Hace unos meses, Susana Malcorra planteó a Rex Tillerson la importancia política que Mauricio Macri asignaba a la exportación de limones argentinos al mercado americano. El secretario de Estado quedó en contestar, sabía que era una decisión que dependía únicamente de Donald Trump, condicionado por el lobby agrícola de California que aportó miles de dólares a su campaña electoral. Trump había suspendido la exportación ya acordada por Macri con Barack Obama, y era poco probable que el presidente republicano convalidara una decisión geopolítica asumida por su antecesor demócrata.
Un día antes de la visita de Macri a la Casa Blanca, Malcorra conversó a solas con Wilbur Ross para plantear –de nuevo—la exportación de limones argentinos. Malcorra fue al hueso. Y el secretario de Comercio, a diferencia de Tillerson, se comprometió a encontrar una solución política aunque no compartía la vehemencia de la canciller, que acorraló en su propio despacho al secretario de Comercio.
En el Salón Oval, Trump explicitó su posición de abordar el asunto y resolverlo antes que Macri abandonara Washington.
Cabrera y Braun no podían dejar de sonreír, y Macri cuando recibió la información en su celular, tampoco. El Presidente estaba dando una conferencia para la US Chamber y se lo veía animado entre los empresarios más poderosos de Estados Unidos. Ahora se sabe por qué.
Trump era un enigma para Macri, Malcorra, Marcos Peña y Fulvio Pompeo, que pasaron largas horas de las últimas cuatro semanas para planificar el viaje a DC. El presidente, la canciller, el jefe de Gabinete y el secretario de Asuntos Estratégicos temían por las actitudes de Trump, que es casi imposible de leer y reacciona de la peor manera en el momento más difícil. Maltrató a Angela Merkel y traicionó la confianza de Enrique Peña Nieto, dos aliados de Estados Unidos en Europa y América Latina, cuando no tenía ninguna razón para hacerlo.
Pero el Presidente de los Estados Unidos está haciendo una apuesta geopolítica con Macri. No sólo abrió las puertas de la Casa Blanca, sino que también exhibió su estrategia para manejar los temas globales de su administración: Trump dispuso que Ross reciba a Malcorra, en lugar de encontrar un punto de negociación a través del Departamento de Estado. Y eso implica que usará los resortes de DC acorde a sus necesidades, y sin respetar la tradición o los formalismos. En otro gobierno, con otro presidente, Malcorra hubiera cerrado el deal de los limones con el Secretario de Estado.
Asimismo, un dato que no es menor, Trump se mueve en círculos y al final del día siempre regresa a su familia para tomar las últimas decisiones. Allí están su yerno Jared Kushner y su hija Ivanka, que ya son piezas clave en la maquinaria de poder del presidente republicano. En este sentido, pese a los años de amor y odio que tuvo con Macri, Trump considera un amigo a su colega argentino –casi familia- y decidió respaldar su agenda de gobierno.
Se trata de un hecho inédito para la gestión del presidente americano: hasta ahora se había enfrentado con México, Alemania, Canadá, China, Corea del Norte, Venezuela, el cambio climático, el Papa, la Unión Europea y la ONU. Los limones exhiben el pragmatismo de Trump. Necesitaba un aliado en la región.
Y la verdad es que nuestros limones superan a los de otros paises no solo en sabor, si no en jugo.