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Politica cambiaria como en la época de Rosas

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En las últimas semanas, la noticia fue tapa de todos los diarios: a través del Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, el Gobierno de Cristina Kirchner comenzó a controlar a los bancos para evitar que saquen divisas del país a través de las operaciones de “contado con liquidación”. Días después, se supo también que la AFIP solicitó a las entidades financieras un listado de todos aquellos clientes que hayan realizado más de tres visitas a su caja de seguridad en el último mes, con el fin de controlar los movimientos de dólares de los individuos.

 

 

Todo para evitar que el peso se deprecie frente al dólar en un momento en que los argentinos están buscando refugio de forma masiva en la moneda estadounidense. Y si bien estas medidas “poco convencionales” pueden sorprender a más de uno, la realidad es que el gobierno K no ha inventado nada en lo que a controles cambiarios se refiere. Casi 200 años atrás, Juan Manuel de Rosas –amado por unos, fervientemente odiado por otros– aplicaba recetas muy similares para paliar una situación económica que, en muchos aspectos, se parece a la actual. ¿Los Kirchner habrán estado consultando los libros de historia?

 

Las similitudes hablan por sí solas. Corría 1830 y Rosas acababa de asumir el cargo de gobernador de Buenos Aires. En ese entonces, las provincias comenzaron a reclamarle al nuevo gobernante leyes que protejan a la producción nacional de la invasión de las manufacturas inglesas y de los productos agrícolas de Brasil y Paraguay. Y si bien Rosas se mostraba firmemente a favor del libre mercado, hacia 1835 cambió de idea e impulsó la aprobación de una Ley de Aduanas que establecía muy elevados impuestos a las importaciones –los gravámenes llegaban incluso al 50% del precio de algunos bienes–.

 

Con la nueva ley se logró que el negocio de los empresarios agroganaderos y de los comerciantes comenzara a florecer. Sin embargo, al poco tiempo la protección aduanera se volvió nociva: lejos de disminuir el tráfico internacional, consiguió aumentarlo. La incipiente riqueza de la sociedad produjo un mayor consumo de productos europeos de lujo, principalmente franceses.

 

El Gobierno de Rosas estaba entonces en una situación financiera crítica. La industria nacional no se desarrollaba, la balanza comercial era cada vez más deficitaria, y se estaba emitiendo una enorme cantidad de papel moneda para afrontar los pagos de la deuda externa, que crecía a pasos agigantados. El incremento de la emisión monetaria había llevado, a su vez, a que la divisa local se devaluara violentamente, al tiempo que había generado un aumento galopante de los precios. Desde 1829 –año en que asumió Rosas– hasta 1839, el peso papel se había depreciado cerca de un 600% en relación al peso oro, que era la moneda de referencia de ese momento. Para colmo, los sueldos de los trabajadores crecían en menor proporción que el nivel general de precios, por lo que la pobreza comenzó a extenderse cada vez más entre la sociedad, y la riqueza se concentró en unas pocas manos.

 

Para contrarrestar esta situación y frenar la devaluación de la moneda, Rosas prohibió en 1836 que los argentinos ahorraran en oro o plata y que sacaran esos metales del país. Tal como lo explica el economista Aldo Ferrer, “los controles de capitales eran cuantitativos. En ese momento, el oro y la plata eran las monedas de referencia, y Rosas no dejaba que esas divisas salieran de la Argentina”.

 

Pero, tal como suele decirse, “hecha la ley, hecha la trampa”. En ese entonces, los métodos para sacar dinero hacia el exterior no eran tan sofisticados como la actual operación de “contado con liquidación”. La manera de mover dinero era el contrabando, sobre todo marítimo. En 1850, Rosas quiso terminar también con esta modalidad: lo que no imaginó, es que con esa idea estaba firmando su sentencia de muerte en el plano de la política local.

 

Y es que el caudillo se metió con los intereses de sus aliados. De hecho, le pidió a Justo José de Urquiza, comandante de su ejército, que cortara el contrabando desde y hacia Montevideo, un canal que había beneficiado enormemente a Entre Ríos –la tierra de Urquiza– en los años anteriores. Afectado económicamente, ya que el paso obligado por la Aduana de Buenos Aires para comerciar con el exterior era un problema económico de magnitud para su provincia, Urquiza se preparó a enfrentar a Rosas. Un año más tarde, lo derrocó. ¿Habrán leído los Kirchner esa parte de los libros de historia?

 

Fuente: El Cronista


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