A dos meses de ser mamá, a Romina Ávila la desvincularon de su empresa. No se dio por vencida y fundó la Organización Madre Emprendedora para potenciar proyectos de mujeres, a veces sobreestimados.
Después de trabajar durante 11 años en una empresa corporativa, a Romina Ávila la desvincularon de su trabajo a los dos meses de haber sido mamá. “Esa fue la primera evidencia de la exclusión social y laboral que sufrimos las mamás y me di cuenta de que no era la única a la que le ocurría”, cuenta desde su oficina en Villa Pueyrredón la directora y fundadora de las Organización Madre Emprendedora.
Una vez fuera del paraguas protector de la relación de dependencia, con una beba de 6 meses (hoy su hija tiene 10 años) y “totalmente vulnerable”, Romina tuvo que saltar al ecosistema emprendedor, “que también estaba sesgado por una cultura machista”, asegura. Terminó una maestría en Negocios y empatizó con una realidad que desconocía. Al ver que en otros países había comunidades que se dirigían a la mujer desde otro ángulo, decidió embarcarse en un proyecto que fuera una revista de negocios para madres emprendedoras.
Con los años el proyecto mutó y, desde una problemática de género, buscó “potenciar a mujeres madres para generar emprendimientos sostenibles, sustentables y escalables”, a través de seminarios y capacitaciones. Así nació Madre Emprendedora, hace diez años ya, y hoy cuenta con un equipo de 9 personas.
-¿Cuál es la problemática de la madre que emprende?
–Hay un imaginario social de que la madre que emprende es la mujer que se queda en su casa y hace cupcakes. Para mí era terrible que solamente se encasillara a la mujer en ese lugar. A partir de ahí surge la idea de hacer el Premio Nacional Madre Emprendedora para visibilizar a estas mujeres líderes de grandes e innovadores emprendimientos y sacarlas del lugar de “mami que hace tortas”.
-¿Cómo fue ese comienzo?
–Fue difícil emprender con un concepto que no existía en la Argentina. Este prejuicio social que existe sobre ser mujer y ser madre. Trabajamos a partir de una problemática de exclusión. Porque el sistema excluye a las madres y la sociedad también. Tanto cuando trabajamos con mujeres bajo vulnerabilidad socioeconómica como cuando lo hacemos con mujeres de alto perfil académico, lo que las atraviesa a nivel cultural es lo mismo.
-Siendo madre, muchas veces la propia casa no es el mejor lugar para poder trabajar, ¿no?
-Totalmente. Por eso hay que cerrar contratos sociales entre las familias para decir “de 14 a 18 necesito este espacio para mí”. Nosotras tenemos que poner esos límites. Son articulaciones y redes que tendrá que hacer quien tenga más flexibilidad, por eso hay que hacer acuerdos sobre las tareas de corresponsabilidad y del hogar, que son no remuneradas. No podemos hacer propias las tareas no remuneradas, creer que forman parte de nuestro rol, porque si no ya partimos de una idea errónea e injusta.
-Si no lo hiciéramos le deberíamos pagar a alguien más para que lo haga…
-Que seguro es una madre y está precarizada y tal vez tiene más hijos que vos y los debe dejar con una tía o abuela para poder trabajar. Entonces, uno de los puntos clave es equilibrar estas tareas. Romper con esos conceptos naturalizados y cuestionarlos para poder tener nuestro espacio y decidir. Cuando les pregunto cuánto tiempo les dedican a sus proyectos, me contestan: “En la madrugada, cuando todos duermen”. Es decir que la productividad es baja. Y esto es porque las tareas no remuneradas no están bien equilibradas.
-Y eso les hace perder tiempo para sus proyectos…
-Claro. Hicimos una encuesta y pudimos confirmar que la mayoría de las mujeres les dedican un 90% a las tareas no remuneradas, y si eso estuviera equilibrado dedicarían su tiempo a formarse y a sus proyectos. No a la peluquería, donde te meten la sociedad o el marketing. Las mujeres quieren salir de ese lugar y no pueden.
-¿Por qué no invertimos tiempo en lo que realmente queremos?
-Porque repetimos patrones instalados en la cultura y hasta que no lo evidenciamos, no lo hacemos propio. Hay que derribar mitos y conceptos románticos de la maternidad para poder decidir. La tarea del cuidado puede tenerla la escuela u otra persona. Me ha pasado de encontrarme con mujeres que me dicen que le tienen terror a la maternidad porque tienen miedo de perder su libertad. Entonces, empecemos a interpelarnos. Hoy la palabra clave es la decisión, poder elegir si te querés quedar en tu casa o no. Y si no contás con esa libertad, empezá a preguntarte por qué no la tenés.
-La relación de dependencia, ¿evolucionó?
-En las grandes empresas que tienen sus casas matrices afuera, sí. Sin embargo, en Argentina el 70% son pymes y ecosistema emprendedor. Ahí nada cambió. Sumado a que no hay políticas públicas, excepto en la Ciudad de Buenos Aires, en el interior del país los espacios de decisión siguen estando ocupados por varones.
-¿Qué falta?
-Temas como salud sexual reproductiva que, por encontrarnos en una sociedad machista, cuesta involucrar. Son las mujeres las que siguen pariendo hijos, se quedan en la casa y los hombres quienes llevan el dinero. Y el dinero es poder. Realmente queremos ser agentes de cambio, generar un impacto en la sociedad para que mañana seamos nosotras las que generemos trabajo.
Tips para empezar
-Pensá en qué te sentís libre en la toma de decisiones y en qué no.
-Dale valor a lo que hacés y ponele precio.
-Capacitate y proyectá. x Armá un modelo de negocios que te permita bajar esta pasión emprendedora a la tierra.
-Formá un equipo, es la única
manera de crecer.
¡Estás convocada!
-El premio va por su 5ta edición y hay tiempo de participar hasta el 31/10 en concurso@madreemprendedora.com.ar. x www.madreemprendedora.com.ar x Instagram/ @madreemprendedora