Fábrica y negocio de uniformes escolares, Rosario Bz ha sabido convertirse en un referente en Salta. Pero, en el ojo de la tormenta de la pandemia, las escuelas del país han quedado vacías hasta próximo aviso, afectando a varios rubros que le aportaban servicios. Carolina Claure, creadora de la marca, habló con DossierWeb de su actualidad y del futuro próximo de su empresa.
Hace 18 años que esta marca salteña ha gestado una propuesta con características propias, donde la generación local de productos es lo que la distingue de otras ofertas similares de nuestro medio. “Al principio comencé fabricando ropa para chicos. Habíamos hecho muy buenas remeras y gracias a eso algunos colegios se acercaron hasta mi negocio para pedirme que les hiciera uniformes. Hasta ese momento no me había imaginado que el negocio podía ir por ahí”, cuenta la empresaria.
“Y comencé a adaptar los moldes de moda para volcarlos en los uniforme escolares. Hasta ese momento los uniformes eran todos cuadrados. Se veían antiguos, pasados de moda. Por ejemplo a las polleras las fuimos haciendo más modernas, acondicionándolas más a la cadera, no con la cintura tan alta. Y las hicimos con las mejores telas, con las más resistentes y sobre todo lindas”, dice Carolina.

“Con esta propuesta nos fue muy bien, cada vez mejor. Incluso les pude ofrecer a los colegios renovar el diseño de sus uniformes. A algunos jardines, por ejemplo, les fuimos sacando el viejo pintorcito y se lo cambiamos por un joggin y una remera del colegio. Estudié comunicaciones y me especialicé en comunicación institucional. Así que lo vi desde ese punto de vista: el uniforme nuevo, a diferencia del pintorcito que los chicos se sacan apenas ponían un pié fuera del jardín, es lindo, colorido, y por eso le gusta seguir teniéndolo puesto fuera de las horas de clase. Entonces los colegios entendieron que el alumno así puede pasar todo el día mostrando su identidad institucional, su marca. Y aceptaron la propuesta”, cuenta la empresaria.
Relación afectuosa con la marca
De esta manera Rosario Bz rediseñó la identidad de varios jardines y colegios como el jardín de Gimnasia y Tiro, Instituto María del Rosario de San Nicolás, Jardín del Sol, Ojitos de Miel, Minimundo, Verbum, Creciendo Feliz, entre otros. “A todos les reformamos la imagen institucional, les diseñamos nuevos uniformes, chombas, camperas, remeras. Pero sobre todo comenzamos a hacer una producción salteña que hasta entonces no había”, señala.
“Al menos hasta antes de la pandemia, la mecánica de muchos colegios fue la de mandar a hacer al por mayor en Buenos Aires y revender ellos los uniformes. Aunque pasa eso, muchísima gente nos busca porque la calidad es diferente. También porque le interesa la producción local y tener un contacto directo con los fabricantes de la ropa que el chico va a llevar todo el año. Eso los tranquiliza y les crea una relación más cercana con la marca”, dice la empresaria.
“Estos últimos cuatro años no fueron buenos. Antes hubo mucha posibilidad de capitalizarse y así adquirimos maquinarias especiales para lo que queríamos hacer. Así podemos hacer detalles como el bordado, por ejemplo, que le da una calidad diferente al estampado del logo. Pero en estos últimos cuatro años fue mucho el aumento de los insumos. Y no había probabilidad de generar un margen de ganancias que alcancen más que para sobrevivir. Encima de todo eso, este año 2020 directamente fue sabático”, ironiza.
No perder a la gente que trabaja
“Creo que nos toca pensar que si esto se reactiva vamos a tener que enfrentar nuestros negocios con una Argentina distinta. Hoy hay fábricas textiles tradicionales que se han caído. Por ejemplo el blanco, la tela blanca, que tanto se usa en los colegios, es imposible de conseguir. Si hoy vuelven las clases y tengo que retomar la producción, no hay insumos para iniciarla. Bueno, y con el capital estoy esperando que se active el financiamiento”, cuenta Carolina.
“Nos enfrentamos a seis meses de textiles cerrados, han cerrado fábricas como Ceramil y Puna, y antes ya había cerrado Ciudadela. Empresas de toda la vida que ya no van a retomar la producción. Y de las que quedan, tienen demoras de entre 30 y 40 días para entregar los pedidos. Y hay que pagarlos por adelantado”, dice.
“El negocio de nuestra marca está en Dean Funes 595. Pero en este momento estamos sin movimiento. Cómo será de singular la situación actual que tenemos más de 100 pedidos de ropa ya pagada, que ni siquiera lo fueron a retirar. Aunque hasta en el Zoom a los chicos los hacen vestir con el uniforme. Es sorprendente”, describe.
“Ya estamos esperando el año próximo. No tenemos expectativas para este año. Y si me pregunta del alquiler, de los impuestos y servicios, no hubo consideraciones en ningún caso. Pero tenemos que ver la manera de llegar acuerdo porque todo viene igual a cuando estábamos trabajando”, relata Carolina.
“Después de la temporada alcanzamos a comprar mercadería y a empezar una pequeña producción que ahora está sosteniendo los talleres y nada más. Pero con la incertidumbre de no saber si ese producto podrá estar en la calle y ser rentable. En mi caso personal estoy detrás de créditos para reactivar los talleres, no con la esperanza de tener ventas sino de generar un stock para cuando llegue el momento. Y sobre todo para no perder a la gente que trabaja. Ese es un capital irrecuperable”, dice finalmente.
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