Antes de que se abran los mercados, el presidente Mauricio Macri intentó llevar calma a ahorristas e inversores para frenar la escalada del dólar que el martes superó los $32 en la city porteña y en este mes ya devaluó al peso un 14,37%.
Para ello emitió un brevísimo mensaje grabado en la Quinta de Olivos anunciando que el Gobierno acordó “con el FMI que adelante los fondos necesarios para cumplir con el programa financiero de 2019”.
“En las últimas semanas hemos tenido nuevas expresiones de falta de confianza en los mercados sobre nuestra capacidad de lograr financiamiento en 2019. Hemos acordado con el FMI garantizar el cumplimiento del programa del año que viene”, explicó buscando despejar el temor a unposible default del país.
Sin embargo, no especificó los montos que, según bancos de Wall Street serán entre 15.000 y 20.000 millones de dólares. Tampoco explicó el mecanismo a través del cuál el organismo internacional desembolsará ese dinero.
“Eso nos permitirá fortalecer la confianza y retomar el sendero del crecimiento lo antes posible”, aseguró y remarcó: “Vamos a acompañar este apoyo con los esfuerzos fiscales necesarios”, aclaró.
Admitió que la actual situación “genera angustia y preocupación” en la sociedad, pero aseguró que está “tomando todas las decisiones necesarias para cuidar” a los argentinos.
Los tiempos se adelantaron
La idea original de Nicolás Dujovne y de Luis “Toto” Caputo era que el adelantamiento de los desembolsos del Fondo ocurriera recién en 2019, de forma de tranquilizar a los inversores durante el año electoral.
Sin embargo, las dudas de los financistas sobre la solvencia de la Argentina se fueron profundizando aún más en las últimas semanas, en simultáneo con la convulsión observada en el mercado cambiario.
Según el Gobierno, el bache financiero del próximo año ronda los u$s7.500 millones. Con esos fondos ya podría asegurarse que el país cumplirá con los vencimientos de la deuda y, por lo tanto, evitaría un default.
No obstante, hay divergencias sobre el monto real de las necesidades. Algunos bancos de Wall Street estiran ese número a u$s15.000 e incluso hasta u$s20.000 millones, al añadirle los vencimientos de la deuda en pesos.
Es que los operadores en Nueva York prefieren sumar todos los pasivos, bajo el argumento de que si un inversor no quiere refinanciar ese vencimiento, lo más probable es que termine demandando dólares, tal como sucedió con una buena parte de quienes poseían Lebac.
En el Banco Central tienen la certeza de que si la Argentina puede mostrarle al mercado que ya cuenta con todo ese dinero, los precios de los bonos se recuperarían, bajaría el riesgo país y también disminuirían las presiones sobre el tipo de cambio.
En las últimas jornadas, el “riesgo país” superó los 700 puntos, lo que equivale colocar a la Argentina en el lote de los mercados más riesgosos del mundo. Un escalón que, a ojos de los funcionarios, luce totalmente exagerado.
Este “riesgo país” significa, ni más ni menos, que los mercados de crédito voluntario se encuentran cerrados. Es decir, que no podría salir a buscar los fondos que requiere para tapar el agujero financiero del próximo año.
En la secuencia imaginada por los funcionarios, si al final logran disponer el monto de dinero para cubrir las necesidades de 2019, los mercados volverán a abrirse.
El Gobierno necesita imperiosamente un cambio en las expectativas de los financistas, de manera de estabilizar la plaza cambiaria. Es condición fundamental para pensar en una recuperación, lo más rápida y contundente posible, de la actividad económica.
Revisando la letra chica
Otro de los puntos que no especificó Macri en su mensaje es el mecanismo a través del cual el Gobierno se aseguraría el dinero. Como el compromiso vigente hasta ahora hace referencia a desembolsos trimestrales a medida que el Palacio de Hacienda cumpla con las metas fiscales, un adelantamiento de los dólares implicaría un rediseño de lo ya firmado.
Una de las posibilidades es que el FMI ponga a disposición de la Argentina entre u$s15.000 y u$s20.000 millones, que sólo podrían utilizarse para enfrentar los vencimientos de deuda, siempre y cuando el Gobierno se encontrare impedido de recurrir a los mercados.
Uno de los temas bajo análisis es, justamente, la manera de amoldar las necesidades del país a las reglas ya escritas del FMI.
Tanto el economista jefe del Fondo, el italiano Roberto Cardarelli, como el jefe del Departamento del Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, dicen desconocer cualquier avance en las conversaciones.
