Desde que este columnista se mudó por primera vez a una América Latina plagada de deudas en la década de 1980, ha visto muchos aspectos de los negocios en la región cambiar para mejor. Hay dos que no. El primero es la plétora de pequeñas empresas, desde almacenes familiares y heladerías hasta ferreterías, que en general son tan pobretonas como entonces, tienen una magra existencia y obcecadamente sólo aceptan efectivo (aunque las cajeras aún tengan dificultad para calcular el vuelto). Lo segundo es una visita al banco, donde a veces parece que los únicos que consiguen lo que necesitan son los que llevan la cara cubierta y una Uzi en las manos.
Ambos problemas se refuerzan el uno al otro. Las pequeñas empresas no se modernizan porque les resulta difícil acceder al crédito. Los bancos oligopólicos se sienten reivindicados respecto de que no les importa casi nada que haya firmas atascadas en el pasado. La falta de dinamismo resultante entre las firmas pequeñas y medianas, que representan más del 99% de las empresas en América Latina, es un freno a la actividad económica. Con la pandemia de Covid-19 aún atormentando la región, la vulnerabilidad se ha vuelto peor. La cuarentena total o parcial, así como el temor al contagio y una profunda recesión, han puesto en peligro mortal a las empresas más chicas de la región.
Pero no a todas. Para ver por qué hay que mirar a Mercado Libre. El valor de mercado de la firma pan-latinoamericana de comercio electrónico y fintech ha aumentado al doble -superó los US$50.000 millones- durante la pandemia, al proveer ventas online y vías de pago a estas compañías tan vulnerables. Desde que fue fundada en 1999 por, entre otros, Marcos Galperin, un graduado con título de MBA (máster en administración de empresas) de la Universidad de Stanford, se ha convertido en la mayor empresa de tecnología de la región, a pesar de que sus ingresos proyectados para 2020 son de tan sólo US$3200 millones y perderá dinero por tercer año consecutivo.
Pero las ganancias son para el futuro. Mientras tanto, es parte de una oleada digital que puede impulsar a las firmas más pequeñas -que representan alrededor del 80% de las que usan sus plataformas- a la era moderna.
Típicamente, Mercado Libre ha sido comparada con eBay, el mercado online estadounidense que fue un inversor temprano. Ahora vale más que su mentor de entonces. Comparte algunas características de Amazon, con quien compite, especialmente en México. Por ejemplo, al igual que Amazon en sus primeros tiempos, está dispuesta a perder ganancias de corto plazo a cambio de un crecimiento acelerado. También ha estado desarrollando una red de logística. Pero a diferencia del titán estadounidense, rara vez comercializa productos propios: su negocio de comercio electrónico cobra una comisión sobre transacciones entre compradores y vendedores en su plataforma.
En ese sentido se asemeja a Alibaba, dueña de los emporios online de China. Su rama fintech, Mercado Pago, se basa aproximadamente en el modelo de Alipay, el sistema de pagos de Alibaba. Los planes, anunciados el 20 de julio por el propietario de Alipay, Ant Group, de emitir acciones que podrían valuarla en US$200.000 millones, tienen babeándose a los inversores de Mercado Libre ante la perspectiva de un equivalente latinoamericano.
Lo que más atrae a esos inversores es la promesa de una revolución digital en América Latina. Ha tenido un inicio lento. El año pasado menos del 5% de las ventas minoristas de la región se hicieron online, comparado con 12% en Estados Unidos y 20% en China. La mitad de los latinoamericanos no tiene cuenta bancaria. El temor al fraude con las tarjetas de crédito traba el comercio electrónico, así como las pesadillas logísticas en Brasil, donde Mercado Libre genera la mitad de sus ingresos.
Pero en lo que resultó una mezcla de suerte y buen timing, la firma acaba de invertir en logística cuando la penetración del comercio electrónico saltó a los dos dígitos en medio de la pandemia. Pedro Arnt, su jefe de Finanzas, dice que el paso de América Latina al online se ha acelerado entre tres y cinco veces en los últimos meses. Eso es así en todas partes. Pero si los que compran por primera vez online en América Latina lo convierten en un hábito, Mercado Libre tiene mucho por ganar. Según Barclays, un banco, el valor de la mercadería comercializada en Mercado Libre promedió US$30 por latinoamericano el año pasado. La cifra equivalente para Amazon en sus principales mercados de Estados Unidos, Europa y Japón fue de US$405.
El potencial para los pagos puede ser aún mayor, aunque este negocio ha tenido una situación más complicada en la pandemia. Antes, Mercado Libre intentaba meter en su órbita a los comerciantes offline, alentándolos a aceptar pagos móviles vía códigos QR en tiendas físicas. Con el cierre de restaurantes y comercios, esta iniciativa se trabó. Pero la adopción de los códigos QR como medida de distanciamiento social puede prosperar al reabrirse los negocios. Marvin Fong, de BTIG, un broker, dice que una promoción de los pagos digitales al estilo de los códigos QR por los bancos centrales latinoamericanos podría galvanizar las plataformas fintech en América Latina, tales como Mercado Pago.
El delta del Amazonas
Arnt dice que sería tonto saborear estas oportunidades “únicas en una generación” e ignorar las amenazas competitivas. La mayor es Amazon, contra la cual su firma ha librado una costosa batalla en México. Hasta ahora, Amazon ha prestado más atención a las oportunidades de comercio electrónico en la India que en América Central y del Sur, pero eso podría cambiar. La segunda amenaza es que la pandemia de Covid-19 convenza a grandes cadenas de comercios minoristas físicos de la urgencia de construir redes online. Llama a esto el escenario de “el imperio contraataca”.
La tercera amenaza aparece en el terreno de los pagos, sea en la forma de competencia de nuevas fintech regionales o de WhatsApp (en relación quizás con las ambiciones de comercio electrónico de Facebook, su propietario). Los ejecutivos de Mercado Libre habrán dado un suspiro de alivio el año pasado cuando recibieron una inversión de US$750 millones de PayPal, un rival potencial, para ayudarlos a expandir los pagos digitales de su compañía.
Pero Mercado Libre también tiene algunas ventajas incorporadas. Su éxito en el comercio electrónico le ha dado suficiente reconocimiento a su marca como para sostener un negocio de pagos a nivel de toda la región. Sus clientes pymes dependen de la firma para su comercio electrónico, para los pagos y, de forma creciente, para el crédito; eso ayuda a consolidar su lealtad. Y su origen latinoamericano significa que entiende no sólo lo que los países tienen en común, sino también sus diferencias. La gente local dice que es una compañía colegiada para la que quiere trabajar la gente más capaz de la región, más que para Amazon. Si eso la inspira para crear sus propias empresas para vender a través de su plataforma, tanto mejor.
Fuente: La Nación