Diego Saravia es uno de los tantos que debió reinventarse en la pandemia, toda su vida trabajó en el campo y por problemas de salud debió hacer una cuarentena muy estricta, por ser un paciente de riesgo, en su casa se desafió a hacer fiambres artesanales y hoy vende a todo el país.
En diálogo con Dossier Web contó su experiencia. “Tengo una Charcutería artesanal que nació en medio de la pandemia, allí me desafié a hacer algunos fiambres y tuve éxito”.
Explicó que una chacutería es una carnicería que se dedica a vender todos los productos elaborados a base de carnes de cerdo, pero luego se comenzó a utilizar con carne de vaca y cordero.
“Todos los productos se realizan de forma artesanal, hablamos de chorizos, morcillas, butifarra, también los fiambres cocidos y untables, los patés; también fiambres los fiambres crudos que son productos chasinados, la bondiola, el jamón, la panceta, los lomos, que tienen que estar colgados para maduración durante tiempos diferentes”.
Diego resalta que su trabajo es 100% artesanal porque cada pieza es sala a mano y luego viene el curado. “Yo elaboro son fiambres crudos, la bondiola, el lomo de cerdo en diferentes variedades, al pimentón, con blend de pimientas, y ahumado. También hago un fiambre que se llama bresaola, que muy conocido en Italia y se hace con el peceto de la vaca, originalmente se realiza con el peceto del caballo, pero aquí no hay industria, se reemplazó, lleva una maduración de tres meses”.
Mientras comenzaba el aislamiento obligatorio recordó que su abuelo hacía una carneada al año para fabricar fiambres y embutidos para toda la familia, “en ese momento un amigo me mandó charqui y ahí pensé cómo pude ser que no haya aquí un fiambre de vaca y me puse a investigar y encontré la bresaola y decidí hacer una pero como tengo varias hermanas hice tres y salieron muy ricas”.
Cuando se lograron juntar para degustarlas una de ellas que había estado en Italia y la había probado “me dijo que estaba muy buena, ahí mi esposa y mis hermanas me motivaron a hacerlas para venderlas”.
“Me animé comencé con muy poco y en medio de la pandemia, me puse a estudiar muchas recetas hasta que encontré la medida justa”, el desafío siguiente era ver cómo haría para promocionarlas y fue allí cuando decidió subir algunas fotos a Instagram.
“Quería ver qué pasaba y explotó, y ahí vi que es una herramienta fundamental para todos los emprendedores, hoy tengo clientes de Córdoba, de Santa Fe, de Buenos Aires, todos los meses me hacen pedidos. Al punto que inclusive me esperan porque los productos llevan su tiempo de estacionamiento y los van encargando”.
Para producir a mayor escala necesitó invertir en varias cosas, entre ellas en una máquina envasadora al vacío para poder mandar sus productos a distintos puntos del país.
“Decidí no abrir una tienda física porque no quiero descuidar la elaboración que la hago yo en un 100% y siempre de forma artesanal por eso únicamente vendo por Instagram y Twitter, me ha resultado muy bien y estoy contento de haber descubierto este nicho”.