Tras la ampliación del stand by para cubrir las obligaciones financieras hasta 2019, los funcionarios admitieron el costo: resignarán el nivel de actividad
En lo que puede interpretarse como un contundente respaldo a Mauricio Macri, el Fondo Monetario Internacional aceptó finalmente una ampliación del crédito stand by -por un total de u$s57.100 millones-, que permitirá erradicar las dudas de que la Argentina podría caer en cesación de pagos, al menos hasta el final del mandato del jefe de Estado, en diciembre de 2019.
A diferencia del acuerdo original -por u$s50.000 millones- ahora no sólo se amplían en u$s7.100 millones los desembolsos sino que esos fondos serán de transferencia efectiva. Y ya no solamente “precautorios” como en el stand by rubricado en mayo último.
De esta manera, el Gobierno ya cuenta con el dinero suficiente para pagar los vencimientos de deuda de este año y del que viene. Incluyendo los bonos, las Letras (Letes) y las Lebac, que seguirán bajo un programa de desarme total.
Como contrapartida, el Ejecutivo se comprometió a una eliminación del déficit (primario), algo que ya fue plasmado en el proyecto de Presupuesto que empezó a debatirse en el Congreso.
El anuncio del nuevo acuerdo se efectuó desde Nueva York -a minutos de las seis de la tarde de Buenos Aires- y fue encabezado por Nicolás Dujovne y por la propia Christine Lagarde, todo un gesto para simbolizar el respaldo político hacia el presidente Macri.
Minutos después, y ya en la sede del Banco Central, el flamante titular, Guido Sandleris, dio detalles del programa monetario consensuado con el FMI y de la estrategia a seguir en el mercado cambiario.
Como era lo esperado, la condición del staff del Fondo es que los dólares que envíe del nuevo convenio no sean utilizados para intervenir en el mercado cambiario. Desde la firma anterior, las reservas del BCRA cayeron unos u$s13.000 millones, con lo cual se esfumó casi la totalidad del desembolso concretado a mediados de junio.
Justamente, a 24 horas de la difusión de este nuevo pacto, Luis Caputo se alejó de la presidencia del Banco Central, enfrentado con las autoridades del organismo, que fueron muy críticas de la intervención cambiaria.
En definitiva, la condicionalidad del FMI es bien clara: no quiere que el crédito sea usado para financiar la dolarización y fuga de capitales. Lagarde y el resto del Directorio pretenden que las divisas que envíen se destinen exclusivamente a cumplir con los vencimientos de la deuda.
Fue la mismísima Lagarde quien en la tarde del miércoles dejó en claro esa condición: “No habrá intervención (del BCRA) en el mercado cambiario”, dijo. A su lado, Dujovne asintió y, seguidamente, refrendó esas palabras.
¿Eso significa que el Gobierno dejará escapar la cotización del dólar? No necesariamente. El hecho de que haya una amplia “zona de no intervención” (entre $34 y $44) se complementa con una férrea política monetaria, de manera tal de quitarle chances a una posible escalada del billete verde.
En este marco, algunas fuentes de la City porteña no descartan que el Banco Nación pueda hacer su aporte a la estrategia oficial vendiendo billetes verdes, en caso de que sea necesario y en días puntuales, de modo tal de acrecentar la oferta y aplacar la cotización.
Después de casi un semestre de extrema volatilidad en el mercado cambiario, el Gobierno se jugó a este nuevo respaldo financiero internacional. Pero también a aplicar una durísima estrategia monetaria.
En la práctica, eso significa que utilizará la cantidad de dinero en circulación -y, por ende, a las tasas de interés- como “ancla nominal” de la economía.
Sin la chance de vender más dólares en el mercado, la única posibilidad ahora pasa por regular el caudal de pesos. Aun cuando esa política implique pagar costos muy elevados en términos de actividad económica.
De hecho, cuando a Guido Sandleris, titular del BCRA, le preguntaron sobre en qué medida se resentiría la actividad en el actual contexto, se limitó a responder que “la prioridad es reducir el riesgo de volatilidad cambiaria”.
Todo dicho, al menos desde las intenciones: el Gobierno está dispuesto a pagar con una fuerte recesión el final de la incertidumbre del tipo de cambio.
La nueva oportunidad para Macri
El diagnóstico quedó bien claro: si todos los días los agentes económicos (inversores, empresarios y hasta el público en general) vive pendiente de la cotización del billete verde, desde ese lugar resultará imposible que la economía pueda funcionar.
La jugada, a partir de hoy mismo, es que sí o sí debe estabilizarse el mercado cambiario y que la cotización de la divisa se mueva de manera más o menos previsible y ordenada. Y, si surgen presiones, el BCRA actuará elevando aun más las tasas de interés en pesos.
Desde el costado más político, Macri se juega a “surfear” lo que queda de este año y parte del que viene a convivir con una recesión. Se plantea así un escenario que, por un lado, pondrá bajo la mira su destreza para gobernar bajo ese escenario desfavorable.
Y, por el otro, le planteará el desafío de comenzar en ese mismo plano la campaña para la reelección. Por eso es tan relevante la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cuánto durará la recesión y cuál será su profundidad y efectos en el mercado laboral?