Es psicóloga y empresaria, pero no encaja con los estereotipos. Ni look intelectual ni de yuppie. En Jean, nada te tacos altos, un suéter de escote en V y campera de plumas; poco maquillaje, casi a cara lavada, arreglada, pero sencilla. Gabriela Terminielli se muestra auténtica. Dice no ser ejemplo de nada, sin embargo reconoce que sus ganas de superación son una buena característica suya a imitar.
Nació en Parque Patricios y se crió en La Boca. Su hogar era humilde, toda la familia tenía que trabajar para asegurarse el pan, incluso ella con 10 años. Su padre tuvo un restaurante, allí aprendió a cocinar canelones y entendió el valor del trabajo. Aquel emprendimiento familiar quedó lejos en su historia, hoy Terminielli es miembro de dos directorios, desde 1993 de Compañía Argentina de Comercio (CADEC – Guillermo Carracedo y Asociados) y desde hace dos meses de Bolsas y Mercados Argentinos (BYMA); donde es la única mujer entre los 14 miembros del directorio.
Su historia y sus ganas de crecer la motivaron para gritar a viva voz que los negocios no son cosa de hombres; que las mujeres también pueden. Promover el liderazgo de las mujeres se convirtió en la gran obsesión de Terminielli. ¿Por qué? “Porque somos consideradas minoría cuando somos el 51% de la población y porque de las 500 empresas más grandes del mundo, sólo el 4% está a cargo de mujeres”, justifica.
Ningún día es igual a otro para ella. Cuando no está en reuniones de directorio, está mentoreando a alguna chica o dando alguna conferencia sobre empoderamiento. En el marco del Women Corporate Director (WCD), entidad que integra desde 2017, se la puede encontrar capacitando a mujeres empresarias.
También puede estar en Voces Vitales, la ONG creada por Hillary Clinton que promueve la participación de la mujer en la sociedad, donde desde 2012 es la vicepresidente de la filial local. Conoció a la ONG “de cara dura” cuando se coló a una cumbre internacional donde estaban la ex presidente Cristina Fernández, Michelle Bachelet y Dilma Rousseff, entre otras figuras femeninas. “Sí, soy feminista. No de las que llevan el cuchillo en la boca, pero para hacer lo que hago hay que serlo”, reconoce de sí.
Su ingreso al mundo corporativo fue casi inevitable, su madre y 11 familiares más trabajaron en Grupo Bunge y Born; y ella también. Terminó el secundario e inmediatamente entró como administrativa, después pasó por los diferentes rubros en los que la empresa participaba; desde granos a turismo, pasando por la división Nuevos Negocios.
Mientras, estudiaba psicología y coaching ontológico. Sin embargo dice que su verdadera carrera profesional arrancó cuando Guillermo Carracedo renunció a su cargo de CEO en Bunge y Born y la convocó para refundar CADEC e integrar el directorio. Ya recibida, con el consentimiento de Carracedo, al que reconoce como su mentor, comenzó a dictar seminarios sobre clima laboral e hizo un máster en Administración de Empresas. Tenía 49 años y cursaba con chicos de 28, pero no se intimidó. Su tesis se tituló “La felicidad en el trabajo y su relación con la productividad”; lloró cuando recibió el título.
El mandato familiar priorizaba el trabajo por sobre la formación. Lo esperable era que Terminielli se capacite en lo justo y necesario para preservar su cargo en Bunge y Born; luego llegaría un marido que la mantuviese. Pero rompió las reglas: se casó a los 23 años con su novio del colegio, tuvieron una hija y luego de 30 años de matrimonio se divorciaron.
Aunque creció laboralmente no siempre el trabajo se tradujo en estabilidad económica. De hecho confiesa que le hubiese gustado tener más hijos, pero que el bolsillo nunca fue suficiente. Económicamente, con su ex marido las pasaron todas; la peor fue cuando los estafaron y los dejaron sin el sueño de la casa propia y, claro, sin el anticipo de dinero que pusieron.
Fue con su indemnización en Bunge y Born que logró comprar un departamento en Palermo, el mismo que ocupa hoy. Vivir el presente sin hipotecar el futuro es su frase de cabecera. Por eso ahora, aunque es joven, ahorra para su vejez.