De rostros perfectos a rostros reales: ¿Cómo han cambiado los estándares de belleza desde los 80s hasta hoy?

Informado por la plataforma de investigación de Getty Images, VisualGPS, el análisis revela que, a medida que los consumidores interactúan cada vez más con plataformas visuales, la forma en que se representa la belleza en el marketing y la publicidad no solo moldea su identidad personal, sino que también impacta directamente en sus decisiones de compra.

Según el análisis visual de los expertos de Getty Images, la estética facial de los años 80 se definió por la exageración: maquillaje intenso, peinados voluminosos y estilos atrevidos, tanto en mujeres como en hombres. Fue la era del mullet, los bigotes y el uso visible del maquillaje masculino. En los 90, esa energía desbordada dio paso a una estética más andrógina y minimalista, influenciada por el heroin chic de las pasarelas, la edad dorada del hip hop y, hacia el final de la década, la cultura grunge, con pieles pálidas, rasgos angulosos y un estilo deliberadamente despeinado y sobrio.
A finales e inicios de nuestra década dominaba el Instagram face: piel impecablemente lisa, labios voluminosos, pómulos marcados y ojos almendrados enmarcados por pestañas dramáticas. Una estética globalizada, moldeada por filtros, tutoriales y el acceso creciente a la medicina estética. El resultado: rostros homogeneizados, donde lo aspiracional se volvió replicable.
Hoy vemos surgir leves señales de cambio. El snatched face —tenso, pulido y perfectamente esculpido— empieza a ceder terreno al sunken face: un rostro más hundido, con cejas decoloradas que restan volumen y expresividad. En pasarelas como Cannes, cobraron fuerza tendencias como las ghost lashes —rostros completamente maquillados, pero sin rastro de máscara de pestañas— que, en un contexto de ajustes económicos globales, parecen anunciar que la piel, más que nunca, será la protagonista.
¿Qué significa esto para las marcas de belleza en América Latina?
Sin embargo, los estereotipos visuales siguen limitando la conexión emocional de las marcas con sus audiencias. Por ejemplo, el concepto de envejecer se representa de manera muy reducida: el 80% de las imágenes muestran solo a personas mayores de 60 años, ignorando momentos clave que también forman parte de esa experiencia, como la pubertad, las primeras canas o los cambios sutiles de la madurez. Además, las mujeres mayores suelen aparecer sólo como mujeres delgadas, glamurosas, con cabello canoso perfectamente liso y piel tersa—mientras que los hombres mayores, simplemente, no aparecen.
“En un mercado saturado, la capacidad de conectar visualmente es una ventaja competitiva. El nuevo consumidor no solo quiere ver belleza generalizada. Quieren ver belleza que se vea y se sienta personal y específica. Las marcas que están liderando la conversación son las que comprenden que la estética visual no solo moldea la identidad, sino que impulsa la lealtad. Apostar por imágenes y videos reales es más que una decisión creativa: es una estrategia de marca.” Puntualizó Malave.