Invertir bien es difícil, pero no imposible. Para lograrlo, se necesita seguir algunos pasos que permitirán que el riesgo de equivocarse o de sufrir una pérdida de capital se reduzca considerablemente. El primer paso es entender que para invertir hay que tener un plan, proyectarlo en el tiempo, hacer un seguimiento y efectuar las correcciones necesarias para alcanzar el objetivo propuesto. Suena difícil, pero no lo es: en realidad, como todo en la vida, requiere de cierta conducta y disciplina.
¿Por dónde empezar? Generalmente, el inversor toma atajos que se pagan muy caros. Por ejemplo, en lugar de armar una estrategia, sólo se pregunta en dónde invertir: compra dólares, renueva un plazo fijo, adquiere una acción o toma una decisión simplemente porque alguien le dijo que podía ser una buena apuesta. Y, así, olvida que toda improvisación aumenta los riesgos. De hecho, en qué invertir es lo último que se decide: se supone que, si se cumplen correctamente los pasos previos para armar la estrategia y definir la cartera de inversión, la respuesta surge naturalmente como resultado de la planificación. En síntesis, es como un triángulo invertido que va decantando: lo último que se decide es en qué instrumento y con qué ponderación invertir.
¿Qué debería tener una cartera de inversión, entonces? Los instrumentos siempre son los mismos, lo que cambia es la combinación de ellos. Lo indicado es tener una cartera con activos en moneda local, en moneda extranjera, renta fija o variable, inversiones de flujo y de stock y, luego, elegir los mejores activos dentro de los cuatro grandes grupos de inversión que existen (negocio inmobiliario, mercado de capitales, colocaciones bancarias y economía real).
¿Cuáles son los pasos a seguir? Hay que ser lo más profesional posible a la hora de invertir. Eso implica dedicarle tiempo a la planificación y definir por qué se está invirtiendo. Entonces, con el objetivo claro, detectar la estrategia indicada será mucho más fácil. Esa finalidad se debe combinar con el plazo en que se está dispuesto a invertir (corto, mediano y largo plazo) y también con el riesgo/rendimiento que se asume/espera.
Una vez claros los parámetros anteriores —objetivo, riesgo, plazo y rendimiento—, es el momento de sondear la mejor combinación para la cartera de inversión. Una aclaración: el riesgo no es ni bueno ni malo, sino aquel que cada inversor está dispuesto a tolerar, lo cual depende mucho de su edad, su situación financiera y su conocimiento. Hay dos grandes clasificaciones: los adversos son quienes no quieren asumir incertidumbre alguna y van a lo seguro; los propensos afrontan un mayor nivel de riesgo con el objetivo de obtener una rentabilidad superior aunque no esté asegurada. Conclusión: dos personas con un idéntico objetivo pueden tener una cartera de inversión distinta según el grado de aversión personal al riesgo.
La madre de todas las batallas
Es una verdad irrefutable: el secreto de invertir es la diversificación. Pero existe una confusión muy grande que lleva a cometer muchos errores… Se puede definir una cartera de activos o de inversiones como la combinación de distintos instrumentos que buscan minimizar la exposición al riesgo. Pero, atención: diversificar no es invertir en distintos instrumentos, sino algo mucho más profundo. Un ejemplo esclarecedor: durante mucho tiempo, mi padre, cuando tenía que realizar un plazo fijo, colocaba el dinero en distintos bancos “para diversificar”, pero esa estrategia no eliminaba ninguno de los riesgos subyacentes porque, a pesar de invertir en diferentes entidades, el riesgo mayor era el del sistema financiero argentino o que todo su dinero estaba en pesos.
Una regla de oro entre los expertos indica que el objetivo de diversificar es maximizar los retornos dado un nivel de riesgo o minimizar los riesgos dado un nivel de retorno. Esto significa invertir el dinero en activos de diferentes sectores cuyos retornos no estén directamente relacionados la mayoría del tiempo y, de esa manera, reducir el riesgo. Así, existen activos de correlación positiva, como la inversión de mi padre, que no reducen el riesgo. Y también hay retornos con correlación negativa, que tendrán movimientos opuestos ante el mismo escenario; de esa manera se reduce el riesgo porque, mientras uno baja, el otro compensa minimizando las caídas en los rendimientos y acotando el riesgo.
¿La diversificación elimina todos los riesgos? Es otro mito. Por más que se elijan los mejores activos y la mejor diversificación, hay un nivel de riesgo que no se puede eliminar, y es el denominado sistemático, que no representa el riesgo de un activo en sí o de una cartera, sino el de mercado, que no se puede eliminar.