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Menos trabajo y más tiempo con sus hijos: cinco padres cuentan cómo lo lograron

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Son las 8:00 de la mañana y Diego ya despertó a Franco (3 años) para llevarlo al jardín. De pasada prende la PC para revisar los mails y sigue hasta al baño para que Fran haga pis y se lave la cara. El objetivo es llegar a las 9:00 al jardín. Al regresar a su estudio (que también es su hogar), responde algunos llamados por trabajo hasta ser interrumpido por el llanto de Ana, su segunda hija (1 año y medio), a quien hace upa con una mochila para calmarla y, en el mejor de los casos, volverla a dormir.

Como él, distintos padres le “buscan la vuelta” al trabajo, cambian horas de oficina por home office, incluso dejan trabajos estables para arriesgarse en el camino independiente, impulsados por la necesidad de estar presentes en la crianza. “Quiero asistir a los actos de colegio”, “ir a la plaza cuando tengamos ganas y cualquier día de semana”, “hacer una escapada en familia cuando quiero”, se hace eco entre los distintos relatos. Algunos lograron el cambio antes de que nacieran sus hijos, otros ya venían en esta dirección y la llegada de la paternidad lo profundizó.

“Hay una concepción de paternidad muy distinta a la de una década atrás. Los padres ahora quieren estar más presentes, compartir la crianza, no brindar ayuda“, asegura Claudina Kutnowski, directora de Glimar, especialista en reinserción laboral. “Hay algo muy fuerte en esta generación, parecen más conscientes de sus necesidades primordiales, como es estar desde el minuto cero junto a sus hijos, y no tan sujetos al mandato social o a la bajada cultural”. Hace 7 años, cuando comenzó a recibir padres que buscaban ayuda para cambiar el rumbo de su trabajo, Kutnowski asegura que el foco estaba en “la conquista de libertad de horarios y en estrategias para desarrollar un proyecto propio que aportara orgullo y placer. La paternidad quedaba resignada a que el trabajo quitaría horas con los hijos, pero era así y punto”. Las cosas cambiaron, y según cuenta Claudina, desde fines del año pasado se dispararon las consultas de hombres próximos a ser padres que llegaban decididos a no perderse las primeras etapas de vida de sus hijos. “Quiero estar en las reuniones de jardín”, “no me quiero perder de darles de comer, de jugar juntos”, parafrasea Claudina evocando los argumentos más recurrentes. Según datos de la Consultora Glimar, “ahora 1 de cada 6 consultantes son hombres, cuando 7 años atrás era sólo 1 de cada 10”.

Martín y la asistencia perfecta

“Me pareció una locura que solo me dieran dos días por el nacimiento de mi hija”, enfatiza Juan Martín Cingolani, carpintero, papá de Lucero (6 años) y Coral (3 años), “y después seguir laburando como si nada hubiera pasado cuando en realidad mi vida cambió totalmente“. Así es como tomó la decisión de dejar su trabajo estable y seguir de manera independiente. “Yo necesitaba estar con mi compañera y mi beba, conteniendo al equipo familiar”. Pasaron casi 7 años y asegura que nunca se arrepintió: “No me perdí ninguna caída de dientes de mis hijas, ninguna agarrada de dedos con la puerta, ni vómitos, ni diarreas. Fui testigo de todo y siento que mis hijas disfrutan y valoran la condición de tener un padre presente”. Trabajar mientras se cambia un pañal o se prepara el almuerzo puede ser caótico, por eso Juan Martín pone pautas claras, a pesar de que no siempre “le sale”: “Cuando estoy trabajando no pueden entrar a jugar conmigo, tienen que esperar a que termine”, y señala un espacio contiguo a la casa donde funciona su actual taller. ¿Pros y contras de esta elección? “Lo mejor es poder elegir lo que uno quiere hacer todo el tiempo, contar con disponibilidad para compartir en familia, y lo peor es lo que cuesta organizarse día a día, además de que hay menos ingreso”.

