“Las plantas parásitas se adhieren a los árboles, absorben sus nutrientes y pueden debilitarlos hasta causar su muerte si no se controlan”.
Muchas veces los sanjuaninos nos especializamos en “matar” una actividad económica antes que nazca o se desarrolle y nos autoconvencemos que, pese a que es malo, le metemos para adelante fingiendo demencia, si hace falta.
Esto es lo que muchas veces pasa en la minería y lo que rodea a su cadena de valor, pero muchas veces nos olvidamos de que los que exploran o están desarrollando un yacimiento, fueron buscados en Canadá, EEUU, Australia o Europa, para que vengan a invertir a riesgo.
Una frase que no se conjuga o no se piensa en parte del empresariado autóctono, que no concibe hacer o vender algo si no está claro cuánto es lo que va a ganar.
Y antes de avanzar vale aclarar que este análisis no busca defender la presencia de proveedores mineros chilenos en San Juan, donde no hacen una sola inversión y solo cumplen con la prestación de un bien o un servicio en un área de Protocolo Binacional Minero donde cada vez está más claro que no hay controles de ningún tipo.
Traela y dejala (en nuestras manos)
La minería es una actividad de riesgo en su etapa de prospección y exploración.
No hay bancos que apoyen a las empresas en este periodo. Una vez que esos muchachos encuentran un hallazgo prometedor, se producen varios fenómenos: entre ellos, las acciones de las empresas crecen en su cotización y, sobre todo, instituciones financieras pululan para apoyar, de ahora en adelante, al emprendedor que ya hundió o se endeudó en cientos millones de dólares para encontrar algo.
Los mineros, y entre ellos los proveedores, saben que, de 100 proyectos mineros en exploración, solo uno alcanza el desarrollo de mina.
En esa etapa todo es a riesgo de la plata que consigan, la que le presten o si encuentra buenos socios.
Por eso llama poderosamente la atención lo que pasó en los últimos días cuando autoridades de San Juan anunciaron que promovían que proveedores mineros australianos vengan a esta provincia para radicarse y hacer asociaciones con empresas locales.
Pareciera que queremos hacernos los desentendidos que lo que hacen está bien y es lo mismo que se le reclama a las autoridades nacionales o las oficinas comerciales de las embajadas: pónganse las pilas y empujen para que vengan a invertir. Lo hicieron todos los gobiernos y estaba bien que lo hicieran.
Eso sí, cuando llegan “los invitados” nos especializamos en cambiar las reglas del juego y lo que estaba permitido ya no lo es, y de lo que nunca se habló, es una nueva imposición.
“Prometo no estafarte más… Ponele…”
Esto es con lo que quiso cortar el famoso RIG,I que en uno de sus conceptos dice prometo no joderte, pero si por ahí sentís que yo te estafo (te cambio las reglas), me podés demandar de una en tribunales internacionales (como el CIADI) y te prometo…, te garantizo…, que lo que toda la vida hice, no lo haré más (confiscación de reservas, no permitir que se giren divisas a los accionistas en el exterior y mucho menos que se les ocurra pagar préstamos con los que llegaron hasta aquí).
Como país muchas veces nos hemos desempeñado con un prestigio de cuarta, con carnet de impresentables, en especial cuando no cumplimos con el pago de las deudas que juramos hacer mientras buscamos unos cuantos aplaudidores de turno que justifiquen la envalentonada infantil que solo nos castiga en nuestro desarrollo.
Si aplicamos este análisis no entenderíamos cómo el ministro de la Producción de San Juan, Gustavo Fernandez, posteara con orgullo que impulsa a proveedores mineros australianos que vengan a invertir y se asocien con los sanjuaninos.
¿El tipo está errado…? ¿Es un traidor a la patria por buscar apoyos en desarrollos tecnológicos o inversiones para San Juan?
Pero en los pensamientos de desarrollo chato y microbiano, es seguro un “vende patria”. Y vamos más allá, le agregamos el “siempre lo fue”.
De igual forma parece que está pasando con la empresa Thor en Jáchal, que aseguran llevan 20 años trabajando en San Juan, tres como miembros de la misma Cámara Minera de San Juan y como proveedor confiable de algunas de las que los critican.
¿Hay que echarlos a patadas por más que llevan dos décadas trabajando aquí y porque sus dueños no hayan perdido aún la tonada cordobesa?
Si la respuesta es sí, hay que hacerlo junto a todas las empresas que vinieron en los últimos 20 años para radicarse por ejemplo en el Parque Industrial de Albardón, lleno de empresas argentinas que compraron en comodato un terreno mientras esperaban el desarrollo minero.
O profundizar el criterio y excomulgar -como mínimo- al municipio de Iglesia que impulsa también un parque Industrial propio como nodo neurálgico para el apoyo a los proyectos del Norte sanjuanino.
Pareciera que nuestra forma de actuar nos acerca a lo que en biología se habla de parásitos, esos que por naturaleza se encargan con el paso del tiempo de absorber sus nutrientes y matar a la planta con la que se alimenta. Pero en el proceso, también mueren ellos. Se auto fagocitan e impulsan su propia muerte con su naturaleza.
¿Qué queremos ser?
En muchos aspectos, estamos frente al desafío de acompañar el desarrollo de una actividad que nos tiene cómo lideres o ser parásitos que nos condene a una nueva frustración.
Para eso se necesita un gobierno firme que marque las reglas del juego, que defina si quiere inversión de otros países, con qué características más allá de una ley de proveedores que garantizará el rechazo a esas mismas firmas cuando quieran trabajar en Catamarca, Salta, Jujuy, o aquí nomas en Mendoza.
También debemos saber que otras provincias mineras miran lo que pasa en San Juan y se regodean de las consecuencias que tendría una ley de proveedores locales.
Esa norma impulsará que las otras jurisdicciones como mínimo sancionen leyes similares y que con el listado local no les dejen poner pisada a las “sanjuaninas”, algo que siempre significó orgullo y es lo que hoy por ejemplo publicita “Huarpe Seguridad” llegando a la provincia de Santa Cruz.
Pero no es la única. Aquí nacieron Ansilta, ATA, Zlato, Ecominera, Carpas Ginestar, Caterwest, PAP, Minexxus, Semisa, Viento Andino, La Platense, Segufer, GHM, MTZ y hoy son orgullo por los bienes y servicios que brindan en toda la Argentina.
Todas ellas surgieron pensando que lo que hacían era bueno, competitivo y de calidad. Buscaban su conexión con las empresas mineras, agilizando la contratación de bienes y servicios y fomentando así el desarrollo económico y productivo de la industria minera. Nunca pensando en que se alambre la provincia para que no entre nadie que no hable sanjuanino básico.
Fuente: Minería & Desarrollo.