Superpoblación, agotamiento de recursos naturales, cambio climático e inseguridad alimentaria y energética, ¿nuevas pandemias? Los desafíos que enfrentará el mundo en un horizonte no tan lejano son graves. Por suerte la biotecnología ya está trabajando en dar respuesta a los grandes problemas de la humanidad y la Argentina podría posicionarse como un jugador importante en este contexto.about:blankabout:blankabout:blankabout:blankabout:blank
Se habla del potencial del sector argentino, pero, ¿por dónde pasa específicamente? En realidad es una combinación de factores, pero en lo que la mayoría de los expertos coinciden es en que la Argentina cuenta con los recursos humanos necesarios para aprovechar esta oportunidad.
En el país existen 201 empresas de biotecnología, lo cual lo ubica dentro de los 20 países con mayor cantidad de empresas a nivel mundial y en segundo lugar en América latina luego de Brasil. El dato es de 2016, el más actual con el que cuenta el sector, y forma parte del Informe Sectorial Biotecnología del Ministerio de Desarrollo Productivo.
Según la misma fuente, si bien la cantidad de empresas está distribuida en forma bastante equitativa entre los distintos sectores, la facturación se concentra mayoritariamente en Agro con el 75 por ciento del total (el 94 por ciento de esta facturación corresponde a semillas) y le sigue en importancia Salud Humana con el 13 por ciento.
A veces es difícil imaginarse a qué se dedica una empresa de biotecnología, pero lo cierto es que sus desarrollos están presentes en el día a día de todos y es transversal a muchas industrias. Si hay que definirla, refiere al uso de organismos vivos para desarrollar productos o servicios. Está presente desde el desayuno, cuando comemos un yogur con probióticos hasta el detergente, que involucra enzimas que hacen más efectiva la limpieza, o en los test reactivos que se usan para detectar Covid-19.
LA OPORTUNIDAD
“Nuestro país tiene industria (hay plantas que cumplen estándares de calidad internacional, con tecnología de primer nivel) y tiene los recursos humanos especializados, que es lo más difícil de conseguir“, plantea Graciela Ciccia, cofundadora de la Cámara Argentina de Biotecnología y Directora de Innovación de Grupo Insud. No es casual que en esta pandemia la Argentina haya sido uno de los países elegidos para llevar adelante estudios de vacunas o, incluso, para su producción. Ese combo de buenos recursos, calidad en los productos y el tipo de cambio hacen que sea ventajoso para muchas empresas mirar al país.
“La generación de empresas intensivas en conocimiento contribuye al desarrollo económico, aportando compañías que desde el inicio se piensan globalmente, para un mundo donde la localización geográfica tiende a ser relativamente menos importante“, explica Ciccia.
“Estamos en una zona que va a alimentar al mundo. India, China, África tienen problemas para hacerlo y Sudamérica tiene regiones despobladas que pueden alimentar al mundo. No hay que arruinarlas porque los recursos naturales son lo más valioso que tenemos“, plantea Adrián Rovetto, cofundador de Terragene.
La firma biotecnológica santafesina es uno de los casos de argentinos que están exportando valor agregado. La empresa tiene presencia en más de 70 países y es ejemplo de cómo las nuevas compañías se piensan globales desde el día cero. “Todo lo que hacés tiene que ser a nivel mundial. Para que un país prospere, lo tenés que pensar como generadores de divisas, que no pueden venir solo del sector primario. La industria es la que da valor agregado y tenés que apoyar a las empresas que traen ingresos al país”, opina.
LAS FORTALEZAS
Si bien la Argentina todavía tiene un largo camino por recorrer en esta materia, es cierto que tiene desarrollos que ya la posicionan como líder en el mundo. El caso de la vacuna contra la aftosa es uno de ellos. En el año 2000, la Argentina se declaró libre y Biogénesis Bagó ganó en ese momento la licitación para actuar en caso de emergencia y comenzó a trabajar en conjunto con Conicet, Inta y Senasa. Al año siguiente, el campo vio un rebrote de aftosa y tuvieron que salir a actuar. A contrarreloj, desarrollaron capacidad para producirla y atender la emergencia que, finalmente, se logró controlar en 12 meses. A partir de ese momento la firma comenzó su expansión global y hoy exporta la vacuna a 40 países.
