Florencia Campos es una emprendedora nata. Si bien es una reconocida estilista, con dos décadas de trayectoria a pesar de su juventud, su deseo por innovar y crecer la impulsó a buscar crear algo más. La pandemia fue una bisagra donde ocurrió el clic: una charla que tuvo con Magdalena Day, su socia, fue el germen en su pasión por transformar y ponerle un norte a su búsqueda. Investigó sobre textiles, conoció mujeres que en sus manos hilan una cultura ancestral, y tras años de trabajo previo, co fundó Chica | Natural Feeling. Chica produce en Salta carteras en las que se fusionan el arte textil ancestral con un diseño moderno y alta calidad. Por este logro, hace poco Campos fue distinguida con el Premio “Semilla de Cardón” a la Joven Empresaria del Año.
Entrevistada por Dossierweb, Florencia Campos reconoce pone en valor el rol fundamental de las artesanas tejedoras de los Valles Calchaquíes que aportan su saber ancestral, destaca la fusión y la calidad que se logra en el diseño, y la importancia de crear un producto consciente, ético y con impacto social. Elogia no producir en serie sino respetando los tiempos de creación de los textiles, cuenta qué es producir con propósito, de modo artesanal y con trazabilidad de todo el proceso que involucra poner manos del cliente un producto que tiene raíces ancestrales.
Especial Dossierweb
Campos destaca el proceso lento y consciente de sus productos, que reivindican el valor del tiempo y de lo artesanal
– ¿Cómo nace Chica Natural Feeling como producto? ¿Qué te llevó a querer transformar ese arte que hacen mujeres de los Valles en un producto consciente que se inspira en nuestra cultura ancestral?
– Yo quería crecer. Tenía y tengo mi peluquería pero estaba en mi cabeza crecer. Sentía que con la peluquería llegué hasta un punto y no quería abrir sucursales, y que no fuera a través del servicio porque sentía que quedaba atrapada todo el tiempo. Trabajo con Lóreal y en ese momento trabajaba en un proyecto donde capacitamos en un oficio a mujeres en situación de vulnerabilidad. Y un día, en mi peluquería, en pandemia, le pregunté a una amiga, Magdalena Day, que actualmente es mi socia, cómo podía crecer sin hacerlo a través del servicio. Y me dio que tenía que hacer algo a través de un producto, de algo que no requiera de tu tiempo o de tus manos. Pensé en trabajar una línea de productos de cosmética relacionadas con la peluquería y que sea 100% natural, que no tenga químicos, y esa idea despertó todo un universo relacionado con saberes ancestrales. Empecé a ver que los artesanos de Cachi nos contaban sus saberes, que era súper valioso. Y ahí empezamos a trabajar en la investigación de este tipo de plantas y que podíamos empezar a desarrollar. Trabajamos en el desarrollo de un laboratorio, con autorización de ANMAT, y seguimos apostando a que podemos unir saber ancestral, tecnología e innovación. Eso me fascinó, pero al ser un proceso tan lento, fui viendo y conociendo las historias de esta gente, cómo vivían, qué hacían, y ahí entré al mundo de los tejidos.
– ¿Los tejidos, o las historias de esas mujeres fueron el click entonces?
– Sí. Las condiciones de las mujeres no eran buenas. Había un índice de suicidio en chicos, mujeres golpeadas. Y nos pareció que allí estaba esta idea de mujeres que tenían naturalmente el oficio de transformar. Y surgió la idea de poner en valor todas las técnicas ancestrales que están vivas en Cachi. Y fíjate que Chica, nuestra marca, es Cachi al revés. Y todo vino de investigar, de preguntar, de conocer secretos.
Para Campos, la trazabilidad como el impacto social es fundamental, tanto como el respeto a la cultura y el bienestar animal
– ¿Ahí gestaron esta mixtura de elaborar carteras, bolsos, elementos utilitarios y funcionales para la mujer de hoy?
– Una cosa fue llevando a la otra. Cuando uno emprende, empieza a tratar de descubrir qué es lo que te apasiona, y eso puede ir mutando desde la idea original a otra cosa, todo se va adaptando. Hoy hemos llegado a tener productos de alta calidad y conscientes. Comercializamos productos de marroquinería con cuero de calidad de exportación, con una emprendedora local, Stefanía, de La Mata Cueros. Y además trabajamos con distintas artesanas, que ponen su saber a través del tejido en telares, el barracán, el tafetán, pashminas de vicuñas, o productos o elementos que requieren de técnicas que van pasando de generación en generación. Todo eso se fusiona y se transforma. No es el mismo producto que encontrás en los Valles Calchaquíes, sino que les aportamos herramientas a cada una de estas mujeres, y con innovación y diseño, las unimos con distintos diseñadores, con una inversión en herramientas como máquinas de coser, implementos como cierres, las fusionamos. Y como comercializadora tenemos el objetivo principal que es poder sacar todos estos productos y competir a nivel internacional porque tenemos un producto de calidad de exportación.
– ¿Cómo es el proceso de los tejidos?, ¿cómo surgen los diseños y la fusión? Porque vemos que hay productos que llevan nombres propios, imagino que inspirados en mujeres de Cachi, con mucho de una cultura americana.
