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Opinión: por qué fracasó el esquema de metas de la inflación

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En el marco del acuerdo con el FMI se anunció que no habría metas de inflación para 2018. Las metas anunciadas previamente -primero, 5% y luego, 15%- se estrellaron ante la pétrea realidad. Tras ello, se optó por no anunciar ningún objetivo inflacionario para el año en curso, aunque se planteó un 22% de aumento entre junio de 2018 y el mismo mes de 2019.

El esquema de metas de inflación parte del supuesto de que la inflación es un fenómeno puramente monetario y que puede ser combatido utilizando exclusivamente la política monetaria. El segundo supuesto es que la tasa de interés es el canal adecuado para transmitir la política monetaria.

De este modo, un aumento en dicha tasa contrae la oferta monetaria, lo cual deprime la demanda de bienes. El tercer supuesto es que los precios nominales son flexibles tanto al alza como a la baja.

Pero en países de alta inflación, como la Argentina, la inflación es un fenómeno multicausal: generalmente se mezclan componentes monetarios, no monetarios e inerciales. Por ello, el éxito de cualquier estrategia anti-inflacionaria que se encare requiere de un enfoque integral que ataque al conjunto de los factores inflacionarios.

Utilizar sólo la tasa de interés para combatir la inflación es como querer matar a un elefante con una pistola calibre 22, aunque sus disparos sí puedan ser letales para el nivel de actividad. Es que el peso de los bienes sujetos a comercio internacional en la canasta de consumo promedio se ubica por debajo del 50%: el resto son bienes no transables.

Por lo tanto, el manejo de la tasa de interés como herramienta anti-inflacionaria tiene, en el mejor de los casos, impacto sobre menos de la mitad de los bienes que se consumen.

En segundo término, el escaso desarrollo financiero de la Argentina, donde la relación crédito o depósitos respecto del PBI es muy reducida, torna baja o nula la efectividad de la tasa de interés como canal de transmisión de la política monetaria. La tasa de interés es tan sólo el costo de oportunidad de la tenencia de dólares y sólo opera sobre el mercadocambiario.

En cuanto a la flexibilidad de los precios, existe abundante experiencia de que, en la realidad, no en los manuales teóricos, los nominales son mucho más flexibles hacia arriba que hacia abajo.

En consecuencia, la contracción de la demanda opera primordialmente haciendo caer la cantidad producida antes que generar una baja en aquellos.

Adicionalmente, si se pretende que las metas operen sobre las expectativas, deben ser creíbles. Sólo así pueden servir para anclar las expectativas de los agentes económicos. Como puede advertirse, ninguna de las condiciones para el éxito de un esquema antiinflacionario se verificó en los últimos dos años. No es de extrañar que el fracaso haya sido el resultado.

Autor: Víctor Becker es Director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano.


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