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¿EL FIN DEL EMPLEO? ESTAS SEIS EMPRESAS ARGENTINAS GASTAN MILLONES EN AUTOMATIZACIÓN

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El miedo a perder el trabajo a manos de las máquinas es fácil de detectar: basta con estar atento a la popularidad de notas periodísticas con títulos que hablan, por citar un caso, de la cantidad de trabajos que se perderán por “culpa” de los robots para dar cuenta de este temor. Mientras tanto, la automatización continúa su avance.

El objetivo de las empresas es, según los consultados, aumentar la productividad sin la necesidad de que crezca la plantilla de empleados en un país donde, por los motivos que fueran, el costo laboral es alto. Esta utilización intensiva de la mano de obra conspira contra el crecimiento del empleo. Quizás por eso, algunas de las mayores empresas del país, consultadas por esta nota, hayan declinado participar en ella: decenas de compañías multinacionales, de consumo masivo al sector automotor, se excusaron. Si bien no constituye una muestra estadística contundente, en un país como el nuestro el rumor mismo de la pérdida del empleo puede ser contraproducente. Sin embargo, hay casos de éxito.

 

Mano de obra intensiva: Sinteplast y Femsa

La compañía de capitales argentinos Sinteplast invirtió US$ 22 millones para automatizar el proceso de almacenaje que tiene lugar en su centro de producción en Ezeiza. Para esto, implementaron un depósito automático con tecnología ABB proveniente de España y cinco transelevadores Daifuku, además de incorporar dos robots que realizan el armado de pallets. Lo que motivó el automatismo, dice Daniel Laino, gerente de Producción de la compañía, fue la falta de espacio en la planta y la necesidad de flujos elevados. Por eso comenzaron a considerar, y luego implementar, la instalación del depósito automático de 37 metros de altura con 10 pasillos.

Daniel Laino y Martín Muller (Sinteplast)

“No teníamos espacio para crecer en superficie y además esto nos permite cuidar la salud de los empleados, porque automatizamos procesos de repetición de movimientos y traslados de carga pesada que pueden llegar hasta los 30 ó 40 kilos por envase.” Según Martín Muller, gerente de Planificación y Distribución, la otra razón que los impulsó a tomar esta decisión fue una necesidad del mercado: la empresa ganó share dentro de la Argentina, alrededor de un 15 por ciento por año en el último lustro, y esto los llevó a pensar en una operación crecientemente automatizada.

“Tuvimos que cambiar la calidad de la mano de obra, darle capacitaciones, e incorporar entre 30 y 35 personas por año; históricamente, un operario de producción era alguien con educación básica y ahora requiere de conocimientos específicos”, puntualiza Laino. “Nunca tuvimos la intención de reducir personal pero sí queríamos hacer más con lo que ya teníamos”, agrega. Los dos voceros de la compañía acuerdan en que la opción era automatizar, comprar una planta nueva o dejar de crecer.

 

“El automatismo te ayuda, además, en la toma de decisiones más rápidas, ya que tenés trazabilidad de todos los procesos”, sostiene Muller. Un problema con el que se encontraron fue que tuvieron que importar casi todos los equipos. “No hay proveedores nacionales a la altura todavía, aunque sí compramos materiales como redes de incendio acá en la Argentina”, comenta Laino.

Históricamente, un operario era alguien con educación básica. Ahora no.

El próximo paso será, en 2018, traer un nuevo robot como parte de la estrategia global de la empresa de continuar el proceso de integración vertical con el objetivo de seguir creciendo dentro del mercado interno, así como para aumentar el volumen exportado tanto a países de la región como a, por ejemplo, Cuba y la India.

Por su parte, la embotelladora Femsa incorporó 22 LGV, vehículos guiados por láser que son conducidos con un software WMS, para realizar el movimiento de mercadería dentro del depósito que la empresa de capitales mexicanos tiene dentro del predio del Mercado Central en Tapiales. El centro de distribución comenzó a operar en 2010 y hoy ocupa una superficie de 28.000 metros cuadrados. La inversión inicial fue de US$ 23 millones y a eso hay que sumarle US$ 6 millones para automatizar distintos procesos como el sistema de armado de packs y otro de clasificación de envases, así como la mencionada automatización del almacenado.

Pablo Nietto, director de la Unidad Operativa Oeste de Femsa, cuenta que este centro es el más automatizado y que incorporó más tecnología de todos los que la compañía posee en los distintos países en los que opera. Eligieron los LGV provistos por la empresa italiana Elettric 80 por su versatilidad.

