosecha tardía de muy alta calidad. En cuanto a la línea Bio (por su producción biodinámica que se rige con los ciclos de la luna), se llama 13 Malbec porque se guarda durante 13 lunas en tanque”, señala.

Las degustaciones con tablas de quesos, famosos en la región, cuesta $ 700 por persona. Si solo se realiza la visita guiada y se prueban dos vinos no se cobra. A veces, la bodega organiza asados: sale $ 2.000, pero hay que reservar y es para 10 personas.

En la cosecha se puede asistir a la ceremonia con cuencos y bendición de frutos. Para participar en la vendimia con almuerzo, $ 5.000; en el evento del anochecer con la pisada de las uvas, $ 3.000 (lunadecuarzo.com.ar).

Bodega Las Arcas de Tolombón

Se trata de un gran emprendimiento de alta gama. En la Ruta 40, a la altura de Colalao del Valle, la bodega está construida en ladrillos de arcilla, con una arquitectura bioclimática.

La conocida línea de vinos Siete Vacas consta de 11 etiquetas: torrontés tardío, rosado y seco, malbec, cabernet sauvignon y tannat, además de una línea de reserva con 10 o 12 meses de barrica de roble francés y un blend calchaquí compuesto por un 60% de malbec, un 30% de tannat y un 10% de cabernet franc. Los vinos Siete Vacas y Siete Vacas Reserva recibieron premios internacionales.

Cuentan en la bodega: “El pastor Domingo Guanca, quien cuidaba la pequeña finca del Puesto Yacomisky, a 3.000 metros, una vez tuvo un sueño que le contó a Alberto Guardia. Soñó que siete vacas lo corrían por un campo nevado. Y a los siete días se largó una tormenta de nieve que lo dejó incomunicado durante siete días y siete noches”.

Cuando Alberto escuchó este sueño, inmediatamente lo relacionó con el relato bíblico de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas. El ya tenía el vino embotellado y estaba buscando una marca, por lo que decidió llamar así a los vinos.

En Colalao del Valle, el desarrollo vitivinícola de Las Arcas de Tolombón comenzó en 2007, tras un primer intento por cultivar alcaparras. Pero la tierra del valle expresó “su sed de vino” y así fue cómo el ingeniero Alberto Guardia, su director, integró un equipo comandado por el enólogo Carlos Escudero y el ingeniero agrónomo Juan Leoncio Goitia, con una vasta experiencia en la industria.

En su Campo Ishanka, a 1.750 metros, coexisten la bodega de un millón litros de capacidad de vasija -que conjuga conceptos incaicos para la orientación de sus naves con un diseño espacial de gran estabilidad térmica- con 33 hectáreas de viñedos entre los 1.750 y los 3.000 metros. Se producen uvas malbec, cabernet sauvignon, torrontés, tannat, petit verdot, sauvignon blanc y cabernet franc.

La bodega recibe visitas todos los días del año, de 9 a 17.30 (excepto el 25/12, 1/1 y 1/5). Los visitantes pueden conocer la cava subterránea y degustar sus vinos en forma gratuita. En la época de la vendimia (de febrero/marzo a abril/mayo), se puede presenciar el corte de los racimos, la recolección de los frutos y el embotellado. Tienen ganas de abrir un restaurante (bodegalasarcas.com.ar).

Altos de la Ciénaga

“Nuestro principal desafío es conseguir que el vino de cada cosecha sea mejor, o al menos, igualar la calidad del vino del año anterior”. El enólogo Luis Rolando Díaz logró posicionar a los vinos de Altos La Ciénaga en el mapa vitivinícola nacional, siendo reconocidos por expertos en el mundo del vino.

En Colalao del Valle, la bodega comenzó con la elaboración de vino patero por parte del padre Javier Julián Díaz, a fines de la década del ‘40. Y si bien fines de los ‘60 se suspendió la actividad, en 1994 sus hijos decidieron continuar el legado.

