Este año, el ritmo de comercialización fue más lento al previsto por el Gobierno, que tras la sequía que golpeó al sector en 2023, esperaba un fuerte aluvión de divisas en el primer semestre. En contraposición, la liquidación fue muy espaciada por la expectativa de una unificación cambiaria y de mejores condiciones internacionales que finalmente nunca llegaron.
Para la campaña que viene las perspectivas no son buenas. Los consultores del sector hablan de “márgenes muy negativos” para la soja y el maíz, cuya intención de siembra también cae por el efecto de la chicharrita. Advierten que parte de la producción de soja podría derivarse al maní, que no paga retenciones.
Baja de retenciones y cuentas fiscales
Un escenario de estas características le pegaría de lleno a la industria que ya opera con altos niveles de capacidad ociosa. En declaraciones radiales, el presidente de CIARA, Gustavo Idígoras, propuso bajar rápidamente las retenciones a la soja del 33% al 25% para cosechar 11 millones de toneladas de poroto más y sumar unos u$s5.000 millones en exportaciones.
Del lado del Gobierno miran celosamente la hoja de las cuentas fiscales. El superávit financiero es la prioridad, por eso descartaron una baja inminente. Aunque un ejercicio que hizo la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, asegura que la recaudación en otros impuestos, no sólo compensaría los cerca de u$s360 millones que se perderían por derechos de exportación, sino que sumarían unos u$s393 millones netos.
En el sector definen al escenario como “delicado”, los productores aseguran que la caída de los márgenes enciende una “alerta roja”. El equipo económico de Javier Milei apuesta a que la baja de diez puntos porcentuales en el impuesto País agendada para septiembre mejore las condiciones, aunque eso no tendría un impacto inmediato porque parte de los insumos ya fueron nacionalizados.
Fuente: Ámbito