Un reconocido consultor de la City que en la tarde del martes quiso saber de boca de Werner el estado de las negociaciones recibió una clara respuesta: “Yo la veo difícil. No hay ni siquiera ninguna nota formal bajo análisis”.
Sin embargo, ese escepticismo del mercado contrasta con el optimismo de los funcionarios, que saben que estas decisiones corren por el carril político, donde el gobierno de Macri tiene los mecanismos bien aceitados.
De hecho, es muy probable que hace tres meses y medio, cuando el Presidente en persona tomó contacto con Christine Lagarde para sellar un pacto, Werner hubiese dicho más o menos lo mismo si lo consultaban sobre un acuerdo con la Argentina.
Está claro que este tipo de negociaciones se manejan en el máximo nivel político. De hecho, cuando se rubricó el convenio de mayo, hubo un tironeo entre el staff técnico y el ala política del Fondo Monetario.
El adelantamiento del Plan B
El plan original de la dupla Dujovne-Caputo refería a que el FMI pudiera adelantar los desembolsos previstos para el 2020 al 2019, que es electoral.
La aspiración era ya disponer el año que viene del remanente del acuerdo, pese a que el crédito del organismo se extiende a lo largo de tres años y está previsto que ese dinero sea transferido de manera gradual durante ese lapso.
Sin embargo, ante el descrédito de los financistas, debió ponerse en marcha el “Plan Adelantamiento”.
En el origen, el “Plan A” del pacto con el Fondo Monetario era que el acuerdo por sí sólo sirviese para anclar las expectativas y detener la corrida que se había iniciado hacia fines de abril. Pero fracasó.
El dólar, que al momento de la rúbrica se ubicaba en $25 (y que el Gobierno había dictaminado que hasta ahí había llegado la devaluación) ya cotiza por arriba de $32. Es decir, se registró una suba adicional del 28% y nada indica que la escalada haya llegado a su fin. Por el contrario, a medida que pasan las jornadas, la desconfianza parece profundizarse.
Y no es solamente una cuestión de cotización. Lo cierto es que, en apenas dos meses, desde que llegó el primer tramo del aporte del Fondo Monetario por u$s15.000 millones, las reservas del Banco Central ya cayeron en u$s8.575 millones.
Es decir, no sólo hubo una desvalorización de la moneda sino que, en simultáneo, continuó la salida de capitales. Una tendencia similar a la que ya se venía dando durante el mandato de Federico Sturzenegger en el Banco Central.
Ya jugada la “bala de plata” -que fue el acuerdo con el FMI- ahora el Gobierno trata de montar una ingeniería que impida una nueva mega devaluación. Del estilo de la que insinuó hace una semana Carlos Melconian, quien dijo que si el Ejecutivo no lograba una estabilización del sector externo (salida de divisas por dolarización de portafolios, turismo e importaciones), lo más probable iba a ser el advenimiento de un “Plan C”.
¿En qué consistiría ese eventual “Plan C”? En más devaluación y en la imposición de retenciones a las exportaciones, de manera de amortiguar el traslado del dólar a la inflación. Sobre todo a los precios de los alimentos.
“El Plan C es un parche. Es un retroceso y no una solución. Pero sí una forma de parar la demanda cambiaria sin que eso vaya a complicar tanto el salario real. Por un lado, un golpe mortal al turismo y, por el otro, las retenciones ayudarían a que la devaluación no se contagie tanto a los precios. Sería una devaluación compensada”, imagina Melconian.
“Se trata de una medida transitoria, que podría caerle bien al Fondo”, agrega.
Justamente, y con respecto al precio de equilibrio del billete verde, Melconian volvió a hacer hincapié en que el valor de $30 no es el que detendrá la dolarización ni los viajes al exterior. “No sé cuánto va a valer la semana que viene el dólar, pero es como el tema de las Lebac: la crónica de una muerte anunciada”, remarca.
“El tipo de cambio tiene que ser tal que la tía no compre más dólares y que el cadete no se vaya a Itaparica o South Beach. Ese es otro tipo de cambio que no es el de $30”, había señalado. En su visión, como a $30 sigue habiendo una demanda que supera la oferta, la clave será determinar a qué precio podrán equilibrarse ambas variables.
El Gobierno no quiere rendirse ante esa evaluación. Por eso ahora puso todas las fichas (otra vez) a que un acuerdo con el FMI modifique el estado de cosas.
Fuente: iprofesional.com