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Una invitación a Barcelona

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Hay quienes al decir Barcelona piensan en el Barça y los goles de Lionel Messi, y en las ganas de ir a ver gambetear a la Pulga en vivo y en directo. Pero para la mayoría de los que llegan al aeropuerto El Prat, Barcelona es una meta de negocios o de ocio y placeres (aunque buena parte de los «viajeros de placer» arriban en más de 500 cruceros). La capital de Cataluña no ha dejado de sumar famas, y tiene tantas como los recorridos turísticos que se pueden emprender allí. El más espontáneo es darse a festejar la vida durante el día en las cálidas playas y por la noche en las tumultuosas jaranas de los boliches del barrio de Pueblo Nuevo. Lo habitual es caminar boquiabierto, cabeza boca arriba, contemplando los incontables edificios que por su belleza fueron declarados Patrimonio de la Humanidad, e hicieron que el Royal Institute of British Architects otorgara por primera vez a una ciudad la Royal Gold Medal, premio que sólo se daba a un arquitecto mundialmente consagrado por el conjunto de su obra. En Barcelona hay tours que llevan por los grandes edificios del Modernismo, o el Art Nouveau, que pasa por el no concluido Templo de la Sagrada Familia, el parque Güell y La Pedrera, obras emblemáticas del genial Antoni Gaudí. Luego se va a la que se dio en llamar La Manzana de la Discordia porque un conjunto de eximios arquitectos pareciera haberse propuesto en esas cuadras una competencia en el arte de innovar en los diseños.

Como ocurre con Nueva York, París y Madrid, Barcelona es una ciudad que invita a caminar y a perderse por sus calles, llama a ponerse zapatillas o subirse a una bici y no parar. Claro, todo tiene que ver con el tipo de turista que se es. Está el muy ordenado que al llegar ya sabe en qué hotel va a hospedarse y cuáles serán sus excursiones, y está el que improvisa sobre la marcha y le encanta encontrar por sorpresa el Museo Picasso o andando por el Barrio Gótico descubrir un negocito dedicado a música folclórica de Kinshasa, Madrás o Kuala Lumpur.

La más visitada

Las estadísticas confirman de modo contundente que Barcelona es la ciudad más visitada de España por viajeros de todo el mundo, la tercera de Europa y la octava en el mundo. Recibe más de siete millones de turistas anualmente (en los últimos años ha doblado el número de visitantes), su aeropuerto registra más de 30 millones de pasajeros y sus 350 hoteles alcanzan anualmente «13 millones de pernoctaciones» .

Entre los recorridos, el más tradicional lleva a pasear por al Barrio Gótico, comer tapas en una terraza, andar por la inolvidable Rambla hasta llegar a la estatua de Colón y elegir dónde almorzar junto al Mediterráneo. Luego recorrer algún museo, como el de Arte Contemporáneo y, por la noche, ir a escuchar un concierto en el Palacio de la Música, donde puede haber un recital de Serrat. Excursiones menos convencionales alejan de la ciudad, llevan por la ruta de murallas, castillos y fortalezas medievales, o al Camino de los Buenos Hombres, especial para seguidores de «El Código Da Vinci», de Dan Brown, y sus controversiales ideas de que la secta cristiana herética de los cátaros poseía el Santo Grial, que entre sus miembros estaban descendientes de Jesucristo, y que, por profesar contra los bienes materiales y el regreso a la pureza, habían reunido un enorme tesoro que escondieron en uno de sus castillos. Ese itinerario turístico llega al castillo de Monsegur, en Ariete, Francia, andando por los lugares donde anduvieron los cátaros, en los siglos XIII y XIV, cuando huían primero de una cruzada y luego de la Inquisición. Es una excursión atrapante, pero para quien llega por primera vez a Barcelona, lo mejor es empezar por sus puntos top: la catedral de La Sagrada Familia, el parque Güell, el Museo Picasso, el monte Montjuïc, las Ramblas.

Montjuïc (Monte de los Judíos) es un cerro y un barrio. En la falda del monte están las instalaciones que surgieron con los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, como el Estadio Lluis Companys, el Palau Sant Jordi y, entre otros, el antiguo Palacio de los Deportes, reconvertido en Barcelona Teatre Musical. La Torre de Telecomunicaciones de Montjuïc, diseñada por Santiago Calatrava, se ha convertido en emblema del barrio Poble Espanyol, que tiene calles y plazas que son como un catálogo de características regionales de toda España. A ese cerro, sede de teatros e importantes instituciones culturales, se puede llegar por transportes originales como el funicular, que comunica la montaña con el barrio del Poble-sec; el teleférico, que recorre la parte superior de la montaña, o el transbordador, que la comunica con el Puerto de Barcelona.

Las Ramblas demasiadas veces han sido calificadas como «la calle más linda del mundo». Como para no ir a ver si es cierto. Está situada entre la Plaza Cataluña y el puerto antiguo (que se modernizó, haciendo girar la ciudad hasta ponerla frente al mar, al que antes parecía dar la espalda, un poco como está ocurriendo con nuestro Puerto Madero). En las Ramblas hay quioscos de diarios y revistas, flores, mascotas (perros, gatos y pájaros), actores, dibujantes callejeros y artesanos.

Las Ramblas son 5: Rambla de las Canaletas, donde está la fuente de la que se dice que «quien bebe de estas aguas vuelve siempre por aquí»; la Rambla de los Estudios; la Rambla de las Flores o de San José; la Rambla del Centro o de los Capuchinos, y la Rambla de Santa Mónica, que da al puerto. Cada etapa tiene lo suyo, pero al enfrentar el mercado La Boquería es difícil no sacar la cámara y gatillar foto tras foto. Se dice que es el mercado más grande de España, que tiene 11 pasillos y más de 300 negocios. Allí se pueden encontrar desde frutas y verduras orgánicas hasta productos sofisticados y de élite. Tiene un toque tan gourmet que no sólo hay una librería dedicada a libros de gastronomía, sino, además, un Aula Gastronómica, ya clásico lugar de reunión para chef, conocedores y aficionados.


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