Bajo presión del mercado
El estrés financiero no es exclusivo de firmas tradicionales. También afecta a empresas tecnológicas de alto perfil como Bioceres y su controlada Rizobacter, líderes en el desarrollo de semillas y bioinsumos. A comienzos de julio, la calificadora FIX rebajó la nota de Rizobacter de A+(arg) a A(arg) y colocó su deuda en vigilancia negativa, advirtiendo sobre una estructura de capital muy tensionada.
Pymes, cambio de modelo y feroz competencia
En paralelo, empresas medianas del interior también empiezan a ceder bajo presión. Uno de los casos más relevantes fue el Campo de Avanzada, una Pyme entrerriana dedicada a la producción agrícola y al transporte de granos, que ingresó en concurso preventivo y declaró el default de una Obligación Negociable PyME por $7,5 millones. El vencimiento finalmente fue cubierto por la SGR Garantizar, que actuó como avalista, pero dejó en evidencia la fragilidad del mercado de capitales agropecuario.
El trasfondo común en todos estos casos es un cambio drástico en el paradigma productivo. El auge del “modelo financiero” con insumos en canje, siembras apalancadas y financiamiento barato quedó atrás. Hoy prima un esquema defensivo y conservador, con productores que ajustan dosis, compran menos insumos, alquilan menos hectáreas y postergan inversiones. En un contexto de precios internacionales deprimidos, presión fiscal y alto costo local, las compañías proveedoras son las primeras en pagar el precio.
A eso se suma el impacto acumulado de tres campañas con sequía y la irrupción de plagas como la chicharrita del maíz, que alteraron los rindes y generaron incumplimientos. El mapa que deja la crisis es claro: menos empleados, más deuda, default, reestructuraciones, concursos y ajustes incluso en empresas que hasta hace poco eran consideradas modelos de innovación o eficiencia. La ola expansiva ya está en marcha y no distingue tamaños ni rubros. En el agro argentino, la rentabilidad se achica y el riesgo crece.
Otras firmas en problemas
En este marco tan complejo para el sector productivo, otros casos del entramado industrial local reflejan diferentes etapas de deterioro. Vicentin, la agroexportadora que estuvo en el centro del escándalo económico más grande del sector en la última década, se encamina al traspaso definitivo de su control en el marco del cram down, lo que pondría fin a uno de los concursos más polémicos de la historia argentina. El proceso, que comenzó a fines de 2019 con una cesación de pagos de u$s1.500 millones, está a punto de concluir con la entrada de nuevos accionistas luego del fracaso del acuerdo preventivo original.
En paralelo, SanCor continúa inmersa su concurso de acreedores, con avances lentos y sin una salida clara en el horizonte. La cooperativa láctea, que supo liderar el mercado, sobrevive gracias a contratos de elaboración fasón, mientras acumula conflictos laborales y apenas logra sostener una parte de su estructura productiva.
Por último, Lácteos Verónica, una histórica pyme santafesina, presentó recientemente un Procedimiento Preventivo de Crisis ante el Ministerio de Trabajo para aplicar despidos, aduciendo una fuerte caída del consumo y acumulación de deuda. Aunque mantiene cierta actividad enfrenta tensiones gremiales y atrasos en los pagos, en un contexto de demanda interna deprimida.
Un cambio estructural
Lo cierto es que el colapso simultáneo de firmas emblemáticas, el retroceso de inversiones y el ajuste operativo son síntomas de un cambio más profundo. El modelo que durante años combinó expansión, innovación y acceso a financiamiento barato entró en crisis. Las empresas de alimentos enfrentan la caída del consumo interno, mientras que las compañías del agro ajustan su estructura frente a precios internacionales que están lejos de los máximos históricos.
La transformación es estructural: el sector dejó atrás el “boom de insumos” y se mueve hacia un esquema de supervivencia, con menos escala, menor riesgo y más incertidumbre. Todo esto impacta de lleno en el entramado productivo del interior del país, donde la agroindustria es motor de empleo, crédito y actividad. La reconfiguración del agro argentino ya está en marcha, y los costos comienzan a sentirse mucho más allá del campo.