“Somos la única empresa extranjera que logró registrar y vender vacuna aftosa en Brasil. Fuimos los primeros de Sudamérica que pudimos exportar a Taiwán. Construimos una planta con un socio en China y la llevamos allí. Registramos la vacuna en Corea, donde competimos con empresas de Europa, y hoy somos el principal proveedor...Argentina tiene una oportunidad de agregar muchísimo valor desde la biotecnología para resolver muchos de los grandes temas que hoy están en discusión: producir alimentos sanos, cuidar el medioambiente, el equilibrio entre el bienestar animal y de las personas”, explica Rodolfo Bellinzoni, Director de Operaciones Industriales e Innovación de Biogénesis Bagó.
Dentro del gran paraguas biotech, el país se desarrolló en numerosas verticales. De esas más de 200 empresas que tiene la Argentina, salud humana (medicamentos y fertilización asistida) representan 32 por ciento del total. De cerca le siguen las de agro (inoculantes, semillas genéticamente modificadas y micro propagación vegetal) con el 28 por ciento, y salud animal (medicamentos, vacunas y reproducción animal) con el 25. El resto, se dedica a insumos industriales (enzimas, colorantes, coadyuvantes, biorremediación, desarrollo de materias primas y productos tecnológicos basados en la moderna biotecnología).
Según el informe del Ministerio de Desarrollo Productivo citado anteriormente, la inversión en actividades de I+D en el país llega a US$ 91 millones anuales y aunque ese gasto es reducido en relación a los países líderes como Estados Unidos, Francia y Suiza, se ubica por encima de otros países de América latina e incluso de otros europeos con mayor PBI per cápita como Finlandia, Eslovenia y Portugal.
En el sector de agroalimentos, el impulso de nuevos productos permitirá aumentar la producción global y alimentar a la creciente población mundial. Así lo remarca Andrés Kroyer, Líder del Comité de Innovación de Grupo Arcor, pero enfatiza las posibilidades que tiene el país en otros desarrollos como biocombustibles, que exporta al mundo y marca un rumbo en la producción sustentable de nuevas energías, o la biotecnología aplicada a la genética vegetal, que permitirá aumentar la productividad de los cultivos. “Estas innovaciones contribuirán a consolidar a la Argentina como un país con capacidad para producir y abastecer al mundo con alimentos, energía limpia, medicamentos y productos industriales de alto valor agregado”, resume.
Para Juan Ugalde, decano del Instituto de Biotecnología de la Universidad de San Martín, la Argentina debe buscar nichos para trabajar y posicionarse. “Hoy somos un jugador menor a nivel internacional, pero estamos claramente por arriba de otros países de la región (sacando Brasil). Si vos querés ser competitivo en generación de nuevas terapias contra el cáncer, por ejemplo, mi visión es que no, porque hay jugadores muy fuertes. Ahora, hay algunas áreas donde sí. Por ejemplo, nosotros trabajamos en brucelosis: el primer mundo no tiene ese problema, pero hay nichos en África y Asia donde sigue habiendo necesidad de generar nuevos desarrollos“, plantea.
Para Ignacio Bartolomé, Director de Negocios para Norteamérica de GDM, no hay mercado en el que Argentina no pueda competir. Pero, en línea con Ugalde, cree que hay que hacer foco en ciertas actividades: “Nosotros estamos en la región, incluido Brasil, Europa, Sudáfrica, China, y hace 5 años en Estados Unidos compitiendo con los número uno. Pero más que en mercados, vemos una oportunidad en las actividades. En el desarrollo de genética, por ejemplo, se puede competir. Tenemos capacidades en desarrollo de características atadas a la edición génica y en la parte de aplicación de ciencia de datos a la toma de decisiones”, explica el directivo de la firma que tiene operaciones a lo largo del globo con desarrollo de I+D en Argentina y desde Chacabuco tienen un laboratorio molecular y un centro de cría.
LAS DEBILIDADES Y AMENAZAS
Pero, si Argentina tiene todas las condiciones para ser líder, ¿por qué hasta ahora no lo es? Los distintos jugadores del sector coinciden en que el problema histórico radica en la falta de lazos entre el sector científico y el empresario.
“Desde la investigación la Argentina es fuerte para los estándares latinoamericanos. Ha habido desarrollo en el sentido de la investigación básica, pero ha costado mucho a la industria y al sector académico hacer el puente para transformar el desarrollo de un laboratorio en un producto“, explica Ugalde.
Entre la comunidad científica por mucho tiempo estuvo mal visto el trabajo con el mundo privado. Pero por suerte, lo que antes era percibido casi como una traición a los nobles principios de la ciencia, ahora se está volviendo moneda corriente y, gracias a las iniciativas de distintos actores, se está trabajando en la vinculación público-privada.
