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Uno de cada tres padres cree que dio acceso a las redes sociales demasiado pronto a su hijo

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La llegada de los smartphones y de las redes sociales el conflicto de los padres para a limitar o orientar el tiempo que sus hijos pasan frente a una pantalla ha escalado a niveles muy altos y en muchos casos, los padres se han resignado.

Los padres que tratan de demorar la entrega del primer celular hasta que sus hijos están en la secundaria, o el uso de las redes sociales hasta que tienen 16 años, saben que tendrán que aguantar un lamento constante: “¡Pero soy el único!”.

Una investigación de The New York Times en conjunto a la consultora Harris Poll encuestó a 1006 miembros de la Generación Z y reveló que muchos jóvenes se sienten atrapados, atados a productos digitales como TikTok y Snapchat. Casi la mitad de los consultados lamentaron tener acceso a muchas de las plataformas de redes sociales más populares.

Además, como segunda parte de la investigación, se encuestó en todo Estados Unidos a 1013 padres con hijos menores de 18 años. El panorama general no ha mejorado respecto al año pasado: la sensación generalizada sigue siendo de no poder escapar. Muchos padres les dieron celular y acceso a las redes sociales a sus hijos a temprana edad; sin embargo, muchos desearían que las redes sociales nunca hubieran sido inventadas, y una mayoría abrumadora apoya la aplicación de nuevas normas y políticas sociales que protejan a los niños de los riesgos online.

El 55% de los padres consultados afirma que sus hijos empezaron a ser los usuarios principales de un celular a los 12 años, y el 61 % respondió lo mismo respecto de las tablets. En los últimos 15 años, cuando los niños empezaron a recibir estos dispositivos a una edad cada vez más temprana, el acceso a las redes sociales inexorablemente se incrementó, a pesar de la edad mínima legal de 13 años para que las empresas recopilen datos de menores sin consentimiento parental. Actualmente, entre los menores que usan Instagram, la mitad ya lo hacía a los 13 años, y la misma cifra se replica en Snapchat. En TikTok, la cifra fue ligeramente superior: un 57%. (Son cifras que provienen de los padres, pero queda claro que muchos niños crearon cuentas antes de esa edad, sin el conocimiento de sus padres).

Además, casi un tercio de los padres cuyos hijos usan redes sociales creen que se lo permitieron demasiado pronto, y el 22% opina lo mismo respecto de los celulares. Cabe destacar que para ambas tecnologías, solo el 1% de los padres piensa haber esperado demasiado para habilitárselas a sus hijos. En otras palabras, los padres lamentan las tecnologías que les dieron, no las que les negaron.

Entonces, la pregunta es: ¿por qué tantos padres tomaron decisiones de las que ahora se arrepienten? Una razón importante es que, en el breve período de transición durante el cual los celulares básicos fueron reemplazados por los celulares inteligentes, entre 2010 y 2015, el optimismo tecnológico era desbordante y generalizado. La mayoría de la gente estaba maravillada con esa nueva tecnología y sus miles de usos provechosos, desde las cosas más triviales, como pedir un auto, hasta las más serias y profundas, como derrocar una dictadura.

La idea de “nativos digitales”

En ese entonces, regía la creencia que si el niño era un “nativo digital”, supuestamente correría con ventaja en ese nuevo mundo que se estaba formando a nuestro alrededor. Fue recién a finales de la década de 2010 que la gente empezó a preocuparse, cuando se hizo cada vez más evidente que los niños que crecieron con acceso a celulares inteligentes y redes sociales no estaban mejor adaptados para la vida. De hecho, estaba pasando todo lo contrario: estaban más ansiosos, deprimidos, aislados, y eran más sedentarios e incapaces de concentrarse.

A esas creencias también se sumó la presión social. Más de un tercio de los padres (39%) que les dieron un celular inteligente a sus hijos dicen que habrían preferido esperar, pero sintieron que debían ceder porque muchos de los amigos de sus hijos ya tenían uno. En el caso de las redes sociales, la presión social fue aún mayor: el 54% de quienes permitieron que sus hijos accedieran a las redes sociales dicen que sintieron tener que hacerlo porque muchas otras familias ya lo habían hecho.