Con nuevas plantaciones en el Paraje La Ciénaga, a 2.300 metros, y en Colalao del Valle, a 1.800 metros, los brotes de vides comenzaron a dar sus frutos en estas tierras, con un gran potencial para obtener vinos con personalidad y buena calidad.

Hoy cuenta con una superficie cultivada de 4 hectáreas, con varietales tannat, malbec y cabernet sauvignon en el Paraje La Ciénaga, y 2 hectáreas de malbec y torrontés en Colalao.

Se elaboran unos 12.000 litros de vinos, a través de dos líneas: Altos La Ciénaga y Don Javier. Con orgullo y dedicación, sus principales etiquetas alcanzaron el reconocimiento de destacados especialistas.

El paraje La Ciénaga se encuentra en medio de los Valles Calchaquíes. Atravesado por dos ríos y varios arroyos, en épocas estivales es difícil su acceso, por lo que a sus vinos se los define como vinos extremos.

¿Cuáles son las particularidades de la producción? “La fortaleza de los vinos tiene que ver con la dedicación personalizada en la elaboración: las uvas son cosechadas a mano, garantizando un especial cuidado en el tratamiento de la fruta y priorizando la calidad en lugar de la cantidad”.

“El otro factor se relaciona con que en este terruño hay una gran amplitud térmica y las vides son regadas con aguas de vertientes sin usar agroquímicos, acercándose a los denominados vinos orgánicos. Estas características garantizan maduraciones lentas y equilibradas, logrando una concentración de aromas, sabores y colores”, destacan.

La bodega abre de 10 a 12.30 y de 17.30 a 20.30. La degustación simple cuesta $ 500 y la de vinos reservas, $ 1.500 (Facebook: AltosLaCienaga).

Finca Albarossa

El amplio valle, las montañas y el cielo diáfano de Tucumán cautivaron a los empresarios italianos que en 2010 construyeron la infraestructura de la finca, respetando las costumbres y la historia del lugar.

Por eso, el estilo, la gastronomía y la hospitalidad de Albarossa tienen el propósito de unir las tradiciones del Noroeste argentino con las italianas.

“La combinación prehispánica, criolla y moderna hace única a la cultura de esta tierra. Y la aridez del suelo contrasta con el orgullo y la generosidad intelectual que caracteriza desde hace siglos a los habitantes”, expresan los dueños, que también en Italia producen vino y operan en el turismo.

Entre las localidades de Amaicha y Fuerte Quemado, Albarossa se extiende a través de 120 hectáreas en Colalao del Valle, desde la Ruta 40 hasta las laderas de la cordillera preandina. Hacia el este se observan las Cumbres Calchaquíes, el sistema andino cuyo punto más alto es el cerro de la Mina, de 4.762 metros.

Desde la finca vitivinícola se pueden realizar excursiones a pie o a caballo con el marco espectacular de las cadenas montañosas. Además, se pueden visitar las ruinas del antiguo pueblo Quilmes, situadas a pocos kilómetros.

Este hotel boutique con temática del vino y plantaciones de viñedos cuenta con un restaurante, donde los visitantes pueden disfrutar de comidas típicas y gourmet, así como de los vinos que se producen a 2.000 metros de altura.

La bodega tiene dos etiquetas: Albarossa Torrontés y Albarossa Malbec. Y convocó al artista Enrique Salvatierra para realizar las etiquetas del vino, los muebles y los cuadros que adornan las paredes. El lugar abre de 10 a 16, y la degustación cuesta $ 300 por persona.

La finca cuenta con nueve habitaciones con baño privado, wifi, aire acondicionado, tv por cable, restaurante, piscina que da hacia los viñedos, un gran jardín que rodea la casa y patio con parrilla y horno de leña con vista a las montañas (www.finca albarossa.com).

Finca La Orilla

Es una pequeña bodega artesanal que elabora vino casero con uvas de altura. Situada en los Valles Calchaquíes, en el pueblo de Colalao del Valle, este emprendimiento es llevado adelante por una familia de productores con herencia vitivinícola, que mantienen vivo el legado y las técnicas de la elaboración del vino casero. Por eso producen tan solo 4 mil litros anuales.

