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Augusto De la Torre: “La Argentina es la gran esperanza de la región”

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El economista jefe para América latina del Banco Mundial dice que, ante el fin de ciclo de bonanza para las commodities, el Gobierno tiene el desafío de explicarle a la población que no puede gastar como en la década pasada.

Los tiempos de bonanza para América latina se acabaron. En una entrevista con LA NACION, Augusto De la Torre, economista jefe para América latina y el Caribe del Banco Mundial dice que, con la caída de los precios de las materias primas, ahora los políticos tienen el gran desafío de, en un entorno en el que no hubo una gran crisis, explicarle a la población que no puede gastar como lo hizo en la última década. Y la Argentina, a la que describe como la “gran esperanza de la región”, no es la excepción.

-¿El ajuste llegó para toda la región?

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-El común de los mortales experimenta los efectos de este tipo de grandes cambios de los factores externos, pero no los identifica con claridad. Uno puede explicar el 75% de los movimientos económicos de las economías latinoamericanas por movimientos de factores externos: crecimiento de la demanda global por China, las condiciones financieras internacionales, y los precios de las commodities.

-¿Se cometieron errores en la política que sigue manteniéndose tal fragilidad antes los shocks externos?

-Las circunstancias han cambiado, pero seguimos siendo una región en donde los recursos naturales son clave. Eso incluso se intensificó. La mejora de los precios de las commodities facilitó una expansión muy grande del gasto doméstico, del fiscal, del consumo, y sólo en algunos casos de la inversión. Pero este ritmo de gasto no es sostenible, porque la reversión del ciclo es duradera. Es una quimera pensar que América latina va a volver al contexto de bonanzas de los últimos 15 años.

-En un informe, el Banco Mundial marca que hay una doble velocidad en las economías de la región. No todas están afectadas por igual.

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-La región se ha bifurcado. Centro América, Mexico y el Caribe se mueven con el ciclo norteamericano; esas economías están ahora recuperándose. Las economías de Sudamérica, ya no están pegadas a Estados Unidos, sino a China. Para nosotros, la caída de los precios de las commodities y la desaceleración de China, del 11% al 6%, nos golpeó muy duro.

-Aun dentro de Sudamérica no todas están en las mismas condiciones.

-¿Por qué tienen más margen de maniobra ante este shock que se produce en 2012 o 2013? Es por la diferencia en las políticas económicas y la manera en que se administró el ciclo de bonanza. En un extremo está Perú, y en el otro, Brasil. Perú aparece como el héroe de la historia, en donde las variables fundamentales de la economía tuvieron un efecto amortiguador; en Brasil, amplificaron los problemas. Cuando uno administra bonanzas, el factor más importante es el ahorro. Perú entra a la bonanza con una tasa de ahorro relativamente alta, luego la propensión marginal de ahorro durante la bonanza fue alta, mientras que en Brasil los efectos de gasto y de consumo generaron una caída del ahorro real. Los brasileños sentían que eran ricos y podían visitar Disney con facilidad, potenciaron el consumo y amplificaron efectos de bonanza. Luego qué pasa con las cuentas fiscales: en Perú la moneda no se apreció tanto y además el proceso fiscal fue más cuidadoso, el gasto total no se desbordó. Mientras que en Brasil hubo una expansión muy importante del gasto público. Cuando se acaban los buenos tiempos, esa caída es peor.

-La Argentina parece más cerca de la descripción de Brasil.

-No está tan cerca de Brasil, pero tampoco de Perú. Tiene ciertas peculiaridades. El problema del tipo de cambio empieza en 2010. Estimulan la economía con la crisis de 2010 de EE.UU., y ahí nos afecta un espejismo. Las economías se recuperan rápidamente, gracias a que China se recupera muy rápido, y todos empezamos a pensar que esa recuperación iba a durar años, y ahí empieza la gran equivocación. También creció el gasto público; un factor amplificador. Y otra diferencia importante es que la Argentina al fin de este periodo empieza a confrontar los cambios externos con medidas restrictivas que son muy distorsivas: los controles al mercado cambiario, a las importaciones. y empieza a buscar maneras, que no iban a ser duraderas, para tratar de mantener los patrones de gasto en tiempos de bonanza.

-¿Cómo ve a la Argentina hoy?

-Antes, cuando cambiaban ciclos, había grandes crisis, América latina tiene recuerdos de estos ajustes macroeconómicos muy fuertes. Este fin de ciclo, no ha producido ese tipo de crisis sistémicas, quizás con la excepción de Venezuela. Al no tener esos grandes incendios, la gente no percibe la necesidad de hacer correcciones, porque no ve la emergencia. Pero objetivamente, la realidad es que tenemos que adaptar los patrones de gasto a las nuevas condiciones externas que han cambiado de manera violenta. En la Argentina, hay un factor adicional que es Brasil. La gran recesión de Brasil, que pareciera haber tocado fondo, tiene un daño colateral importante. Por cada punto porcentual de desaceleración de Brasil, la Argentina tiende a desacelerarse 0,7%. La política económica del presente en la Argentina se hace en un contexto externo muy distinto del 2013, y eso hay que entenderlo. En un contexto donde no hay crisis sistémica, entonces la pedagogía de las medidas cuesta más, porque la gente lo siente lejano. Tienes que hacer correctivos en los patrones del gasto, al tiempo que tienes que recomponer la actividad económica para generar crecimiento sin el impulso de altos precios de las commodities, y eso exige tiempo. El Gobierno no puede impulsar la economía con gasto, como antes. Necesita que el sector productivo reasigne actividades a clientes de mercados internacionales, y eso no puede pasar de la noche a la mañana. Eso nos toca hacer en un contexto de un mundo que no crece mucho. Pero no hay que desanimarse, porque siempre es posible encontrar un nicho. Necesitas mover la destreza de los trabajadores, la inversión.

