Tenía 67 años y representaba a la cuarta generación de una familia pionera de la producción de los buenos vinos de Cafayate. La historia que allí había comenzado a escribir a fines del siglo XIX su bisabuelo, José Fortunato Lávaque, tuvo en épocas más recientes otros amargos momentos que llevaron los desafíos a Mendoza.
Y fue justamente él quien, con respecto y pasión, empezó a escribir hace veinte años en los arenosos suelos cafayateños las páginas del reencuentro con el antiguo legado familiar.
Con la adquisición de las bodegas La Rosa y El Recreo a Michel Torino marcó en 1993 el retorno de su familia a la tierra natal.
Aunque siete años después se desprendió de La Rosa, con El Recreo ayudó a consolidar la imagen de Cafayate como cuna de excelencia en vinos.
Con generosidad, cedió tierras y abrió el juego a nuevos actores de la industria bodeguera, a la par de la cual crecieron emprendimientos turísticos.
Retorno a las fuentes
Aunque de joven había emprendido diferentes negocios, desde comienzos de la década los setenta empezó a interesarse, cada vez más, en la actividad vitivinícola familiar. Como primera meta, se propuso ampliar la escala de comercialización de los productos elaborados por su padre, Gilberto Lávaque, quien en Cuyo supo crear grandes vinos de exportación.
Concentrado en la expansión, pidió consejos a un amigo de la familia, Freddy Mattei, un especialista en comercio quien más tarde sería su socio. A partir de 1982, pasó a hacerse cargo formalmente del negocio familiar y con el acompañamiento de su amigo logró que Bodegas Lávaque ganara fuerte presencia en el mercado de los vinos.
Luego de diez años, sus esfuerzos se concentraron en la búsqueda de nuevas oportunidades en Cafayate y en los noventa sus vinos volvieron a contarse entre los más prestigiosos de la región. Esta etapa coincidió con el ascenso de la ciudad cabecera de los Valles Calchaquíes a “Capital de los Vinos de Altura”.
Quienes trabajaron a su lado, aseguran que invertir en Cafayate fue para él mucho más que un negocio, por lo que representaba volver a cultivar esas tierras donde su bisabuelo, de origen libanés, había empezado a escribir el legado familiar en 1870 con la firma bodeguera y de ramos generales La Cafayateña.
Uno de los hijos de José Fortunato Lávaque, Félix, continuó con la tradición vitivinícola e incorporó nuevas tierras y viñedos. Uno de ellos, de uvas tintas Malbec, Cabernet Sauvignon y Tannat, se mantuvo hasta el presente con las mismas variedades emblemáticas e inspiró a uno de los grandes vinos que Rodolfo Lávaque concibió junto a su socio y su hijo, Francisco: Félix. Otra de sus creaciones, Quara, también se ganó un lugar entre muchos salteños.
Un legado de sueños tejidos por cinco generaciones
En 1970 José Fortunato Lávaque, un inmigrante de origen libanés, plantó las primeras vides nobles en Cafayate, inspirado en las artes del continente europeo.
En 1889 su hijo, Félix Lávaque, tomó la posta y elaboró el primer vino de alta calidad en los Valles Calchaquíes.
En 1930, Gilberto Lávaque, el menor de los hijos de Félix, llevó la tradición familiar a la provincia de Mendoza, donde fundó Bodegas Lávaque San Rafael.
En 1993 Rodolfo Lávaque, hijo de Gilberto, adquirió Michel Torino -con las bodegas La Rosa y El Recreo incluidas- y marcó de esa forma el reencuentro del legado vitivinícola familiar en las tierras donde su bisabuelo había plantado los primeros viñedos nobles a fines del siglo XIX.
Junto con su socio, Freddy Mattei y su hijo Francisco, un joven enólogo recibido en California (Estados Unidos) en 2003, Rodolfo Lávaque llevó a El Recreo a su máximo crecimiento y expansión. Francisco, quien encarna a la quinta generación familiar, dirige desde hace un tiempo la tradicional bodega de Cafayate, que ganó presencia en la plaza interna y los mercados internacionales con más de un vino de excelencia. Félix y Quara son dos de esos buenos varietales que cobraron vida en los últimos tiempos.
Fuente: El Tribuno