Aprendizaje, optimismo y adaptabilidad son tres palabras que bien pueden definir a Solana López Fleming. Se graduó de contadora por la UNC, hizo su experiencia en su profesión en los 90, fue madre, y en diciembre de 2001, en medio de un país en debacle, se animó a abrir su primera librería. Poco más de dos décadas después, comanda Librerías Lerma, una cadena de negocios con 12 sucursales, más de 70 empleados y una expansión nacional con su tienda online.
Hoy López Fleming, quien fue presidenta de la Cámara Pymes hasta hace dos años, le dice a Dossierweb que “cuando sos empresario no dejás de aprender nunca”, y reivindica la experiencia de vida que le dio la universidad pública. Dice que las Pymes están “relegadas”, que “no hay una sola medida de reactivación para el sector”, y que enfrenta “una caída muy grande del poder adquisitivo de la gente”. Elogia la ley Pymes de Macri, y pide que Milei “ponga un pie en el freno y vea la realidad, porque una empresa que cierra, no abre más”.
Especial Dossierweb
La amplitud del horario de atención y la especialización artística fueron claves en el éxito de Librerías Lerma
– En tu currículum, apuntás que fuiste cadete.
– Sí, cuando fui estudiante en Córdoba, era secretaria y cadete. Ocupé todos los puestos, no es que una arrancó siendo gerente de algún lado. Lo puse porque soy una convencida que para guiar u orientar a gente lo tiene que haber hecho uno. Muchas veces me baso en trabajos que hice, después que me recibí, en auditorías por ejemplo, y todo lo que aprendí haciendo.
– ¿Cómo ves el camino recorrido desde aquellos días, egresando de la Universidad, al de hoy dirigiendo un negocio con 12 sucursales?
– Estoy muy conforme. Por supuesto una dice ‘esto lo habría hecho de otra manera’, pero en general estoy conforme, y le agradezco a la universidad pública porque fue una escuela de vida. Además de obtener conocimientos, uno aprende a ganarse todo. Fue una carrera difícil, me gradué de contadora en la Universidad Nacional de Córdoba siendo parte de la primer camada que entró con el ingreso irrestricto de (Raúl) Alfonsín. Ahí aprendí a salir adelante, a sortear todas las cosas que tiene una economía como la argentina. Imaginate, yo arranqué con mi empresa en diciembre de 2001 cuando se anunciaba el corralito. Fue un proceso de adaptación permanente y sigo aprendiendo. Estoy shockeada con la inteligencia artificial y tenemos que aprender porque si no nos llevan puesto. Cuando sos empresario no dejás de aprender nunca, tenés que seguir aprendiendo.
– ¿Hay claves o secretos que podes compartir?
– Es un poco de todo. Muchísima perseverancia. Apuntar bien alto. No quedarse con lo chiquito sino apuntar alto. Mi primera librería la abrí en una oficina al lado de la casa de mis padres, era chiquita, y la abrí porque había una escuela al frente y no porque era mi pasión vender artículos de librería. Sobre la marcha me empezó a gustar y empecé a aprender. En ese momento dije ‘librerías hay muchas y para diferenciarse uno tiene que ser distinto’. Entonces puse un horario diferencial, mucho más extendido, porque yo vendía un lápiz igual al que vendía cualquier otra, pero nos diferenciamos porque abrimos a las 6:30 de la mañana y cerrábamos a las 10 de la noche, haciendo horario corrido. Te imaginas en la Salta de esos años abrir en el horario de la siesta, muchos no lo entendían. Ya era mamá y los chicos me decían a la noche ‘mamá me pidieron para mañana una cartulina’ y tenías que comprarla antes de dejarlos en el colegio. Y ahí estaba nuestra librería, abierta. Solucionamos estas cosas. Y así fuimos creciendo, yendo a exposiciones, a fabricantes al exterior.
“Seamos buenos y fuertes en eso en eso que hace diferencia”, dice la empresaria.
– ¿Cómo se va readaptando una cadena de librerías con las pantallas?