“Tiene menor densidad que un robot típico, pero es más flexible al momento de almacenar productos de diferentes maneras”, explica. “Nunca la salida de funcionamiento de un LGV afecta más que al 5 por ciento; mientras que, por ejemplo, si sale de servicio uno de los cinco robots que tiene Molinos Río de la Plata, se quedan sin el 20 por ciento de la operación.”

En esta planta, utilizan un sistema de estanterías Twin Load (habitual en el mercado) que “combinado con los LGV es el mejor de los mundos posibles, tenés cero errores; no hay posibilidad de que los robots golpeen las estanterías, lo que sí podría pasar con montacargas operados por humanos”, desarrolla Nietto.

“Estos robots, al final de cuentas, reemplazan gente”, reconoce el ejecutivo. “Pero—aclara—, absorbimos en crecimiento tomando gente y además incorporando tecnología.”

 

Apuestas federales: Laboratorio Gornitz e INTA

El laboratorio Gornitz, en tanto, adquirió un sistema automatizado de análisis y validación de sangre y otras muestras de la firma alemana Siemens. Pablo Gornitz, médico de la Universidad Nacional de Córdoba y dueño del emprendimiento que supo fundar su padre en Villa María (Córdoba), cuenta orgulloso que este equipo es el segundo en su tipo en la Argentina y el décimo en América latina. “

Laboratorio Gornitz

Es un sistema de transporte y clasificación diseñado para trabajar con volúmenes que nosotros no teníamos”, explica. “Cuando crecimos en volumen, surgió la necesidad de crecer, de comenzar a trabajar de manera diferente.” Gornitz firmó un acuerdo con la empresa alemana por siete años que incluye el equipo, llamado Aptio, el software, de nombre CentraLink, los reactivos para realizar los análisis y dos visitas por año de ingenieros de Siemens.

Como referencia de un contrato con cláusula de confidencialidad incluida: el valor total de las compras que el laboratorio se comprometió a realizar será de US$ 8 millones. El convenio se firmó en septiembre del año pasado y, en pocos meses, el director del laboratorio estima que van a incorporar un módulo nuevo que les permitirá aumentar la productividad un 100 por ciento.

El proceso que automatiza la Aptio (el transporte de las muestras de un equipo de análisis al otro) antes se hacía de forma manual. El software, por su parte, coordina el trabajo y es capaz de analizar resultado por resultado y, si se cumplen una serie de parámetros, hasta puede firmar los resultados de manera autónoma.

Con este sistema, hasta el 80 por ciento del trabajo del laboratorio estará optimizado por el proceso automatizado. La posibilidad de aumentar la productividad le permite a Gornitz planear la contratación de personal para que haga las tareas que no pueden automatizarse, que tienen que ver con la atención de las personas e instituciones que les envían las muestras para los análisis (trabajan con otros laboratorios, así como con instituciones públicas de Córdoba, San Luis, La Pampa y Santa Fe).

Otro buen ejemplo es el del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y DeLaval, un fabricante sueco de soluciones tecnológicas para el campo. Firmaron hace dos años un convenio de cooperación tecnológica para evaluar la factibilidad de un sistema productivo que incluya la automatización. La instalación se realizó en la estación del INTA en Rafaela, provincia de Santa Fe. “Es un sistema de ordeño voluntario que incluye un brazo robótico que ordeña las vacas y que realiza las tareas de desinfección, así como la colocación de la pezonera”, relata Miguel Taverna, un ingeniero agrónomo graduado en la Universidad Nacional del Litoral que, en tanto profesional del INTA desde hace más de 33 años, es el encargado de coordinar el Programa Nacional de Lechería de la institución desde 2005.

Este tambo automatizado, además, va registrando “datos de cantidad de producción de leche, el estado de la mama; tiene toda una serie de sensores que permiten detectar problemas de salubridad de la vaca”, puntualiza. Las máquinas son importadas en su totalidad, aunque algunas piezas del ordeño se fabrican en el país. Con el convenio, DeLaval busca validar su tecnología en un sistema productivo pastoril como el que se utiliza en la Argentina, diferente al de Europa.

“Durante estos dos años se ajustó el trabajo y se evaluaron todos los componentes del sistema así como el proceso de adaptación de los animales”, menciona el ingeniero. Todo el sistema, dice Taverna, cuesta entre US$ 130.000 y US$ 150.000 y cada unidad robótica permite ordeñar 60 vacas por día. Otro dato significativo es que tanto el brazo robótico como el resto del sistema automatizado de puertas en los corrales se manejan con una App móvil. “La mayor parte de los problemas puede resolverse desde el celular o una computadora”, sostiene el profesional.

