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Dulces de Chicoana, un sueño familiar que hoy produce a gran escala

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En el corazón del Valle de Lerma nació el sueño de Dulces Artesanales de Chicoana, la finca San Antonio albergó las ideas, recetas y primeras producciones que hoy crecieron a gran escala de la mano de la cuarta generación familiar. Teodoro Francisco José Cornejo es el protagonista de esta historia y acompañó a Dossier Web en un recorrido apasionante.
Sus abuelas durante el verano hacían dulce aprovechando la fruta de estación como el higo, cuaresmillo y el membrillo. En una economía familiar producían el dulce para todo el año compartiendo al resto de la familia. Como una fotografía recuerda de niño ver a toda su familia alrededor de las ollas y del fuego pelando fruta y revolviendo las pailas.

Confiesa que hubo un sincretismo de sabores italianos del lado materno y germano del paterno, sumado al más puro sabor criollo que aportó su madrina Rosa Sardines, quien se unió al sueño en 1930 trabajando con Fanny Becker o menor conocida como su abuela, a quien recuerda como una persona extraordinaria que supo dejar grabado en cada rincón de la casa su amor y también sus habilidades en el arte de una cocina.

Fue ella quien estuvo a cargo de todas las manufacturas hasta 1959, cuando decidió dejarle las ollas y las cucharas a su madre, quien trajo su impronta de la cocina italiana, aunque tuvo que enfrentarse a Rosa, la jefa de las cocineras. Con sólo 21 años, entendió que su nuevo hogar era parte de una empresa donde ella tendría que demostrar que era capaz de tomar el mando que su suegra le estaba cediendo.

Poco a poco se supo ganar el respeto y cariño de todo el equipo de trabajo de esa pequeña empresa familiar que hasta ahí producía quesos, quesillos, dulce de leche y todos los dulces en almíbar para consumo solo de la familia.

A fines de los 80 y por una crisis en el sector tabacalero la familia decidió hacer un proyecto de diversificación productiva en la finca y plantaron higos, duraznos, membrillos y pecanes, situación que fue aprovechada por las mujeres que decidieron utilizar la producción de frutas convirtiendo todos sus conocimientos y experiencias en una pequeña fábrica y salir al mercado.

Funcionaba en una parte de la sala de la finca San Antonio, que fue refaccionada produciendo unos 5000 kilos al año. Sin dudas supieron dejar asentado el buen nombre de un dulce, que gustaría a la gente.

Pero el sueño recién se completaría en el 2009 cuando Teodoro fue asociado al proyecto y mediante un crédito de la provincia, lograron ampliar la fábrica con una capacidad de producción de 200.000 kilogramos. Ese año incorporaron dos nuevos productos al mercado, usando las viejas recetas de la familia, las frutillas y arándanos al torrentes.

En el 2015 se completó el sueño cuando su hijo Segundo, especialista en comercialización y marketing se sumó a trabajar a la empresa. Asegura que Segundo trajo sangre y fuerza nueva dándole a la empresa una mejor visión de ventas y cobranzas.

Hoy la fábrica sigue en la Finca San Antonio, donde nació, en el municipio de El Carril, departamento de Chicoana y producen dulce de cayote, higos en almíbar, machacado de higo, cascos de membrillo, cuaresmillo en almíbar, machacado de cuaresmillo, batatas en almíbar, frutillas al torrentes y arándanos al torrentes.

El sueño familiar hoy se vende en Salta, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Formosa y Jujuy. Aunque Teodoro cuenta que el turismo es uno de sus grandes motores, ya que la fábrica se encuentra ubicada sobre la ruta 68 camino a Cafayate, uno de los municipios más visitados por turistas.
La dedicación es tal que producen su propia materia prima. Lejos de perder el tiempo durante la pandemia del coronavirus adelantó que realizan pruebas para lanzar tabletas de dulce leche y llegar a otros puntos del país.

Dossier Web


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