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De adobe y piedra. Una casa inmersa en el mágico paisaje de Traslasierra

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En San Javier, el rancho de adobe que vamos a visitar despliega un sereno universo rico en memorias serranas. Escenas de la vida real, en su versión más sencilla y al aire libre.

“Tengo un manojo de libros,/ la fresca paz de mi cuarto,/ y una ventana que se abre/ sobre el dolor de los campos”.

El verso es del poeta puntano Antonio Esteban Agüero, también autor de la famosa Cantata del abuelo algarrobo, en la que figura la voz comechingón “piscuyaco”: “aguada de los pájaros”, nombre con que Paula y José bautizaron su casa de San Javier. La historia aquí, en Córdoba, no está hecha de casualidades: ellos conquistaron estas alturas sin giros dramáticos ni efectos especiales, paso a paso. Así también llegamos nosotros, en este caso guiados por Monona Pérez Ibarra, que hablaba como de un sueño cuando nos describió “el ranchito de adobe con un estanque que parece un fondo de pantalla”.

La pileta con sistema de depuración natural y dos reposeras, que replican las que hay en la estancia La Constancia, muy cerca de acá.
La pileta con sistema de depuración natural y dos reposeras, que replican las que hay en la estancia La Constancia, muy cerca de acá. Crédito: Daniel Karp

A veces los deseos simplemente confluyen. A Paula le gusta la sierra alta, y vino varias veces hasta que terminó haciéndose una casa muy cerca de acá, donde nació José. Por eso, cuando se conocieron y se enamoraron, supieron inmediatamente dónde iban a instalarse.Creo que, para cambiar, las cosas tienen que tener un sentido, y a mí la vida se me fue dando para que sea acáPaula, dueña de casa

Rancho adentro

El cuadro azul es del brasileño Angelo de Aquino.
El cuadro azul es del brasileño Angelo de Aquino. Crédito: Daniel Karp

El constructor José Javier Ramognino hizo su casa con techo de caña y tirantes de álamo, que moldeó con una herramienta de labra antigua.

Un hogar de piedra calienta el living y toda el área social. Completa un camastro de pino tea -heredado, al igual que el cuadro- con almohadones bordados (Tienda Barro).

Aberturas hasta en el techo actualizan los interiores y los llenan de luz y verde. El vajillero, que después la dueña pintaría, fue comprado en un remate en Buenos Aires, al igual que las mesas de roble.
Aberturas hasta en el techo actualizan los interiores y los llenan de luz y verde. El vajillero, que después la dueña pintaría, fue comprado en un remate en Buenos Aires, al igual que las mesas de roble. Crédito: Daniel Karp

Naturalmente y sin mediar una decisión drástica, Paula se fue instalando en las alturas de San Javier. “Por mucho tiempo vine sin saber que iba a terminar viviendo acá. Mis viajes previos eran, sencillamente, un descanso, una cura de silencio”.

Las mesas donde se comparten las comidas son de roble.
Las mesas donde se comparten las comidas son de roble. Crédito: Daniel Karp

¿Un aire de Borges y Bioy en este rincón en las sierras? Quizás haya llegado transportado en las antiguas mesas de La Biela, que los dueños compraron en un remate en Buenos Aires.

Detalle del bajomesada en chapa de hierro con motivo de peces, también dibujado por la mano de Paula. Lámparas colgantes (Red Sur).
Detalle del bajomesada en chapa de hierro con motivo de peces, también dibujado por la mano de Paula. Lámparas colgantes (Red Sur). Crédito: Daniel Karp

Postales de la vida serrana

Aquí, el tanque de agua que provee a la casa.
Aquí, el tanque de agua que provee a la casa. Crédito: Daniel Karp

Puertas afuera, todo dispuesto para las artes culinarias camperas: hay asador con cruz, disco, diferentes parrillas y plancha para verduras.

Ambientes creados para el descanso reparador

El mueble del baño lo hizo José con una pieza de encofrado que hace de mesada y contiene la bacha.
El mueble del baño lo hizo José con una pieza de encofrado que hace de mesada y contiene la bacha. Crédito: Daniel Karp

El piso de tejuelas de barro contrasta con las paredes blanqueadas. Del otro lado de la doble puerta, una alfombra de cuero heredada y una cómoda hecha con durmientes de pino tea.

La cama está vestida con una colcha hindú traída de un viaje, almohadones bordados y un manta de lana (ambos de Tienda Barro).
La cama está vestida con una colcha hindú traída de un viaje, almohadones bordados y un manta de lana (ambos de Tienda Barro). Crédito: Daniel Karp

El sueño reparador parece asegurado en esta habitación que, por acogedora, no pierde frescura. En el fondo, se ve un mueble con espejo hecho en madera de canela patinada y más acá, un baúl comprado en un remate. A la altura de los ojos, el angosto paño fijo ofrece lo único que se necesita para despertar en armonía.

El dormitorio principal se abre al verde en cada uno de sus costados.
El dormitorio principal se abre al verde en cada uno de sus costados. Crédito: Daniel Karp

La estética y el sistema constructivo remiten a los ranchos típicos de la serranía cordobesa, amables cobijos que se distinguen por su tamaño modesto y la calidez de los materiales.

En verano, nada se iguala a las tardes acá.
En verano, nada se iguala a las tardes acá. Crédito: Daniel Karp

Cada verano, la biopiscina se llena de vida con coloridas mariposas, flores y aves, un rincón encantado en medio del jardín que le dio su nombre definitivo al lugar: “La aguada de los pájaros”.

Desde la casa, la vista abierta hacia los cerros
Desde la casa, la vista abierta hacia los cerros Crédito: Daniel Karp

Fuente: La Nación


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