 

Automatización soft: Farmacity y Anses

Pero no toda automatización tiene que ver con robots. Hay otras que están más cerca de los procesos de transformación digital, en mayor o menor medida. Un ejemplo es el de Farmacity, la cadena de farmacias parte del Grupo Pegasus, que comenzó en febrero con la automatización del proceso que engloba la apertura de nuevas tiendas e involucra a gran parte de las áreas de la compañía: arquitectura, legales, finanzas, compras, operaciones y otras.

“Es un proceso bien cross y que al no estar automatizado depende de la buena voluntad de quienes participan”, indica Silvina Lanari, CIO de la empresa. Lo primero fue definir todo el proceso, punta apunta, y para esto tuvieron que ponerse de acuerdo entre los sectores involucrados. Así, cuenta la ejecutiva, lograron mejorar muchos procesos de gestión. Luego pasaron a elegir la herramienta: se decidieron por Nimtext, una plataforma de automatización de flujos de trabajo. El motivo es que trabaja con Sharepoint, de Microsoft, lo que les facilita la gestión ya que pueden asignarlas distintastareas dentro de Office 365.

“Cuando sabés cuáles son los cuellos de botella, son más fáciles de resolver.” –Silvana Lanari, CIO de Farmacity.

“La automatización en sí es lo más rápido. En un proceso que involucra a seis o siete áreas y más de 100 personas. Tomó más tiempo definir el proceso, cuáles eran las mejoras a realizar, cuáles son los tiempos máximos y mínimos”, señala Lanari. “Cuando sabés cuáles son los problemas y los cuellos de botella, son más fácil de resolver; ahora tenemos documentados todos los acuerdos de servicio, por ejemplo.”

Comenzaron las consultas en febrero y, cuando finalizaron en mayo, se lanzaron a realizar el primer prototipo, que tuvieron listo en 20 días. El objetivo es tener el proceso funcionando para cuando termine julio. Hasta elegir Nimtex, probaron con otros sistemas: Flow, de Microsoft (“pero todavía le falta”, comenta la entrevistada); también con herramientas de SAP y de Oracle y con una que se llama Bonita, “con licencias baratas pero difícil de implementar acá en la Argentina”, afirma. Para la implementación gastaron US$ 18.000 en licencias e instalación, que está llevando a cabo la consultora cordobesa Interprom.

Otro caso para tomar como referencia es el de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) que, si bien no parece complejo desde lo estrictamente técnico el desafío estaba en otro lugar ya que involucró a ocho millones de jubilados y pensionados de toda la Argentina. Comenzó con la instalación de tótems en las sucursales de aquellos bancos que les pagan a los beneficiarios de la Anses para automatizar el trámite de “fe de vida”, es decir, demostrar que la persona que quiere cobrar sigue con vida. Es una gestión que el jubilado o pensionado debe realizar cada cierta cantidad de tiempo (depende de la edad de la persona) y que antes llegaba a incluir presentarse ante las autoridades policiales para conseguir un certificado.

Si hay fraude, el perjuicio para el Estado es grande, así como para los bancos, que deben enfrentar multas cada vez que se detecta el pago de una prestación indebida, asevera Sandra Rouget, gerente de Informática e Innovación Tecnológica de la agencia estatal. “Se nos ocurrió enrolar las huellas que se guardan en la Anses y que las personas puedan pasar por un tótem, poner su dedo y registrar así la fe de vida. Cada banco enroló a la gente que le corresponde y los bancos conectaron los tótems a través de las redes de Red Link y Banelco. La ventaja es que una persona puede hacer el trámite en cualquier tótem, no hace falta que lo haga en el de su banco”, amplía la gerente.

“Los jubilados pueden dar su fe de vida en cualquier tótem.” –Sandra Rouget, gerente de Informática e Innovación Tecnológica de Anses

Cada tótem tiene un escáner que lee, por debajo de la primera capa de piel, el torrente sanguíneo y así puede asegurarse que la persona está viva efectivamente. Luego compara los datos contra los que existen en la base centralizada de la Anses y, cada semana, los bancos reciben la información actualizada de quienes dieron la fe de vida. La licitación pública para los primeros 500 tótems la ganó la empresa argentina Ex-Clé, dedicada a proveer soluciones biométricas, con una oferta de $59,714 por aparato.

La segunda parte del proyecto, que está por comenzar, implica la instalación de 750 nuevos tótems tanto en oficinas de la seguridad social como en lugares de alta concentración de personas como terminales aéreas, estaciones ferroviarias y supermercados. Que los trabajos de acá a 2025 o 2050 van a cambiar es seguro: muchos de los que hoy existen ya no los hará nadie y, a la vez, van a aparecer otros. Pero parece harto difícil que las máquinas reemplacen a los seres humanos; lo que sí sucederá es que los empleos requerirán de más y mejores conocimientos.


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