Con las técnicas típicas de los viñedos de altura tucumanos y prácticas orgánicas a través del uso de abonos naturales (guano de oveja y residuos de otras producciones agrarias), los viñedos se riegan con agua de deshielo, aguas superficiales de alta montaña y pozos profundos, lo cual contribuye a lograr uvas “de gran nobleza y calidad”.

A su vez, elaboran maridajes especiales para cada degustación de sus vinos, que lograron reconocimientos en distintos certámenes, como sus premiadas etiquetas Micuna Malbec joven y Micuna blend roble. Sus dueños tienen la calidez de las familias del pueblo de Colalao del Valle, que hacen del vino una pasión.

Bodega Vertientes Tintas

A más de 2 mil metros, el nombre de la bodega viene de una vertiente que atraviesa la finca donde crecen las uvas. En Los ZazosAmaicha del Valle, la familia Ríos Pastrana posee una pequeña bodega que expresa el característico vino de los Valles Calchaquíes tucumanos: de color intenso, muy frutado y con buen aporte de alcohol, ya que el suelo y el clima junto con la altura potencian sus aromas.

Familia de la comunidad originaria de Los Amaichas, tiene su sello propio en las manos de Lautaro, quien elabora el vino casero de esta bodega. El vino producido cosechó varios reconocimientos y premios.

La finca demanda un esfuerzo para toda la familia, un emprendimiento que nació hace diez años por iniciativa de Roberto Ríos, el padre de Lautaro.

Estos productores caseros ofrecen un recorrido por el viñedo, así como el despliegue de sus conocimientos sobre el cultivo, los varietales y el sistema de regadío. Además del reconocimiento de la flora autóctona medicinal, en el lugar se degustan los vinos con charlas explicativas.

Finca La Churita

Un viñedo antiguo que recuerda a los orígenes de la vitivinicultura en la zona. En el corazón de Colalao del valle, a metros de la plaza principal del pueblo, esta finca produce vinos a 1.850 metros con tecnología de punta.

Sobre la Ruta 40, en pleno corazón de los Valles Calchaquíes, el lugar cuenta con un centenario algarrobo que resguarda la imagen de la Virgen. Según cuentan, el cura del pueblo exclamó “¡Qué churita!” al verla (significa “qué linda o bonita”) y de allí la finca tomó el nombre.

Luego de varios años de producir y vender uvas a otros emprendimientos, don Raúl Penna se asoció a César Soria, iniciando el proyecto de la bodega y toda la infraestructura necesaria, en honor a su padre.

Los vinos que producen son varietales torrontés, malbec y cabernet sauvignon.

Chico Zossi

Es una bodega pionera en la Ruta 40, que sigue la tradición familiar de elaboración de vinos.

Cuentan en el lugar que Baltazar Chico llegó a Tucumán desde Barcelona a fines del siglo XIX, y recorrió el valle con la intención de plantar viñedos. Unos años más tarde, a principios del siglo XX, concretó su sueño en Colalao del Valle con los viñedos que darían origen a la primera bodega tucumana.

Fueron transmitiendo técnicas y secretos de generación en generación, y las fueron perfeccionando, y combinando la tradición con la incorporación de nuevas tecnologías.

Hubo décadas en las que Chico Zossi se dedicó exclusivamente a comerciar sus uvas con bodegas región de Cafayate, en Salta. Pero hacia fines del siglo pasado retomó su actividad de la mano de la tercera y de la cuarta generación, y apoyándose en un viñedo fortalecido por tantos años de trabajo.

En la bodega se elaboran varietales que expresan el potencial de la uva y del terruño de altura. “Son vinos estructurados de alta riqueza tánica, muy especiados con matices frutados. Vinos que han logrado reconocimientos en diferentes concursos”, señalan en Chico Zossi, que tiene una gran producción anual destinada tanto al mercado interno como a la exportación a países limítrofes.