Esa interacción, explica Ciccia, puede asumir distintas formas. Puede ser un modelo de innovación abierta, que implica que una empresa establecida licencie el conocimiento generado en un laboratorio público y desarrolle un nuevo producto con mayor valor agregado, o bien que haya un proceso de cocreación, donde se comparte la propiedad intelectual. Hay otra modalidad, más reciente, donde investigadores y emprendedores de negocios dedican su energía y conocimiento en la generación de productos y servicios innovadores y de impacto global.
“El sector empresario va por otro lado. En salud humana es bien claro: si bien la Argentina tiene representantes de este estilo, la mayoría de las empresas se dedican a los genéricos. Las empresas no hacen tanta inversión para desarrollar productos, pero si somos buenos cuando dan el producto desarrollado“, explica, por su parte, Fernando Baidanoff, Profesor del Departamento de Bioingeniería en el ITBA, y dice que este modelo no permite ser pioneros.
EL BIG BANG
Para que el sector logre explotar, se necesitan políticas públicas, seguir trabajando la relación entre el mundo científico y el empresario, y, sobre todo, fomentar la inversión.
“Si realmente queremos hacer más dinámico el ambiente para la inversión, tenemos que buscar un modelo más semejante al de Estados Unidos donde las empresas son formadas incluso sin tener activos tangibles. En las TICs los vemos más: solo con la idea obtienen fondos. Eso en Argentina no ocurre tanto con biotech“, plantea Baidanoff .
Como ocurre en varios sectores de la economía argentina, desde el empresariado reclaman mayor incentivo para las inversiones. “La biotecnología es un negocio de decenas de miles de millones de dólares y podríamos tener una participación mayor si hubiera un marco legal que incentiva a las empresas a desarrollar propiedad intelectual. Acá se respeta alrededor del 40 por ciento del pago de regalías sobre el uso del germoplasma, mientras en Brasil es 85 por ciento y en Estados Unidos casi 100. Mientras más se valore el trabajo de las compañías a través del pago de la propiedad intelectual, más van a invertir en desarrollo de productos”, explica Bartolomé.
Y si es cierto que de las crisis siempre surgen oportunidades, la pandemia seguramente implicó un cambio significativo para el sector que ahora está en boca de todos. “Es un antes y un después de la pandemia para el sector. Cambió la percepción de la sociedad del valor de la ciencia y el desarrollo tecnológico. La discusión entre investigación básica y aplicada parece haberse saldado”, resume Ciccia.
EMPRENDEDORES EN POTENCIA
En los últimos años el ecosistema emprendedor comenzó a trabajar en dar una mano a los científicos para que pudieran transformar sus investigaciones en productos que impactaran directamente en la economía. Instituciones como GridX, CITES y Aceleradora Litoral hicieron lo suyo para llevar la visión de negocios a los laboratorios.
Phylumtech es uno de esos casos. La firma fundada por Sergio Simonetta nació en la Fundación Instituto Leloir mientras trabajaba en su doctorado, y recibió apoyo del CITES. “Lo más difícil es la transición de la universidad a la empresa. Es un lío porque la propiedad intelectual está repartida. Querer poner los activos en valor en una empresa es uno de los desafíos más grandes que tenemos hoy”, plantea y agrega que como los proyectos de biotech tienen desarrollos largos, es difícil conseguir inversores dispuestos a apostar por el largo plazo. “La biotecnología va a acelerarse a partir de que tengamos casos de éxito, para demostrar que es posible hacer ese camino y que tanto sector público como privado salen ganando juntos. Necesitamos un ‘Globant de la biotecnología'”, plantea.
Otro caso es el de Beeflow, firma que trabaja en la colaboración de la polinización, y fue una de las seleccionadas por IndieBio, la aceleradora biotech más grande del mundo. “Nuestro camino empezó cuando comenzamos a construir un equipo interdisciplinario capaz de comprender los dos mundos, el científico y el emprendedor. Eso implicó para todo el equipo salir de su zona de confort, de sus áreas específicas de formación y adoptar miradas más holísticas de los problemas que queremos resolver”, dice Milagros Graziani, Country Manager Beeflow Argentina.
La CM de la firma que ya trabaja en Estados Unidos y está en proceso de expansión por América latina concluye: “El sector necesita políticas que acompañen: mayor inversión e incentivos, menos trabas burocráticas y fiscales y mayores esfuerzos e inversión desde lo educativo. Necesitamos que los niños y jóvenes descubran el potencial de la biología, así sentirán que pueden ser protagonistas de las soluciones que el mundo necesita para cuidar nuestra salud y la de nuestro planeta”.
Por: EUGENIA IGLESIAS
Fuente: Infotechnology