El aniversario de una nueva declaración de la Independencia nacional y los accesorios políticos para su celebración, han transcurrido en un escenario completamente distinto a otros años. El contexto de pandemia obliga, al menos, a disimular las doctrinas políticas que naturalmente corresponden al actual modelo. Desde esa mirada se puede asegurar que el Gobierno nacional no ha tenido tiempo hasta el momento, de aplicar enteramente su doctrina, tal vez obligado por el doble esfuerzo que impone la atención sobre la pandemia y el riesgo para la salud de toda la población.
No obstante, se prenden luces de alerta en la economía del país para el corto plazo. El Gobierno parece estar involucrado exclusivamente en la cuestión de salud y en ese argumento ha encontrado su nicho más cómodo donde refugiarse de las exigencias de los sectores productivos y económicos, que cada vez aparecen con más insistencia.
La fecha que acaba de celebrarse merece una reflexión sobre el momento histórico de nuestra Patria, en un contexto distinto a otros aniversarios de la declaración de la independencia. El mundo se debate hoy en la continuidad de un modelo económico y social que viene marcado por una línea de ascenso ininterrumpido, salvo por alguna época en particular, desde la misma revolución industrial. La economía fue adquiriendo nuevas formas a partir del afianzamiento de los procesos industriales, siempre con un patrón sistemático de generación de riquezas. Pero hoy tiene el desafío de reinventarse en medio de una crisis sanitaria sin precedentes. El tiempo parece jugar en contra. El país, como ya lo hizo en otras crisis mundiales, tiene mucho para aportar en este panorama. La generación de riquezas sigue siendo el sello de identidad de la Argentina ante el mundo. Su capacidad y experiencia productiva son las armas más eficaces para luchar contra la postergación en un momento como este. Una vez más, la crisis se presenta ante los argentinos como una oportunidad para salir adelante.
Es un escenario difícil, como siempre lo fue. Una enorme deuda con los acreedores internacionales, una inflación oculta y el derrumbe de la economía interna, son los eslabones de una cadena que otras veces supimos superar. No con pocas excepciones esta ha sido la misma historia desde hace décadas. Pero es importante que la experiencia marque este nuevo camino e ilumine las políticas de Estado a perpetuidad.
El rol social del comercio y la producción no deben subestimarse bajo un argumento facilista y dicotómico de la vida o la economía. Ambas son imprescindibles.
Es necesario que la grieta no fracture las miradas sobre la crisis sanitaria. Argentina ha reaparecido como ejemplo en el mundo por el manejo de políticas públicas ante la actual crisis pandémica. Tal vez tenemos la oportunidad también de mostrarnos como superadores de esa mixtura contrapuesta y confrontativa entre la crisis sanitaria y la paralización de la economía. La grieta no debe llegar a ese extremo
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