Cómo nos cambió la vida en dos años. Solo tenemos que fijarnos en el vocabulario que usamos. En 2021, en España, la Fundéu seleccionó el término “vacuna” como la palabra del año. En 2020, fue “confinamiento” y hace tan solo dos años la palabra seleccionada fue “emojis”. ¡Cuán frívola y despreocupada parece esa elección ahora!
En noviembre, cuando un porcentaje importante de la población mundial ya estaba vacunada y segura de que el fin del 2021 sería una gran celebración, nos sorprendió la llegada de ómicron. Los grandes planes para 2022 salieron volando y hemos empezado el nuevo año ya cansados, con ganas solo de distanciarnos de cualquier responsabilidad individual a la que los representantes institucionales nos obligan.
Sentimos un desapego de lo real que es, ironías de la vida, el perfecto caldo de cultivo para realidades sintéticas. Sobre todo en la era de los deepfakes, cuando la distancia entre lo real y lo virtual es de apenas unas pocas capas.
Además, nos enfrentamos a una serie de incógnitas, que van desde las consecuencias de la crisis climática y el impacto de la subida inflacionaria hasta lo que significa “volver a la oficina”. ¿Cuánto tiempo pasará sin que tengamos respuesta?
Sin embargo, hay algunas cosas que están muy claras. Llevamos más de una década hablando de las migraciones de la población mundial hacia los entornos urbanos. Según la ONU, el 68 % de la población mundial residirá en zonas urbanas en 2050.
Así pues, analicemos los cinco temas clave que ya están impactando nuestra experiencia urbana diaria, y cómo nos afectarán en 2022:
1. La oficina como comunidad
Recientemente fuimos testigos de lo que Anthony Klotz acuñó como “la gran renuncia”: un número récord de personas está dejando voluntariamente sus puestos de trabajo. Esto, unido a un movimiento tendente a fomentar la semana de cuatro días y a la normalización del teletrabajo de 2-4 días a la semana, reconfiguró la definición del tiempo propio y de la oficina como un espacio simbólico, un hub de recarga, al que acudir principalmente para interactuar con clientes, colegas y proveedores.
En esencia, un reconocimiento de que funcionamos en red y dependemos del establecimiento de interacciones sociales. El futuro del trabajo pasa por concebir la oficina como un facilitador de un sentimiento de pertenencia, ya que es posible que se pase de una sede central a minisedes en múltiples ubicaciones.
2. Distritos de energía cero
Alrededor del 70% de las ciudades del mundo ya se enfrentan a las consecuencias del cambio climático, y casi todas corren peligro. Desde el Acuerdo de París de 2015, hubo un esfuerzo colectivo para reducir las emisiones de carbono en las ciudades, que producen tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y consumen dos tercios del total de la energía. Estos esfuerzos se centran ahora en las ciudades a nivel de distrito, en lugar de la ciudad entera, basándose en el principio de los edificios de consumo casi nulo.
La clave de este enfoque es que permite soluciones de colaboración y medidas de abajo arriba que deben complementarse con una mayor concientización ciudadana y un consumo responsable consecuente.
Esto contrasta con las iniciativas llevadas a cabo por algunos ayuntamientos, como consecuencia de la adaptación a la Ley del Cambio Climático, que plantean el establecimiento de zonas de bajas emisiones (ZBE), en las que se restringe el acceso a determinados vehículos en un área muy limitada (en Madrid, por ejemplo, a los que no sean residentes).
El avance hacia los distritos de energía cero reivindica la “ciudad de los 15 minutos”, donde todo lo que importa (escuelas, trabajo, tiendas, etc.) está a esa distancia. Es el regreso a un modo de vida local.
3. Todo como servicio
Al igual que los modelos de negocio tecnológicos pasaron del enfoque de producto al enfoque del servicio y solución, el llamado “todo como servicio” se refiere a una categoría general en la que todo se puede transformar en un servicio y se paga según un modelo de consumo flexible, en lugar de tener una licencia.
