Atendido por su propio dueño y con casi tres décadas de existencia, este cafe no tuvo una crisis como la actual. Dossier Web conversó con el propietario que considera el año perdido, pero todavía guarda esperanzas.
La Tacita es un pequeño café que ya lleva 28 años cerca de una de las esquinas más famosas de Salta: la intersección de Caseros y Deán Funes, frente a la mítica iglesia San Francisco. Es local reconocido en las guías de turismo por sus empanadas y declarado Patrimonio Cultural de la Provincia en 2014. Muy visitado por turistas y lugar de encuentro para un séquito de habitués que va desde quienes salen de misa durante el día, hasta poetas y músicos, una vez llegada la noche. Hoy se debate entre la incertidumbre y la esperanza. Así lo revela con preocupación su dueño, Porfidio Aucachi, al conversar con Dossier Web sobre el regreso a la actividad durante las últimas semanas.
Porfidio comenta que aprovecharon los meses de cierre por cuarentena para hacer algunos arreglos postergados en el local. De todas maneras, no esconde que la situación fue complicada. Comenta que no recibió ningún tipo de ayuda gubernamental. Logró mantenerse con una reserva de dinero durante estos meses, pero reconoce que eso “ahora se está terminando”.
Nos recibe en un local prácticamente vacío, y mientras acomoda algunos objetos en el mostrador, comenta que la situación actual es más complicada que la posterior a la crisis de 2001: “estamos mal, casi dos meses cerrados, sin ingresos, mientras tenemos que pagar alquileres, impuestos y servicios. Eso nos genera preocupación. Tenemos la sensación de que el año está perdido”, se lamenta.
Este tipo de locales, así como otros gastronómicos del centro, pasan por una situación similar debido a la ausencia del turismo. Porfidio reconoce que su clientela estaba compuesta en un 60% por personas que llegaban de otras provincias, o de otros países. Ahora, con un panorama de cuarentena y cierre de fronteras, la facturación diaria de La Tacita, se ha reducido en casi un 90%, detalla el entrevistado.
Otro gran inconveniente ha sido la reducción de los horarios de atención. Pues al igual que planteaban los empresarios del corredor Balcarce, durante las noches es cuando se daban los picos de asistencia. Ahora, obligados a cerrar a las 20.00, pierden toda una clientela noctámbula que solía asistir a comer empanadas acompañadas de un vino o una cerveza.
Porfidio asegura que, según sus cálculos, en los meses anteriores a la pandemia, durante el día solían ingresar al menos unas 40 personas, ahora no llegan ni a 10. A ello hay que sumarle la situación de que muchas oficinas céntricas son parte fija de la clientela. Pero diferencia de otros locales del rubro, La Tacita ha optado por mantener la relación con sus clientes de manera tradicional. No se hacen entregas mediante Apps de delivery pues consideran que no son necesarias para el servicio que ofrecen. Cada café que sale de La Tacita durante el día, es entregado en mano por el propio Porfidio, o por alguno de sus mozos.
Si bien la coyuntura es desoladora, en tanto nuestro entrevistado comenta que “hay días en los que la ganancia sólo llega a cubrir lo que deberíamos pagar por el alquiler”, aún guarda la esperanza de que en los futuros meses la situación pueda equilibrar un poco la balanza. No hay mucha ilusión por que sean ganancias las que lleguen, pero al menos esperan que la cuarentena no termine por obligarlos al cierre.
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