Bodega Río de Arena

Vinos y estrellas. Corría el 2002 cuando Roberto Carro tuvo el deseo de instalar un emprendimiento en los valles, por lo que compró 30 hectáreas con algunos viñedos. Detrás de la estancia se encontraba el río Santa María, un verdadero río de arena con la particularidad de correr zigzagueante de sur a norte, con los majestuosos cerros como marco. Y ello le dio nombre al proyecto.

En esta zona, a unos 1.800 metros de altura, la amplitud térmica favorece la producción: al ser muy cálido de día permite acelerar el proceso de maduración de la uva, y al tener temperaturas frías de noche ese proceso se detiene. Allí radica, justamente, la condición para que los viñedos produzcan uvas potenciadas para hacer buenos vinos.

Además de la belleza agreste de esta finca de viñedos, el lugar se destaca por contar con las comodidades del hotel boutique, la gastronomía típica acompañada por los vinos y los criaderos de llamas y caballos.

Una original propuesta para los visitantes: “Noche de vinos & estrellas” se organiza en la Ruta 40 Km 4295,5, en El Bañado, siendo un espacio de encuentro y observación de los oscuros cielos nocturnos de los Valles Calchaquíes tucumanos, mientras se disfruta del particular sabor de los vinos de altura elaborados en la Bodega Río de Arena.

Otros vinos de altura

“La primera bodega argentina de venta 100% online”. Con este eslogan se presenta Fortaleza, a 1.850 metros sobre el nivel del mar y a la vera de la Ruta 40. Sorprende con un diseño de vanguardia en honor a los pueblos originarios de los Valles Calchaquíes que defendieron su territorio desde sus “fortalezas” de piedras.

Construida con bloques de piedra del lugar y equipada con tanques de acero inoxidable y tecnología francesa e italiana de última generación, la bodega tiene una capacidad de elaboración de 150 mil botellas, en varietales como cabernet sauvignon, malbec, merlot y torrontés.

En 20 hectáreas de viñedos, hay plantaciones en espalderas que aseguran un mejor cuidado de la uva y una producción de calidad. “El ambiente es seco, con días cálidos y noches frías. Por eso se obtienen uvas con características poco comunes, de gran concentración, taninos maduros y buena acidez”, precisan.

A su vez, se realiza un uso reducido y sustentable del agua a través del riego por goteo, mientras que la cosecha y la poda son manuales. Tienen también con una cava con barricas de roble para la crianza del vino, a temperatura controlada y con luz tenue.

“A la par de las antiguas tierras Quilmes, en el valle con los altos viñedos, nuestra familia crea vinos de máximo valor y calidad, reconocidos por su sabor e intensidad, afirman en Fortaleza (bodegafortaleza.com).

Por su parte, la finca Cerro El Pelao es un emprendimiento vitivinícola en Tafí del Valle. Ubicado en el cerro El Pelao, a 2.200 metros de altura, elaboran vinos desde 2010 con uvas de Santa María, en Catamarca. Sin embargo, en El Pelao hay plantas de malbec, cabernet, pinot y torrontés con las que se proponen elaborar “un vino totalmente tafinisto”.

Como El Pelao, tampoco Los Zazos recibe visitantes. En Amaicha del Valle, la bodega etiqueta su vino como “Cédula Real de 1716”. ¿El motivo? En su momento, los españoles les otorgaron una “Cédula Real” reconociendo la posesión de sus tierras.

La Cooperativa Agroindustrial Los Zazos viene trabajando desde hace varios años de manera conjunta con jóvenes del lugar, apostando al desarrollo de su localidad en lo productivo y en lo social. El proyecto alcanza a más de 160 hectáreas, con posibilidad de hacerlo extensivo.

Hay una bodega ubicada geográficamente en otra zona: Valle de Choromoro. Se encuentra en la ruta 311, Km 3, en Trancas y, tal como lo indica el nombre de la propia bodega, está en el Valle de Choromoro.

Por: Diana Pazos
Fuente: Clarín


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