La “fiesta” parece estar llegando a su fin y lo que no se logró con todas las alertas, las protestas y las medidas de fuerza, va a ir llegando de la mano impiadosa de la realidad. Van a tener que corregir “porque no queda más remedio”. Lástima el tiempo, los esfuerzos y la producción perdida, nadie entiende todavía muy bien porqué…", dice Susana Merlo, columnista de Urgentes 24 El obligado balance que corresponde al final de cada período, y más especialmente cuando termina un año, muestra un sector agropecuario cansado, jaqueado por el clima (seca, temporales e inundaciones), desfinanciado debido a la mala cosecha 08/09 y a los recortados precios internos en la mayoría de los productos; y con malhumor e inquietud, pero con poco espíritu para seguir reclamando. Más vale, está bajando la guardia, limitándose a hacer lo más fácil o con menos restricciones operativas, o sea, la soja que, mayoritariamente, se exporta.
Los resultados son los obvios: una cosecha que, en el mejor de los casos, con unos 80 millones-83 millones de toneladas, va a ser algo mejor que la anterior, pero muy por debajo de la de 2007 (que superó los 95 millones de toneladas), y mucho más lejos aún del potencial que hoy tendría el país de al menos 120 millones-130 millones, solo con un cambio de expectativas y un poco más de seguridad en la reglas de juego.
Una ganadería que está llegando a su piso de liquidación, con la pérdida de, alrededor de 3 millones-4 millones de vientres, que ya está mostrando los efectos perversos de la política (o no política) aplicada en los últimos años para el sector y que tal vez ahora, antes de fin de año, quieran disimular anunciando (¿de nuevo?) un Plan Ganadero que llega tarde porque el daño ya está hecho.
Para la lechería el balance es similar. Con 1.000 millones de litros menos que en el pico de producción del ’98, hace 11 años atrás, sorprende que la caída no haya sido mayor aún, agradecimiento que se le debe a los productores que, vía tecnología, lograron atenuar parcialmente la baja. Eso si, en el quinquenio desaparecieron cerca de 30% de los tambos, o sea, unos 5.000 establecimientos.
Con el resto (fruta, miel, madera, lana, etc.) pasa más o menos lo mismo.
La única opción para que el que tiene superficie propia es la soja, y el propietario de predios chicos prácticamente se ve obligado a arrendarlo a pooles o vecinos más grandes. No hay muchas alternativas.
Sin embargo, y tal como se mencionó más de una vez en los últimos años, “siempre el río vuelve a su cauce”, y si el Gobierno no hacía las correcciones que se le iban alertando por el diálogo o por medidas de fuerza (cuando los productores aún pensaban que algo se podía lograr), finalmente igual lo iban a tener que hacer porque no le quedaba más remedio.
Y a ese punto estamos llegando.
Es que ya el cada vez más complejo sistema de subsidios y restricciones cruzadas es ingobernable, y tampoco están los recursos.
Primero se comenzaron a acotar las exportaciones de alimentos (carne, leche, trigo, etc.) supuestamente para que no aumenten su precio interno impulsados por las altas cotizaciones del exterior, y defender así “la mesa de los argentinos”.
Luego, comenzó la restricción de las importaciones porque no se podían ‘gastar divisas” que cada vez escaseaban más. Y, si bien esta política arrojó un cierto superávit comercial, también generó un achicamiento del comercio global del país por caída de la producción y, por ende, de las exportaciones.
Con los subsidios/compensaciones ocurrió lo mismo, y hoy se enfrentan situaciones ya no de atraso en los pagos, sino más vale de imposibilidad de seguir haciéndoles frente (además de las crecientes quejas internacionales por competencia desleal). Así los feed lots (donde se engorda la hacienda en corrales, sin que camine) ven peligrar su futuro ya que si no reciben estas compensaciones “los números no cierran” excepto, claro está, que se permita vender la hacienda a los precios que marca el mercado, aunque eso pueda “inflacionario’.
Con la leche, la imposibilidad oficial de mantener aún las irregulares compensaciones existentes, ya llevó al anuncio de su suspensión, al menos para los tamberos, pero, para que las usinas se hagan cargo de la suba y finalmente se llegue aunque sea al $ 1 por litro en tranquera de tambo que se promete desde hace más de 2 años y nunca se cumplió, seguramente van a tener que autorizar más aumentos de los lácteos para el consumo.
Los fruticultores también se quejan porque no reciben los fondos que les prometieron hace tiempo.
Lo mismo ocurre con otros productos, como los pollos, ya que sin subsidios directos no les alcanza ni siquiera con el beneficio de tener retenciones a uno de sus principales insumos, el maíz, lo que les permite comprarlo mucho más barato. En este caso, para colmo, habrá que aumentar significativamente la producción, y abaratarla, ya que básicamente el pollo deberá ser el encargado de compensar los 10 kilos-12 kilos menos de carne vacuna que habrá para comer en 2010 (por la baja de la producción), volumen que se ampliará hasta 20 kilos en 2011.
En todos los casos, además, se provocaron fuertes alteraciones interna del comercio. Por ejemplo, se restringe la exportación de trigo, pero no la de harina; se provoca la faena excesiva de hacienda especialmente de hembras y se mantiene el mercado invertido, con el kilo de ternero por debajo del precio del gordo; se compensa al feed lot pero no a la cría; y así sucesivamente.
Ahora, sin embargo, la “fiesta” parece estar llegando a su fin y lo que no se logró con todas las alertas, las protestas y las medidas de fuerza, va a ir llegando de la mano impiadosa de la realidad.
Van a tener que corregir “porque no queda más remedio”.