– Tenemos una alianza con Hilando Culturas, donde están las artesanas con sus historias hermosas de vida. Nosotros comercializamos lo que ellas producen, y en ese mismo lugar está Estefanía, que es una de las emprendedoras con las que también trabajamos en alianza, en marroquinería y cueros de calidad. Y cada una de las artesanas tejen en distintos telares, con 2 o 4 pedales. La selección de la materia prima es el alma del proyecto porque ellas van creando y se respetan los tiempos. Eso es algo muy importante dentro de nuestra marca. No vamos y compramos, sino que el artesano sabe cuándo se esquila, dónde, qué parte se utiliza, y cómo se emplea.
Chica utiliza lana de llama, oveja o chaguar, y cada fibra que se crea con ellas, al ser irrepetible, le da una ventaja para exportar
– Son grandes diferencias con los procesos industriales de la moda, de producción en serie.
– Totalmente. En el taller tenemos varias artesanas. Por ejemplo, Agustina teje vicuña y ella urde, o trabaja 600 puntos en el telar. Todo el proceso dura aproximadamente 6 meses, entre que se esquila la vicuña, se limpia la lana, se hila, después se hace doble hilado, y van urdiendo. Tiene un proceso increíble. Es muy importante trabajar en la trazabilidad, y en algún momento se pone en valor a la artesana que trabajó en esa pieza creada a partir de su saber ancestral.
– Hay casos notables en el mundo, en Inglaterra por ejemplo, de productos textiles con trazabilidad, donde se le cuenta al comprador desde la esquila hasta cómo fue elaborada la prensa, de modo consciente.
– Sí, es así. Así es el alma del proyecto. Nosotros no vendemos carteras sino historias que conectan con nuestras raíces y el legado de los antiguos artesanos, con propósito e impacto. Las manos que tejen cuentan historias. Qieremos llevar al mundo nuestra cultura y lo que hacen estas mujeres, respetando los tiempos de creación. Eso ponemos en valor. No pasamos por encima de nadie, ni le faltamos al tiempo. Cada cosa a su ritmo y de manera consciente, respetando cada persona que forma parte del proceso. Es por eso que hoy logramos tener un producto de este tipo de calidad. Y por supuesto que no producimos en serie.
– ¿Cuánto llegan a producir?
– Hoy el taller puede producir al mes, en un turno de mañana, casi 200 bolsos. Y si contamos la tarde, podemos producir entre 400 y 500. Por supuesto que esto se puede agrandar a medida que surja la necesidad de expandir y sumar artesanos.
Las piezas comienza en las manos de las hilanderas, y el resultado es un hilo único que revela la autenticidad de lo hecho a mano
– ¿Y le pones un tope a esa producción, para que ese producto sea original y no seriado?
– No es un modelo industrial. De hecho, por lo general, nuestros diseños son muy clásicos, porque valoramos que es algo que te compras para toda la vida. Por el tipo y calidad del material con los que trabajamos, es algo que te durará toda la vida. ¿Cuánto te dura un pocho o un bolso de cuero real?. Toda la vida. Entonces, si bien podemos ser un poco disruptivos en algún que otro diseño, donde se puede fusionar lo cultural con la tecnología y el diseño, nuestra gama respeta mucho una esencia más clásica. Cuidamos mucho la esencia de cada confección, de cada pieza, por eso tenemos un tope y vamos viendo también en base a cómo se va moviendo el proyecto. El año pasado recién abrió Hilando Culturas, el lugar donde hoy se produce. Antes de salir, construimos todo lo que íbamos a requerir. Por ejemplo, tener a los artesanos en situaciones dignas, que tenga su espacio y las maquinarias necesarias, que conozcan de cuero y eso implicó capacitarlos, ver con qué cooperativa se trabaja por la lana, que estén certificadas, si nuestro compromiso sacarlo al mercado internacional es conocer cómo es la competencia, cómo seguimos agregando valor a nuestra cadena a través de certificaciones, de cuidado animal, de trabajo digno. O sea, son muchas cuestiones que se tuvieron en cuenta antes de sacar un producto, y por supuesto que vamos a seguir trabajando para sacar el mejor producto.
– ¿Se puede producir entonces de modo consciente, respetuoso, sin prisa?, te lo pregunto porque la moda como industria está marcada como contaminante.
– Sí, por supuesto se puede producir de modo cuidado. Y así queremos seguir trabajando y demostrar que eso forma parte de la cadena de valor. Hoy el descarte, el consumo masivo que ahora está pasando con productos de China y el ingreso de nuevos productos, no sé es consciente a la hora de comprar, de consumir. Todos somos un poco así. También tiene que ver con un estilo de vida. Nuestro producto no es para cualquier persona, sino para una persona que entendemos tiene un nivel de conciencia distinto, que es coherente con su vida en general. Por supuesto que son dos cosas distintas, lo que hacemos nosotros y lo que hoy también este sucede en el mundo, pero nosotros marcamos la diferencia y hacemos algo distinto, por nuestras artesanas, por nuestra cultura, por el medio ambiente. Es un todo.