Ese “arrepentimiento digital” se refleja más claramente en las respuestas a una serie de preguntas que formularon sobre diversos productos de consumo. La pregunta exacta era: “Cuando pienso en la experiencia de crecimiento de mi hijo, desearía que ____ nunca se hubiera inventado”. Son muy pocos los padres que se arrepienten de haberles dado bicicletas a sus hijos, a pesar de que podemos suponer muchos de esos chicos en algún momento ser lastimaron andando en bicicleta. Por el contrario, la mayoría de los padres perciben el alcohol, las armas y la pornografía como algo negativo, al menos en el contexto del desarrollo de sus hijos. ¿Qué pasa entonces con las tecnologías que hoy dominan la vida de los niños? ¿Se parecen más a las bicicletas o al alcohol?

En cuanto a los celulares inteligentes y YouTube, las respuestas los ubican en un punto intermedio. Alrededor de un tercio de los padres lamentan su existencia, pero la mayoría no. Pero en cuanto a las redes sociales en general, y a Facebook e Instagram en particular, la mayoría de los padres desearía que nunca se hubieran inventado. Y en el caso de X y TikTok, el porcentaje de rechazo fue del 62%: superior al del alcohol e igual al de las armas.

Además, la Generación Z también se arrepiente en igual medida del papel que desempeñó la tecnología en su propia infancia. En nuestra encuesta anterior, descubrimos que el 30% de los adultos de la Generación Z coincidía con la afirmación “Tuve acceso a celulares inteligentes demasiado pronto en mi vida”, y el 34% afirmó lo mismo respecto de las redes sociales. El 45% también coincidió en que si tienen hijos, no les permitirán tener celular antes de la escuela secundaria.

Las cuatro normas para recuperar la infancia

A modo de conclusión, la investigación propuso cuatro normas para ayudar a las familias a liberarse de la trampa de la acción colectiva (la sensación de tener que ceder porque todos los demás lo hicieron).

Para un padre o una escuela es difícil por su cuenta, en soledad. Pero cuando las familias y las escuelas actúan juntas, el cambio es posible. Estas cuatro normas se refuerzan mutuamente, y sumadas ofrecen una hoja de ruta para recuperar una infancia más sana y feliz.

La primera norma es retrasar el uso de celulares inteligentes hasta que los chicos entran a la secundaria. Según los resultados de nuestra encuesta, dos tercios de los padres preferirían esperar al menos hasta los 14 años de sus hijos.

La segunda norma es retrasar el uso de las redes sociales hasta los 16 años, un objetivo que apoya el 73% de los padres, mientras que el 70% apoya que se implemente legalmente una edad mínima de 16 años.

La tercera norma son las escuelas sin celulares, donde los estudiantes están separados de sus dispositivos desde el primer timbre hasta el último, incluyendo el almuerzo y el recreo: el 63% de los padres apoya esa política escolar.

Por último, la cuarta norma es tratar de darles algo mejor que hacer a los chicos: más independencia, libertad para jugar y responsabilidad en el mundo real. El 40% de los padres con hijos de entre 6 y 12 años asegura querer darles a sus hijos más libertad para salir con sus compañeros sin supervisión. Entre los padres de adolescentes, esa cifra asciende al 47%.

Los niveles de apoyo parental trascienden y atraviesan las barreras raciales, socioeconómicas y políticas. La buena noticia es que muchos legisladores, docentes e inspectores escolares también son padres y están promoviendo activamente estas ideas. En Estados Unidos, ya hay diez estados que han promulgado leyes que prohíben el uso de celulares en las escuelas, en otros 21 estados se aprobaron leyes un poco menos estrictas, y otros 14 estados y el Distrito de Columbia también están considerando restringir el uso de celulares en las escuelas.

Asimismo, esto está pasando en otros países. En todas las escuelas de Brasil está prohibido en uso de celulares desde que el chico llega hasta que sale del establecimiento. Por su parte, Australia elevó a 16 años la edad mínima para abrir cuentas en redes sociales, y es muy probable que otros países sigan su ejemplo. Y en Francia, el presidente Emmanuel Macron recientemente anunció su intención de establecer una edad mínima de 15 años para el uso de redes sociales si la Unión Europea no aprueba primero una restricción similar.

Mientras las empresas tecnológicas están ávidas de llenar la vida y las aulas de nuestros hijos con tecnologías nuevas y aún no probadas, como los “amigos” y tutores de inteligencia artificial y otras formas de realidad virtual, es cada vez más urgente que los padres se hagan oír y que los legisladores actúen en consecuencia.

El objetivo de estas reformas no es solo limitar el uso y exposición a las pantallas. Esto va mucho más allá: el objetivo es recuperar la infancia.


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