– No hay que quedarse en el tiempo. Pasamos de vender de fax, a disquetes, a cds a lo largo de los años. Hay que actualizarse permanentemente, y vas viendo qué se usa y qué comprar. Blockbuster o Kodak dejaron de existir porque va cambiando todo. Hemos desarrollado mucho la línea artística, que creo no será remplazado por ninguna tecnología, entonces nos decimos, seamos buenos y fuertes en eso en eso que hace diferencia.
– ¿Cómo ha sido tu experiencia con la tienda digital de Librería Lerma?
– Hemos avanzado mucho con la venta virtual. La fuimos mejorando en el tiempo, y si no fuera por esa tienda en la pandemia, y por los ATP que nos pagó Alberto Fernández, yo tenía que cerrar. Pocos lo reconocen pero muchas empresas hicieron que sus empleados lo cobren. Muchísimas empresas hubiéramos cerrado porque no había manera de generar recursos con los negocios cerrados. La tienda virtual nos permitió seguir. Hoy nuestros clientes son generalmente de afuera, tenemos hasta en Tierra del Fuego.
– ¿Cómo sobrelleva tu negocio la marcha de la economía?
– Me estoy enfrentando a una caída muy grande en el poder adquisitivo de la gente. Ya no sabés cómo encontrarle la vuelta para poder vender. No me puedo permitir bajar las ventas porque tengo una estructura grande de empleados que se sostiene exclusivamente por las ventas. Tengo más de 70 empleados directos e indirectos, contando a los estudios contable y jurídico, a técnicos informáticos, y de marketing. La temporada escolar de principios de este año fue la peor que tuve desde que abrí hace más de 20 años. Yo a fines del año pasado olía devaluación porque había un candidato (Javier Milei) que decía que iba a ajustar por todos lados. Y si cortan la obra pública y despiden gente, hay miles de personas que no van a poder comprar ciertos bienes. Eso está pasando.
En 22 años, Lerma consolidó su vigencia con 12 sucursales, más de 70 empleados y una tienda virtual
– En este contexto, ¿cómo están las Pymes?
– Estamos absolutamente relegadas y olvidadas. No hay una sola medida para la reactivación del sector. Por ejemplo, en el gobierno de (Mauricio) Macri, con la Ley Pymes, tuvimos muchísimos beneficios. Cuando algo está bien hay que decirlo. Por lo menos, nos vimos aliviadas en una época de cierres de Pymes. Fue buena y es buena hasta el día de hoy. Esperemos que a Milei no se le dé por derogarla porque todavía tenemos algunos beneficios. Pero ahora, yo no estoy viendo nada. Apuntan al sector energético, al sector minero, pero no se dan cuenta que el 60% o 70% del empleo lo damos las Pymes. No nos están prestando atención y de a poco van cerrando porque ya no hay Ley de Alquileres y te piden cualquier cosa. Es la ley de la selva. Las tarifas son otra locura, la luz, la telefonía, internet, y no tenés dónde quejarte. Tengo boletas de $180.000 por local, y yo tengo 12 locales.
– ¿Qué perspectiva ves hacia adelante?
– Intento no dejar mensajes negativos. Como empresa no me permito pensar que no me va a ir bien, entonces hay que buscarle la vuelta. Los que están gobernando tienen que ser más humanos. Los veo tan inhumanos a la hora de tomar decisiones que provocan el cierre de miles de puestos de trabajo y son incapaces de ponerse en el lugar del otro. Hacer un ajuste está bien, y lo comparto, pero hay que ver bien quién cumple su trabajo. No todo el mundo es ñoqui. Tampoco se puede recortar el CONICET, lo que hay que hacer es mejorar el conocimiento, porque es la base del desarrollo, para crecer, para exportar, para avanzar como país. No todo es ajuste y no pagar porque atacás el mercado interno. No todo es mercado financiero, bonos y bitcoins. La vida real es el verdulero, el comerciante, el que tiene dos o tres empleados con sus familias. El Gobierno nacional no está mirando a las Pymes y se está equivocando. Y el Gobierno Provincial está haciendo lo que puede. No pueden ponerse en contra de la Nación porque tiene que pagar sueldos y seguir con las obras y decir “sí”. Espero es que el Gobierno nacional ponga un pie en el freno y vea la realidad, porque una empresa que cierra, no abre más. Necesitamos políticas de apoyo para que no tengamos que cerrar.