El paso de la propiedad a la prestación de servicios permite ciertas libertades, independencia y flexibilidad, pero exige una ciudadanía alerta y activa. Ya no interesa tanto comprar un coche, sino ir del punto A al B, la movilidad como servicio, la seguridad como servicio, o la iluminación como servicio ––como ocurre en el aeropuerto Schiphol de Ámsterdam– son modelos que algunas ciudades ya llevan tiempo ofreciendo a sus ciudadanos.
El potencial de este esquema se ampliará en 2022 y tendrá un impacto positivo continuado en la sostenibilidad.
4. Desconfianza hacia el algoritmo
En definitiva, ¿sabemos lo que es real y lo que no? A finales del 2020, vimos un deepfake de Donald Trump vestido con un jersey navideño, enfadado mientras leía una historia de renos con un giro político para reflejar su derrota en las elecciones estadounidenses y sus intentos fallidos de aferrarse al poder, y a todos nos pareció increíblemente divertido, aunque la verdad fuera bastante más inquietante.
Los algoritmos utilizan un conjunto inicial de datos para aprender: personas, voces, fotos, objetos, movimientos, vídeos, texto y otros tipos de medios, y a partir de esto generan un resultado realista. Sí, los sistemas de inteligencia artificial son capaces de aprender de nuestro comportamiento digital, de la biometría y de los datos personales para mejorar los servicios urbanos, pero los ciudadanos siguen desconfiando de su uso.
Por ejemplo, en Somerville (Massachusetts) se prohibió en 2019 el reconocimiento facial que las autoridades municipales hacían de sus ciudadanos, ya que no sabían cómo se estaban analizando los datos obtenidos y qué decisiones se estaban tomando en base a los mismos. Boston y otras ciudades del mismo estado no tardaron en hacer lo propio.
Uno de los ejemplos de desconfianza más notorios en este sentido fue el de Toronto, donde Alphabet, la matriz de Google, tuvo que retirar su proyecto de ciudad inteligente debido a la oposición por parte de la ciudadanía por problemas de privacidad de datos.
5. Realidades sintéticas y permanentemente antagónicas
Durante la pandemia, el mundo virtual nos ayudó a mantenernos conectados, pero también contribuyó una falsa sensación de conexión. A través de gafas, cascos, u otros gadgets las posibilidades de inmersión se extienden, al igual que nuestra capacidad para desaparecer hacia un mundo distinto del real sin que nuestra vida pierda un ápice de intensidad. Sin embargo, cada vez más gente se siente sola y aislada.
En este entorno, llegan las oportunidades que nos ofrece el metaverso, un espacio de realidad virtual en el que los usuarios pueden interactuar con otros usuarios y en el que se paga con criptomonedas. De hecho, estos pagos se están normalizando, y ya aparecieron numerosos kioscos y cajeros cripto en diversas ciudades: en Palma de Mallorca hay 15, en Viena hay 70 y en Los Ángeles hay más de 1000.
El pasado diciembre, la capital de Corea del Sur se significó como el primer ayuntamiento cuyo plan a 5 años se desarrollaría en el metaverso. Hasta ahora, vimos avatares dando información como parte de un servicio público municipal, pero en 2023 habrá un Seúl para sus primeros turistas metaversos.
Estos son los cinco temas que formarán parte de nuestra vida urbana a lo largo de 2022. Nuestros entornos construidos, tanto en el sentido físico como en el digital, moldean nuestras vidas y nuestro futuro, pero nosotros también contribuimos a darles forma a ellos. No somos meros habitantes pasivos del entorno urbano, sino que contribuimos a su cogeneración, sobre todo en nuestro entorno más local. Asumir esa responsabilidad en el inicio de un camino hacia un futuro sostenible.
Por: Cristina Mateo Rebollo
Fuente: La Nación