José, militante de las tareas compartidas

Cuando nació Tilo, su primer hijo, José Esses, periodista y escritor, padre de Tilo (3 años) y Nora (11 meses) ya estaba acostumbrado a trabajar de manera independiente desde su casa; con la paternidad esta modalidad de trabajo no hizo más que acentuarse. ” Tenemos tareas compartidas con Mariana, yo soy el que se encarga de los pañales y de llevar y buscar al jardín. También de hacer las compras y cocinar. La idea es nivelar tareas ya que la mamá sí o sí se ocupa de la lactancia prolongada y de las despertadas nocturnas”. Para trabajar tiene una regla que vale de consejo, “aprovechar cada rato libre para releer algo y ponerse en tema para retomar en cualquier otro ratito”, y corta la charla porque Tilo se está bañando y hay que secarlo y cambiarlo. Otra práctica que les funciona muy bien es cargarlos en la mochila. “Los acostumbramos desde muy chiquitos para poder dormirlos sin teta en un momento donde la mamá no está o quiere descansar. Y mientras los tengo a upa hablo, también trabajo, voy haciendo”. ¿Principales ventajas de trabajar independiente? Armar y desarmar planes, además de evitar el tránsito de la ciudad de Buenos Aires. “Tilo hoy no tuvo jardín así que trabajé en casa con él al lado mientras miraba ´El libro de la selva´, cada tanto me habla, pero bueno, cada uno trabaja en su compu, como dice él cuando está con su tablet”.

Gustavo el freelancer

Desde antes de que llegara su primer hijo, Gustavo Pascaner, fotógrafo, padre de Facundo (3 años) y Sofía (6 meses), tenía claro que quería manejar sus tiempos y vivir de un emprendimiento propio. No fue inmediato ni fácil. El año pasado incursiona en el cambio de rumbo. “Cuatro meses después de haber tomado la decisión de dejar mi trabajo como empleado, me empieza a ir mal (como fotógrafo independiente), hasta quedarme sin sueldo”. Mientras tanto pasaban los meses sin generar ingresos y se acercaba el nacimiento de Sofía. “Decidí que después de acostar a Facu me sentaría en la compu hasta que me quedara dormido tratando de crear algo nuevo que pudiera generarme ingresos. Y en un mes nació Mister Robot. Fue casi al mismo tiempo que nació Sofi, porque en octubre también tuve mi primer cliente”. Dice que no trabaja desde su casa, porque “no podría”. “Creo que no haría ninguna de las dos cosas. Ni estar con los nenes, ni trabajar”. “Para poder cumplir con mi rol de padre necesito que los límites estén marcados, aunque a veces se borroneen un poco”. Al manejar sus tiempos, una de las principales ventajas que destaca es “poder tapar baches que siempre surgen cuando hay niños, por ejemplo, cuando se enferman o si un día no tienen escuela.También me permite llevar y traer a Facu del jardín, ir al pediatra, y muchas cosas más”.

Juan Pablo en búsqueda del equilibrio

“Si me preguntás si ahora tengo más tiempo, la verdad es que no – anticipa Juan Pablo Acosta, licenciado en Marketing, padre de Catalina (4 años) y Joaquín (un mes)-, pero no me molesta, soy más feliz trabajando sin jefe. Priorizo elegir estar una mañana jugando con mi hija en una plaza si quiero”. Antes de ser papá por primera vez, en el año 2013, ya se proyectaba junto a Emi, su mujer, en un estilo de crianza compartida, presente y dedicada. En el 2016 todavía trabajaba en relación de dependencia, lo habían ascendido a Gerente de Marketing en un grupo de empresas americana, con un “sueldo muy respetable”. Su punto de quiebre fue justamente con ese reconocimiento laboral: “Tenía demasiada exigencia, ya no podía ni llevar al jardín a Cata y entendí que ya no solo no estaba en casa cuando estaba en el trabajo, sino que deje de estarlo también cuando llegaba“. Hace una semana llegó su segundo hijo, Joaquín, y según cuenta está atravesando el gran desafío de acomodar la rutina laboral con las tareas cotidianas de la casa y la demanda de los chicos para, idealmente, lograr “equilibrar todo”.

Maximiliano por objetivos

El caso de Maximiliano Acosta no escapa a la regla. Publicista, con tres hijos, Alejo (17 años), Ennio (12 años) y María Allegra (9 años), y con deseo profundo de conquistar tiempo de calidad para estar con ellos. Sol, su mujer, decoradora y artista plástica, lo alentó a armar un proyecto en conjunto para poder trabajar desde casa. En el 2015 usaron ahorros e invirtieron en su actual emprendimiento, Madre Santa. “Antes de tomar la decisión lo charlé con ellos, les avisé que muy probablemente tendríamos menos ingreso, pero aceptaron felices porque preferían tenerme más tiempo en casa. Ahora trabajo más horas que antes, pero puedo parar cuando quiero, ir a caminar, estar en los actos de mis hijos, tomarme días para irme un fin de semana largo”. Feliz de su decisión, anticipa que dirá un ´cliché´, pero no menos cierto por eso: “La vida pasa rápido y lo más importante son los momentos, lo económico siempre varía. Estar presente y compartir se puede lograr si se trabaja con objetivos claros”.

Fuente: Diario La Nación


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