-Siempre hay un dilema en la apertura comercial.

-Es una tarea desafiante pero no es imposible El mercado internacional es enorme en relación con nuestras economías; siempre hay un nicho en el cual se puede entrar. Pero no es tan fácil.

-¿Qué pasa con el mercado interno?

-Siempre va a ser complementario. Para economías como las nuestras, si quieres tener un crecimiento vigoroso no puedes depender sólo del mercado interno. Incluso la Argentina se beneficia de una integración internacional más profunda. Tiende a crecer porque crecen las industrias exportadoras o porque te vuelves más competitivo, y pueden producir algunas cosas domésticamente y no hay necesidad de importar. En la Argentina hay mucho espacio para eso.

-¿Qué va a pasar con los bloques comerciales regionales?

-Hemos tendido a ir de un extremo a otro en términos de integración: o nos integramos al mundo o entre nosotros, esa dicotomía es muy nociva. Por razones de escala, terminas produciendo cosas caras dentro de ese club, los consumidores terminan pagando mucho por electrodomésticos que no son tan buenos, y no se benefician de la competencia y de los avances tecnológicos de estar integrado al mundo. El otro extremo de abrirse y olvidarse de la integración regional tampoco es tan bueno.Se pueden reforzar la una a la otra. Por ejemplo, solucionar los problemas energético de forma regional.

-Son bastante optimistas en su estimación de caída del PBI argentino para este año, 0,5% contra el 1,5 de muchos, ¿por qué?

-La tarea de las proyecciones se ha vuelto en una tarea muy peligrosa. Una manera de minimizar los riesgos es explicar los supuestos que uno tiene. En la Argentina, el -0,5%, tiene supuestos de lo que pasa en Brasil, China, con las tasas en EE.UU. Pero en general hay un consenso de que la situación de contracción económica en America del sur está tocando fondo, y hay razones fuertes de que el próximo año será positivo, no de un crecimiento para cantar victoria. Ye so porque hay evidencia de que Brasil está tocando fondo.

-¿Le preocupa el tema fiscal en la Argentina?

-Una opinión personal mía. Hay que darle la bienvenida a esta buena noticia de que el fin de ciclo no ha producido una gran crisis sistémica. Nos abre la oportunidad de hacer las cosas más civilizadas, de hacer el alineamiento del gasto y del consumo más gradual. Es óptimo hacerlo gradualmente, porque puede si no exacerbar la contracción económica. Para ello necesitas tener financiamiento razonable. La Argentina tiene la gran noticia de que recuperó el acceso a los mercados, y pese a los correctivos que hay que hacer, entra a esta transición con deuda baja. Le da un margen de maniobra que otros países no tienen. Lo otro es distribuir el ajuste equitativamente, y ese es un tema de pedagogía política. Se puede explicarle a la gente que no se puede tener el ritmo de gasto de cuando las commodities estaban altos, pero no es fácil. Es un tema de cómo lo distribuyes en la población, por eso hay tensión social. Todos dicen ‘a mi no’.Hay que tratar de proteger a los grupos más vulnerables. El desafío ahí ya no es para los economistas, sino para la política y la institucionalidad política. Cuando las cosas se hacen de manera gradual siempre hay un tema de credibilidad. En América latina, los horizontes son cortos, y hay poca credibilidad. Entonces los analistas piden más signos de que esto es cierto. En la medida en que haya la percepción de que es una transición seria hacia una convergencia, la preocupación cae. Con respecto a lo que sucedió con las tarifas, es un contratiempo para el anuncio, porque desvía de la trayectoria, pero uno puede verlo de manera positiva porque es el reconocimiento de una sociedad donde hay pesos y contrapesos. Lo interpreto como un paso hacia adelante. La Argentina está en un proceso de consolidación institucional. Dada la historia latinoamericana, los analistas tienden a pedir ajustes más rápidos. Pero que sentido tiene hacerlo haciendo ajuste que no son sustentantes socialmente.

-¿Cómo califica estos meses del Gobierno de Macri?

-Le doy una alta calificación a la gestión. Primero porque se tomaron decisiones importantes de entrada, incluyendo el sinceramente de las cifras. Argentina estaba en una situación desde el punto de vista internacional bastante poco deseable. El simple hecho de restaurar la credibilidad era un paso importante; limpió las restricciones al mercado cambiario, a las importaciones, y empezó a bajar el peso a ciertos tributos a las exportaciones que uno quería que se recuperen. Estos ajustes me parecieron buenos. Un paso necesario era restablecer las relaciones con los mercados internacionales, que fue admirablemente bien llevado y exitoso. Y luego tienes el restablecimiento gradual, pero claro, de la independencia del Banco Central, que en una sociedad moderna es clave. A la larga, la estabilidad de precios, en la que la Argentina está en camino, requiere de un BCRA moderno. De todos los países de América del Sur, el upside de la Argentina es el mayor. Tiene un potencial extraordinario: es grande, con muchos recursos, un capital humano muy fuerte, con capacidades uncías del lado de la innovación. Pero también son los desafíos, y no hay que minimizarlos. Un desafío es la macro, que se está manejando, y se está manejando bien, para que no sea un obstáculo al crecimiento. Luego hay una serie de reformas estructurales para darle vigor a la inversión privada, tanto de argentinos como de extranjeros. Y eso requiere pensar en grandes temas: la educación, la logística, la infraestructura que haya competencia en mercados que hoy no son competitivos. y la integración más robustas con los mercados internacionales de bienes y servicios. Ese es un tema donde la Argentina tiene mucho por avanzar.


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