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Impacto de la pandemia en los niños: el 64,6% pasó a ser pobre y 34,3% padece inseguridad alimentaria

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Ya no quedan dudas de que los niños y adolescentes fueron los que más sufrieron en la Argentina el impacto de la pandemia. Mientras que el 64,6% de los chicos de 0 y 17 años vive en la pobreza, el 34,3% sufre inseguridad alimentaria y por los efectos de las restricciones el 71% de los menores no realizó actividades físicas el año pasado.

El deterioro alimentario, físico y educativo de los chicos en la Argentina se profundizó sustancialmente con la pandemia y sin la ayuda estatal con programas como la Tarjeta Alimentar los índices de pobreza hubieran escalado al 72% y la indigencia al 25% en el 2020 según las proyecciones de la UCA.

Según el último informe realizado por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA que lleva por nombre “Nuevos retrocesos en las oportunidades de desarrollo de la infancia y adolescencia”, la inseguridad alimentaria en los menores durante la pandemia es uno de los datos que más llama la atención por su gravedad. Se incrementó en casi 4 puntos entre 2019 y 2020. Esto es: que en 2019 un 30,5% de los chicos padecía algún problema de alimentación y pasó a ser el 34,3% en el año de inicio de la panemia del Covid. Pero aquellos niños que padecen inseguridad alimentaria severa o situación de hambre más de una vez al día pasó a ser del 14 al 15,6% de la población menor en Argentina.

“Todos estos datos abren un amplio signo de preguntas sobre los planes educativos o de asistencia estatal que hubo en la pandemia y los que se presentarán en el futuro para evitar un mayor deterioro de los sectores vulnerables”, explicó a El Cronista Ianina Tuñon, la encargada de llevar adelante el estudio de la UCA sobre pobreza infantil.

La situación de vulnerabilidad de los menores se potencia en el conurbano bonaerense donde hasta el 40% llegó a tener problemas de inseguridad alimentaria a pesar de que el 53% de esa población en el GBA recibió algún tipo de ayuda alimentaria.

El informe de la UCA revela que la Tarjeta Alimentar tuvo un efecto protector de la primera infancia en el espacio de la alimentación ya que los chicos sin esa ayuda tuvieron el doble de probabilidad de experimentar inseguridad alimentaria severa que pares no destinatarios de Alimentar. 

De hecho, sin la existencia de esta ayuda la pobreza infantil hubiera disparado al 72% y la indigencia al 25% según las proyecciones directas del estudio realizado en los centros urbanos de más de 80.000 habitantes del país.

Para Tuñón estos indicadores muestran que los programas de asistencia alimentaria surtieron efecto en los sectores muy indigentes aunque no así en los pobres en general.

La pobreza e indigencia en términos monetarios guarda analogía con la inseguridad alimentaria, la primera se incrementó en 5,8 puntos el año pasado y la segunda en 1,6 puntos. Es decir que en 2019 había un 58,8% de niños pobres y en el 2020 ese universo pasó a ser del 64,6%. En el conurbano bonaerense la pobreza infantil se disparó al 75,4% mientras que en otras áreas metropolitanas llegó al 60% promedio.

El informe de la UCA revela también que el 53% de los chicos menores no recibió ayuda social alguna por lo que a partir del análisis descriptivo, se conjetura que las transferencias de ingresos concentraron su efecto distributivo en la pobreza extrema (indigencia monetaria e inseguridad alimentaria severa), y fue muy limitado su efecto sobre la pobreza y vulnerabilidad de los hogares en el acceso a los alimentos en cantidad y calidad.

Los otros problemas que generó en los niños la pandemia desde sus inicios y el encierro determinado por el gobierno tiene que ver con la salud y la educación. El informe que relevó unos 4.260 niños menores de 17 años sostiene que la atención preventiva de la salud del niño/a y adolescente sano se postergó de modo significativo en el marco de la pandemia. 

Se estima que el déficit de controles médicos preventivos se incrementó casi 12 puntos y el de la salud bucal 23 puntos. Mientras que en 2019 el 41% de los niños no concurrió a un odontólogo en el 2020 esa cifra fue del 65%. Lo mismo ocurrió con las consultas médicas: en 2019 hubo un 19% de los chicos que fue a un médico mientras que el año en que empezó la pandemia el 31% no fue a un doctor.

Además, Tuñon destacó que actualmente hay 6 de cada 10 chicos que sólo cuentan con atención sanitaria pública, lo que indicaría que en todos los estratos sociales hubo un deterioro a la hora de la atención médica.

EL AISLAMIENTO OBLIGATORIO 

El aislamiento obligatorio dispuesto por el gobierno tuvo también un efecto muy negativo en los procesos de socialización de las infancias y adolescencia: el 71% de los chicos/as entre 5 y 17 años dijo no haber realizado ninguna actividad física durante la pandemia. 

Si bien la insuficiente actividad física guarda una correlación regresiva a medida que desciende el estrato social, en la coyuntura de las restricciones, parece haber afectado de modo más significativos a las infancias de los estratos sociales medios no profesionales y profesionales.

Para la encargada de llevar adelante el estudio de la UCA este dato muestra una falla en el sistema educativo que no supo utilizar la actividad física presencial como un elemento de sociabilización en medio de la pandemia.

En tanto, el comportamiento sedentario es un fenómeno transversal a las infancias, en esta coyuntura, afectó en mucha mayor magnitud a las infancias más aventajadas en términos socioeconómicos.

En tanto, los indicadores de acceso a la información experimentaron una mejora relevante en el último año como consecuencia de una mayor conectividad por parte de los hogares con niños/as y adolescentes a través de servicios de internet en el hogar. Este avance se registra en los hogares más bajos y medio no profesional.

No hubo avances tan relevantes en la adquisición de tecnología como PC o celulares. Es que el 63,9% no contaba el año pasado con un celular para acceder a sus estudios y el 33% no tenía acceso a internet. Estos no son datos menores si se tiene en cuenta que en la mayor parte del año no hubo clases presenciales y la única forma de conexión con el colegio era por medios digitales.

Por último, el informe revela que es complejo medir la no asistencia a la escuela en el contexto del Covid aunque alertó sobre las desigualdades sociales en el tipo de comunicación principal que han mantenido los niños/as y adolescentes de cada nivel educativo con sus docentes. 

La comunicación a través de redes sociales (WhatsApp, Facebook, Instagram, etc.) fue más frecuente en los estratos sociales más bajos y en la educación inicial y primaria; mientras que la comunicación a través de Plataformas virtuales (Zoom, Teams, Classroom, etc.), fue más frecuente en los estratos sociales más aventajados y en la educación secundaria. 

Las disparidades sociales se registran en brechas muy amplias en el interior de un mismo nivel educativo, pero tendieron a ser mayores en la primaria y secundaria. Así como la falta de comunicación y el uso de redes fue mayor en la educación inicial.

Por: MARTÍN DINATALE
Fuente: El Cronista


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