En la city, en los comercios, en la población en general existe una sensación: hay que sacarse los pesos de encima.
Las empresas quieren, pero no pueden adelantar importaciones, quieren, pero no pueden girar divisas a sus casas matrices. El cepo es estricto, o bastante estricto.
Los comercios, golpeados por la economía, tratan de sobrevivir como pueden la crisis. Si pudiesen, comprarían en pesos y venderían en dólares. No pueden.
Qué pasa en la población: el que tiene trabajo en blanco y ahorra, también compra dólares, los 200 que le permiten. Si le sobra, se desespera por ir al blue, aunque no termina de confiar en los arbolitos y las cuevas. Con ese escenario, el plazo fijo le resulta una buena opción. Si puede, construye; si puede, cambia el auto. Si le abren la canilla para que pueda volver a comprar libremente dólares, pagaría locuras, pero se aseguraría los verdes. La canilla está cerrada y no hay miras para que la abran.
Para los trabajadores informales o los comerciantes informales que logran ahorrar, el blue es la opción elegida. No importa si está a 200 pesos, la premisa es que el dólar en la Argentina siempre está barato.
En el medio de todo este panorama, el ministro de Economía, Martín Guzmán, asegura que no va a devaluar. También lo repite el presidente del Banco Central (BCRA), Miguel Pesce.
¿Pero la Argentina está cerca de una devaluación?
La respuesta técnica es que no. El BCRA sigue la evolución del circulante y M2 privado (dinero transaccional, neteando cuenta corriente remunerada de los Fondos Comunes de Inversión). Ese circulante se encuentra debajo de los promedios históricos.
En octubre, la Base Monetaria se ubicó en $3.009 miles de millones, lo que implica un aumento nominalpromedio mensual de 2,5% (+$72.087 millones); que se explicó fundamentalmente por las operaciones del sector público que, en lo que va del año, representaron 1,9% del Producto Bruto Interno (PBI), registro inferior al del primer año de la pandemia y al de los años 2015 a 2017.
El mercado también sabe que no toda la emisión se traduce en inflación. Esto es así porque no toda la emisión se vuelca al circulante. Los instrumentos financieros que básicamente compran los inversores corporativos, no salen del sistema financiero. Es decir, el problema vendrá, en todo caso, cuando se quieran desarmar esos instrumentos. Hoy no hay necesidad de desarmar Leliq, por ejemplo.
También es cierto, que si bien la estructura económica es endeble, técnicamente el BCRA parece contar con las herramientas para no devaluar. Además, entrarán dólares de la cosecha fina. En el Gobierno se ilusionan con ver un dólar blue bajando, y bastante, después de las elecciones. El mercado, sin embargo, tiene otra sensación.
Autor: Horacio Riggi
Medio: El Cronista