Para este experto, según lo charlado con Ámbito, si el año entrante hay una buena cosecha y el Gobierno puede renovar sus vencimientos, se facilitaría el ingreso de dólares al país, por lo que “es probable que el tipo de cambio pueda manejarse con cierta tranquilidad” y que eso ayude a que siga bajando inflación, pero “persistiendo en el ajuste fiscal”. “En el 2024 la inflación había sido 120%, este año estamos cerrando en 28% y podremos ver una nueva baja el año que viene”, cerró.
Según el último REM que publicó el Banco Central, que recopila las proyecciones macroeconómicas de analistas especializados (consultoras, bancos, universidades, etc.), proyectó una inflación del 19,5% para el 2026, mientras que el tipo de cambio para fin del año próximo lo ubica en $1811,5, un 18% por encima del que prevé a fin de este año en $1.536,33.
Apretón monetario y tasas de interés: las otras variables que mira el mercado
Desde Empiria proyectan que hasta que se decida un cambio de régimen cambiario, la tasa de interés superará a la inflación y al ritmo devaluatorio. “Al momento del cambio, sea por una eliminación o relajación de la banda, si además se acompaña de la liberalización del cepo para los flujos de las empresas, que es la señal de largada para la inversión, el presumible salto cambiario –acotado, no explosivo- invertiría el orden de las variables nominales”.
Para este análisis luego habrá un posterior traslado a precios pero sería acotado -entre 30% y 40%, como ya ocurrió en el deslizamiento cambiario entre julio y septiembre- y la tasa de interés (que llegó a trepar a 135% TNA el martes pasado para empresas) colapsaría a niveles reales positivos pero bajos, “dado que ya sería innecesario retener pesos ante una devaluación esperada, y menos volátil (favoreciendo el ahorro y el crédito)”, ampliaron.
Desde PPI, a su vez, creen que el apretón monetario seguirá cediendo, lo que podría empujar las tasas reales a la baja. “Sin embargo, persisten dudas sobre las expectativas de inflación en las próximas semanas. El rebote esperado en la actividad, junto con una política monetaria más laxa, podrían sostener la inflación en torno al 2% mensual por más tiempo del previsto. Incluso el frente fiscal podría relajarse en los próximos meses, en busca de los consensos que el Gobierno necesita en el Congreso”.
Cabe resaltar que la tasa de interés está sufriendo una fuerte compresión tras las elecciones de medio término. En la actualidad, a falta de tasa de política monetaria, el BCRA utiliza las ruedas simultáneas de BYMA para fijar un nivel que está en estos momentos en el 22% TNA. Esto se logró, además, con algunos cambios que permitieron flexibilizar el apretón monetario como un “roleo” de deuda en pesos más bajó en la última licitación del Tesoro de octubre, y el cambio en el computo de encajes bancarios que ahora la exigencia diaria se bajó al 95%, y el 100% vuelve a ser mensual.
Los tres principales riesgos para el equipo económico
Para Adcap, hay tres riesgos latentes que podrían complicar que las variables económicas alcancen un equilibrio. El primero de ellos es relajar la política monetaria demasiado pronto porque “un error similar al de mediados de 2024 podría desanclar las expectativas y erosionar la credibilidad del Banco Central”.
El segundo punto tiene que ver con una recuperación de la economía que no logre despegar. “Si la actividad no se reactiva, el desempleo podría aumentar y la popularidad de Milei deteriorarse abruptamente”, señalaron desde Adcap.
Y el último tiene que ver con el factor político: una oposición más combativa. “Las facciones más radicales podrían apropiarse de la agenda de reformas para confrontar agresivamente al Gobierno”, remarcaron en el marco de las discusiones sobre la reforma laboral y tributaria.
Para Anzalone, en tanto, “el principal desafío para el equipo económico pasa por mantener el equilibrio fiscal, sin frenar algo la recuperación y, al mismo tiempo, seguir acumulando reservas en un contexto en el que la balanza comercial todavía es frágil. El 2026 se perfila como un año de transición: con menos nominalidad, pero sin margen para relajarse en materia cambiaria ni fiscal”.








